El peronismo habla de persecución y los opositores denuncian impunidad. ¿Hay algún punto medio?
Por Rogelio Alaniz (*)
En política hay motivos para sospechar que todo es cuestión de perspectiva, de punto de vista o de interpretaciones. No son detalles. En esos enfoques se comprometen intereses, visiones del mundo, es decir, ideologías y, por supuesto, la propia lucha por el poder. Es notable y en algún punto asombroso, como la misma noticia o el mismo hecho es interpretado de manera antagónica. ¿Ejemplos? El gobierno nacional se queja por el accionar de los jueces, por la celeridad con la que han abierto causas e incluso juzgado a los principales cabecillas de la causa K. Curiosamente, la observación que se hace desde los sectores opositores es exactamente la inversa: la justicia funciona con exasperante y sospechosa lentitud. El caso Menem es emblemático. Pero también es el caso Cristina, quien en un “país normal” debería estar presa hace rato como está preso, por ejemplo, Fujimori en Perú. ¿Justicia lenta o rápida? Yo me conformaría que sea justa.
El peronismo habla de persecución y los opositores denuncian impunidad. ¿Hay algún punto medio? Lo debería haber, pero no es tan fácil hallarlo, un punto medio que no signifique la coartada para que los delincuentes del poder no rindan cuentas. Las paradojas continúan. El oficialismo atribuye a los jueces el pecado de ser demasiado permisivos, motivo por el cual los violadores y femicidas no van presos. ¿Raro no? Porque si la memoria no nos falla, los que siempre aparecen más preocupados por el destino de los delincuentes que por el destino de las víctimas, son los militantes de la causa K en nombre de un progresismo tan vidrioso como injusto. En la misma línea de paradojas podemos ubicar las reiteradas diatribas del oficialismo a jueces dedicados a perseguir a sus principales dirigentes.
Lawfare se denominaría esta suerte de ensañamiento contra Cristina, Lázaro, De Vido, Boudou, López o Milagro Salas. La paradoja en este caso se enriquece por la ironía, porque desde 1983 a la fecha el peronismo tuvo el control de la selección y elección de los jueces. Esta suerte de imputación al otro por las decisiones por ellos tomadas recuerdan aquella otra imputación contra María Eugenia Vidal por la pobreza y el hampa en La Matanza, territorio que el peronismo gobierna desde 1983 y, como los hechos lo confirman todos los días del año, es ese peronismo el que resulta ser el principal beneficiario político de esa pobreza, esa inseguridad y esa corrupción que clama al cielo.
Donde las dudas parecen ceder ante las certezas es en los ámbitos más selectos del poder peronista. El ministro del Interior, es decir, el titular de la institución política más importante después del Presidente, declara sin pelos en la lengua que los jueces cambien y sino que se vayan. Nada de eufemismo o indirectas. O cambian como nosotros queremos que cambien o se van. Los jueces, sépanlo de una buena vez, hacen lo que nosotros queremos o nos gusta. ¿Cómo Oyarbide o Zaffaroni? Exacto;: como Oyarbide y Zaffaroni. Con prostíbulos y cumbia villera incluida. ¿Poder Judicial independiente? Las pelotas. Para despejar cualquier duda, Oscar Parrilli, que será un pelotudo tal como lo calificó con inusual y sonora precisión su jefa, pero es la voz de ella, propone una bicameral para juzgar o controlar a la Corte. Mientras tanto, el juez Alejandro Slokar, uno de los fundadores de esa pandilla judicial denominada “Justicia Legítima” dedicada a lavar con creolina la mugre de las cloacas kirchneristas, reclama a los gritos la renuncia de su colega Gustavo Hornos. Estos episodios se perfeccionan con tono de exquisitez con la creación de proverbios elaborados en las más elevadas esferas del poder.
El Presidente inició la saga declarando que “Saltearse la fila no es delito”. Como para mantener la calidad de los enunciados, el señor Santiago Cafiero sugirió que las patotas de barras bravas quienes este sábado se dedicaron alegremente a apalear jubilados en Olivos con la Marcha Peronista como telón de fondo, les asistía el derecho, en nombre de la pedagogía nacional y popular, a desarrollar estas proezas pugilísticas porque habían llegado antes.