Por José María Varangot (*)
Fue Hipólito Yrigoyen, con su lenguaje tan especial, durante la segunda campaña presidencial, que alude al término “miserabilidadaes”, instando a los ciudadanos a terminar con ellas. Otro término, extraño en nuestra política, se refería a “la gran reparación que es necesario hacer”. Según la Real Academia Española, miserable, significa “despreciable”. Hace años que los argentinos asistimos a una corrupción generalizada que ya es estructural en la política. Los últimos gobiernos de orientación kirchnerista, han estado teñidos de actos de corrupción, que desviaron el sentido de la moral pública hoy, condenados por la Justicia.
Hoy, las miserabilidades referenciadas por Yrigoyen se han visto agravadas por actos miserables, por los que nos encontramos indignados y asqueados. Tal es el caso del ex gobernador kirchnerista José Alperovich, sentenciado a 16 años de prisión por abusar sexualmente de su sobrina, que trabajaba con él en el Senado de la Nación. Nadie podrá alegar “persecución política”, pues en la causa se realizaron 15 audiencias e intervinieron más de 70 testigos y peritos.
Por otro lado, en estos momentos se encuentra tramitando la causa contra el último presidente, Alberto Fernández, por lesiones graves, violencia de género agravado por el vínculo y abuso de poder, además, ha quedado en evidencia que utilizaba los recursos del Estado para fines propios, como el nombramiento de sus “queridas” en cargos públicos e incluso usando el emblemático despacho presidencial de la Casa Rosada, como una habitación para encuentros con sus amantes. De Fernández sabíamos que era una especie de títere de la ex presidente Cristina, que nos sometió a un encierro en nuestras casas debido al Covid, mientras él organizaba festejos en Olivos celebrando cumpleaños; pero que revestía categoría de sexópata y golpeador no nos lo imaginábamos. Sí, nos parece muy posible, la veracidad de su imputación de administración fraudulenta en relación con los Seguros del Estado, causa que se encuentra actualmente en la Justicia.
Los argentinos con nuestra “eterna paciencia”, vemos cómo ocurren hechos reñidos con la moral, que de tanta reiteración se convierten en usuales. En relación a la corrupción, hemos asistido a una cantidad asombrosa de delitos que se condenaron en sede judicial, perpetrados por funcionarios de los Gobiernos de Cristina Kirchner, ella incluida, con su condena por administración fraudulenta a 6 años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos.
Con una pobreza de más del 50%, una demanda laboral en baja, es decir cada vez hay menos trabajo, con niveles de indigencia alarmantes, la preocupante falta de inversión exterior y, consecuentemente, caída de la Industria de hasta el 20%, como el de la construcción, no se entienden algunas actitudes por parte de los legisladores nacionales, actuando absolutamente desconectados de la realidad, aumentándose sus ingresos de una manera obscena y absolutamente inoportuna. Hemos visto como senadores apoyaron el incremento de sus dietas, avergonzados, prácticamente escondiendo su mano alzada. No hay forma de justificar que un legislador, cuya Cámara ha sesionado 4-5 veces en el año 2023, gane 200 % más que un docente o un jubilado. En nuestro contexto económico y social, las miserabilidades de don Hipólito Yrigoyen pasan a ser actos miserables de los políticos.
Hemos visto como se han sucedido gobiernos sin planes de crecimiento ni proyectos de acuerdos políticos en cuestiones fundamentales. La pobreza que nos golpea no es un problema que su solución se pueda delegar en manos de piqueteros, ni en las llamadas organizaciones sociales.
Hoy, el resultado de ese renunciamiento en sus responsabilidades por parte de esos Gobiernos está a la vista: empeoramos los índices de pobreza e indigencia y comprobamos que hasta los empleados Públicos cobraban planes sociales, que los fondos se desviaban a cuentas privadas y que el 50% de los comedores populares, que se financiaban con los Impuestos de los contribuyentes, no existen. Es mucha la prueba encontrada en los allanamientos efectuados y los culpables deberán rendir cuentas ante la Justicia.
Aquello que, en 1920, Yrigoyen llamaba “patéticas miserabilidades”, se han visto agravadas. Ya no se trata de la “viveza criolla” o de la justificación tan nuestra, “roban, pero hacen”. Hoy la escandalosa moralidad de sectores políticos de nuestro país, han provocado una corrupción estructural en importantes sectores de nuestra dirigencia que, seguramente, es la razón fundamental de la decadencia que sufrimos. Ojalá el gobierno actual y los próximos, se den cuenta de la extrema necesidad de parar la declinación argentina y, tomando el otro término destacado del discurso de Hipólito Yrigoyen, asuman como excluyente objetivo “la gran reparación que es necesario efectuar”.
(*) José María Varangot es abogado, productor agropecuario y dirigente rural.