Diego del '81

Por Ezequiel Ré (*)

Hay años que nos marcan en nuestro calendario. La certeza es la fecha de nacimiento. Después se irán acumulando hechos relevantes personales, incuestionables para nuestros corazones, y sin chances que terceros te impongan cambios a esa fecha exacta en la que uno comprendió que la felicidad existe.

Y en fútbol sobran los motivos para encontrar jornadas épicas.

Yo me voy a situar en los 10 años. Una vieja casona en mi pueblo y en el fondo un cobertizo. Allí la cita era el domingo a las 15.30. Torneo Metropolitano y Radio Rivadavia clavada en el dial de la radio Noblex.

Un tal Diego Armando hace su debut con la camiseta de Boca y juntos recorrimos (él sin saberlo lógico) el camino de la gloria.

Un año en el que lloré el día que me puse por primera vez la camiseta de Ben Hur de Rafaela, mi club. Un año en el que por primera vez me ruboricé ante el paso por mi vereda de esa niña de trenzas con ojos que llegaban al cielo para iluminarse en el sol fuerte del mediodía. Un año donde leía cuentos de hadas, soñando con ser un héroe.

Pero el Diego me marcó para siempre. En el potrero buscando gambetear como él. Los viernes el imperdible debate de Boca y Ferro (peleaban el torneo) en Polémica en el Bar con el inefable cruce entre Minguito y Rolo Puente.

Los domingos eran de ravioles con salsa, la radio, Boca y Ben Hur por la Liga local.

En consecuencia, si bien nací en 1971, será 1981 el año calendario que no olvidaré.

Como al Diego, a tres años de su adiós de la tierra.

(*) Periodista – Especial para ANALISIS

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