La ONG Rescate de Nuestra Historia elaboró un documento en el que expresa preocupación por la chimenea de lo que fue la sala de máquinas de la antigua toma de agua de la ciudad de Paraná, construida en la década de 1880. Se trata del edificio de propiedad municipal donde funcionó hasta 2006 el restó Señor Anderson, concesionado por la comuna a la empresa La Nueva Toma SA. Esa firma también explotaba la cisterna de la antigua potabilizadora (donde estaba Budha -hoy Pueblo Zen-).

Concretamente, los profesionales que integran la ONG consideran que existe “inminente peligro de derrumbe de una de las construcciones patrimoniales más importantes de ese conjunto histórico”, constituido por la usina (Anderson) y la cisterna (Budha), ambos pertenecientes a la vieja toma de agua.

Si bien ONG y funcionarios destacan los trabajos realizados al inicio de la concesión para poner en valor los edificios –abandonados desde hacía al menos 60 años-, las coincidencias se terminan cuando se pone en discusión el tratamiento de estas construcciones en tanto patrimonio histórico. Para la entidad que trabaja en cuestiones de historia local, la comuna debió haber exigido al concesionario obras que detuvieran la erosión al pie de la chimenea. Sin embargo, la comuna considera que la chimenea está a resguardo pues “está sobre piedra” y descartó la realización de obras: “La inversión sería millonaria, habría que hacer trabajos a lo largo de 500 metros y no hay emprendimiento público ni privado que justifique” una erogación de esa envergadura, según opinó Eduardo Loréfice, subsecretario de Planeamiento comunal.

Por decreto 208/03, la gestión de Sergio Varisco otorgó a la Sociedad Anónima La Nueva Toma la concesión de la Toma Vieja para la prestación de servicios o realización de actividades en la misma. La empresa construyó en dicho complejo dos locales: para instalar el boliche Budha, reacondicionando la antigua cisterna de agua y para el restó bar Señor Anderson, remozando la usina de la toma, donde a finales del siglo XIX estaban las máquinas a vapor que generaban la energía para bombear el agua limpia al centro de la ciudad.

Budha tuvo un gran éxito durante 2004 y 2005 y después se fue apagando. Hoy tiene otro nombre y la oferta es diferente. En cuanto al restó Anderson (llamado así en recuerdo de James Anderson, quien construyó la primera toma y planta potabilizadora) fue clausurado en 2006 por la erosión de la barranca. Desde ese entonces, el lugar permanece cerrado.
Justamente, es en la vieja sala de máquinas donde se encuentra la chimenea de ladrillo para la que se pide protección. Testimonio de la arquitectura industrial de fines del siglo XIX, que ya hace un siglo que no lanza más al cielo sus blancas nubes de vapor. Con el paso de las décadas, alguien fue desguazando las anacrónicas maquinarias quedando el galpón para otros menesteres, más vinculados con el cuidado del camping. Luego fue una disco y después, nada.

Preocupación. Rescate de Nuestra Historia manifiesta que la chimenea de ladrillo “está en grave riesgo de desaparecer y con ella seguramente gran parte del edificio al cual pertenece”, según se lee en el texto firmado por Adrián Bassi, Daniel Tuma y Juan Batistutti. “La chimenea se va a terminar cayendo”, reiteró Bassi en diálogo con El Diario. “Es una construcción muy buena, de ladrillo, no de hormigón, en la técnica que se usaba hace 130 años. No había pilotaje profundo con continuidad estructural”, dijo y explicó que hoy es “una parte del subsuelo de Anderson lo que está conteniendo el conjunto”.

