
Javier Milei y Donald Trump el 23 de septiembre en Nueva York.
Javier Milei se arrojó a los brazos de Donald Trump y fue correspondido. Esta semana, el republicano ofreció a Argentina un rescate inédito de 20.000 millones de dólares, además de un crédito sin fecha y hasta la posibilidad de que Estados Unidos compre bonos de su deuda. Trump no se anduvo con chiquitas, como es su costumbre: dijo que Milei era “un líder verdaderamente fantástico y poderoso” y, tal vez mal informado del calendario electoral argentino, hasta le ofreció su “completo y total respaldo” para su “reelección como presidente”. Milei sonreía a su lado con los ojos achinados, mientras mostraba a la cámara una versión impresa del mensaje que su amigo acababa de prodigarle en Truth, su red social. La calma regresaba a la Casa Rosada tras una semana en la que todo se encaminaba hacia una crisis económica y política sin remedio.
El rescate de Trump fue pródigo y Milei lo recibió eufórico. El ministro de Economía, Luis Caputo, habló del inicio de “una nueva era”. Los mercados también celebraron, tras una semana en la que habían huido de Argentina, castigando al peso y los bonos. El riesgo país, que mide la confianza de los inversores, bajó en unos pocos días desde los 1.500 puntos hasta los 900. El dólar, que había llegado a cotizar a más de 1.500 pesos, se estabilizó en los 1.350 en el cierre del viernes. Milei había obtenido un cheque en blanco y recuperó el aliento cuando se ahogaba. Pero la alegría puede ser efímera. En política internacional no hay almuerzos gratis, publicó el diario El País de España.
El paquete de ayuda, podría decirse, tiene trampa. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, portavoz formal del acuerdo, lo condicionó, aunque en forma ambigua, a los resultados de las elecciones legislativas que se celebrarán el 26 de octubre. Si Milei pierde, como indican los sondeos, frente al peronismo, puede que todo quede en una promesa.
No hay nada que Milei añore más que ganar esas elecciones. Necesita sumar diputados y senadores en el Congreso y sueña, sobre todo, con “poner el último clavo en el ataúd del kirchnerismo”. Está convencido de que su éxito contra la inflación, sumado a la ayuda de “las fuerzas del cielo”, bastarán para cumplir un mandato que consideraba divino. Pero todo cambió el 7 de septiembre, cuando la ultraderecha cayó por más de un millón de votos en unas elecciones provinciales en Buenos Aires. De un día para el otro, el emperador había perdido toda su aura y ya no era invencible.
En ese momento llegó la mano extendida de Trump. Los beneficios electorales están por verse. “El sector vinculado a lo productivo no ve esto como un salvataje, porque está pensando en cómo sobrevivir. Otra cosa es la mirada del sector financiero, donde la preocupación era quién le iba a pagar los bonos que vencen enero”, dice Lara Goyburu, directora ejecutiva de la consultora política Management & Fit. El humor social ha cambiado dramáticamente en unos pocos meses en Argentina, a lomo de una recesión económica que ya es inocultable.
Milei ha logrado bajar la inflación desde el 25% mensual de diciembre pasado hasta el 1,9% en agosto. Pero el costo ha sido altísimo: el ancla fiscal y un peso sobrevaluado han lastrado la actividad. “Lo que castiga el votante es no llegar a fin de mes”, resume Goyburu, “porque la gente mira otras cosas. ¿El rescate de Estados Unidos me ayuda? ¿En qué me cambia el día a día? Ocho de cada diez personas nos dicen que han tenido que modificar hábitos de consumo y solo un 13% dice que puede ahorrar”.
La derrota en Buenos Aires puso en evidencia lo que no veían las encuestas electorales. Milei había perdido poco a poco el apoyo de las clases medias bajas y bajas, que fueron clave en su inesperado triunfo en las presidenciales de 2023. La frase “no llego a fin de mes” acapara el debate público, resaltó el diario El País de España.
La batalla cultural de la ultraderecha no alcanza para llenar la olla y el estilo vociferante del presidente ya no seduce como antes. La respuesta del Gobierno fue, hasta ahora, insuficiente. No hubo cambio de ministros ni autocrítica pública. Milei apenas llamó a un diálogo “codo a codo” con los gobernadores, todos opositores, que pasaron de un día para el otro de ser “ratas” y “degenerados fiscales” a compañeros de ruta. El ruego llegó demasiado tarde: no habrá entente hasta después de las elecciones.
La Casa Blanca tomó nota del descalabro político y dejó claro que no habrá dinero si antes Milei no garantiza que su plan de ajuste tiene, además de voluntad, apoyo político. “Esto es un puente hasta las elecciones”, advirtió Bessent el pasado miércoles. La apuesta de corto plazo es que los inversores recuperen la confianza en la capacidad de pago de Argentina. Si todo vuela por los aires, se supone que allí estará Washington. “La ayuda logró que no se escape el dólar en el mercado de cambios, pero ya hay una sensación en la calle de que esto no se sostiene y que después del 26 de octubre tendrá que haber cambios”, aclara Goyburu.
Los cambios que se esperan son económicos —una flotación libre del tipo de cambio, solo para empezar— pero también políticos. Ahí están las mayores dudas. Milei ha mostrado hasta ahora una gran capacidad de destrucción, pero ahora se trata de construir. ¿Leerá la ayuda de Estados Unidos como un socorro que llegó justo a tiempo, producto de sus errores? O pensará, como ya dejó transcender, que es un premio de su “amigo” Trump a su cruzada contra el “comunismo internacional”.
Que Argentina haya necesitado dos rescates financieros en menos de cinco meses no es una buena noticia. En abril pasado, el Fondo Monetario Internacional le dio a Milei 20.000 millones de dólares, que se sumaron a los 45.000 que ya le había entregado en 2018 al presidente Mauricio Macri. Ahora llegó Trump. Tanta generosidad, inédita, es más que puro altruismo. Hay que mirar hacia China, un actor que ha pasado casi inadvertido en la foto de estos días de vértigo en Buenos Aires, consignó el diario El País de España.
Esteban Actis, doctor en Relaciones Internacionales y profesor en la Universidad Nacional de Rosario, dice que “Estados Unidos se propuso desde el primer Gobierno de Trump ir reduciendo la influencia que China ha logrado en Sudamérica”. “Cada acción tiene ese mar de fondo, más en un contexto donde Trump muestra que aquel viejo concepto de zonas de influencia está de vuelta. China es una superpotencia global, es un actor asimétrico. Y Argentina es un país que está en emergencia permanente y necesita un prestamista de última instancia. Eso hace que sea más vulnerable a que le condicionen la agenda”, explica.
Scott Bessent ya había dicho meses atrás que no le gustaba el swap (intercambio de monedas) por 18.000 millones de dólares que el banco central argentino tiene con su par chino. Hoy están activos 5.000 millones de ese crédito que, es de esperar, Milei deberá devolver con el dinero que pueda recibir desde Washington. Pero no solo eso. “Uno puede intuir que habrá otras exigencias de Trump, como acceso a minerales críticos, contratos de explotación de litio y una cooperación en la política nuclear”, resume Actis. La ayuda de Trump le ha dado vida a Milei, pero los argentinos deberán ahora pagar la cuenta.