Ante la ruina de la edificación, los miembros de la ONG critican que el Estado “no haya logrado que una mínima parte de la inversión que se realizó en ese predio, concesión mediante, se destine a la protección de esta construcción, hoy en grave peligro, como lo hacen los municipios que realizan una administración responsable de su patrimonio”.
Agregan, como antecedente, que “el mismo municipio de Paraná obligó al concesionario de la Toma Vieja a construir dos fuentes ornamentadas y con juegos de agua en Plaza 1 de Mayo y en Plaza Alvear, que debían funcionar gratuitamente”, señalan. “Esto sucedió hace 124 años y el concesionario se llamaba James Anderson, el ingeniero que puso en funcionamiento a la toma de agua de Paraná, o sea que no estamos hablando de nada nuevo”, redondean.

Finalmente, para los miembros de la ONG “la inversión privada es buena, necesaria y en muchos casos hasta imprescindible para que una comunidad pueda mantener y preservar su historia cristalizada en monumentos. Sin embargo, las condiciones y el marco general para que el capital privado utilice comercialmente nuestros monumentos deben ser dictados por el Estado, tratando siempre de lograr las mejores condiciones para el bien común”, postulan por último.

El subsecretario de Planificación municipal, arquitecto Eduardo Loréfice, consideró que la chimenea de la antigua sala de máquinas (ex restó Anderson) no está en riesgo y explicó: “La chimenea ha estado expuesta a distintos derrumbes pero está apoyada sobre una base de piedras calizas que hizo que no se siguiera desmoronando”, señaló. Insistió: “Gran parte de la construcción está sobre una base de piedra y seguramente va a haber inconvenientes en otros sectores antes que ahí. El edificio no está apoyado sobre terreno arcilloso como es habitual en zonas como las nuestras, sino sobre otro tipo de suelo”, explicó. Concedió que “en algún momento puede ser que caiga, pero dentro de un periodo extensísimo de tiempo en años”, consideró. “No va a permanecer eternamente, pero seguramente antes de que caiga la chimenea, habrá desprendimientos en otros lugares donde no se aprecie este tipo de piedras”, dijo el funcionario.

Obras. Loréfice descartó de plano la alternativa de realizar obras. Dijo que sería necesario trabajar en “una franja más amplia, de alrededor de 500 metros de barranca, desde la proyección calle López Jordán, donde empieza una falla importante. La franja termina pasando la torre de alta tensión” (al final de calle Blas Parera), dijo. “La inversión sería millonaria y no se me ocurre ningún emprendimiento público ni privado que justifique semejante inversión”, afirmó. De todos modos, “el sector menos vulnerable de la barranca va desde la torre de alta tensión hasta las cercanías de la chimenea (de ladrillo), a causa del sector de piedras en que está apoyada la construcción”.

En cambio, “hacia el este hay un sector más proclive a los desprendimientos”, dijo. Por ejemplo, el jardín de la disco Zen (ex Budha) donde en 2008 la Municipalidad exigió poner un vallado a 15 metros del borde de la barranca, para preservar la integridad de las personas, en caso de que se viniera abajo un sector. Luego volvió a habilitar el boliche, que había clausurado la gestión comunal de Julio Solanas en marzo de 2007 por los riesgos.

Arquitectura industrial

Para el arquitecto Adrián Bassi, de la ONG Rescate de Nuestra Historia, en los edificios de la Toma Vieja de Paraná, como en muchos edificios que se levantaron a fines del siglo XIX para albergar áreas administrativas o talleres, “hay una voluntad de agregar elementos estéticos” pese a tener funciones, para decirlo de algún modo, industriales. “Se vestía la arquitectura y esto se ve se forma muy marcada en la Vieja Usina de calle Corrientes, se ve en los ferrocarriles: son contenedores de talleres pero pese a su uso fabril tienen una intencionalidad estética”, describió. “Esto se fue perdiendo en el tiempo. La arquitectura que vino después fue despojada. Esa ornamentación pasó a desaparecer y esto es lo que hace muy valiosos estos edificios. Los oficios que lograban este tipo de resoluciones han desaparecido, estos edificios no se pueden reconstruir, aunque se tenga el presupuesto para hacerlo. Son imposibl