Daniel Tirso Fiorotto
(desde Galarza, especial para ANALISIS)

Carlos Ameglio, un paladín del combustible a base de soja, asegura que es más barato y lubrica mejor. El producto independizaría al campo de las petroleras y movería la economía local. Un reactor cuesta menos de 40.000 pesos y permite fabricar 140.000 litros de biodiésel/año.

“Pasás a ser un petrolero, hacés tu propio combustible”, sostuvo el productor Carlos Ameglio y tenía en qué sostenerse: acababa de estacionar su chata junto al reactor propio y llenar el tanque con biodiésel que él mismo fabricó horas antes con granos de soja.

La demostración, que presenció ANALISIS, fue realizada en un tinglado de la estancia La Platense, cruzada por el arroyo Jacinta, diez kilómetros al sudeste de Galarza.

Allí se explayó Ameglio sobre la “revolución” en potencia que significa contar con las posibilidades de hacer un combustible propio, sin depender de los recursos no renovables del subsuelo: “Sabemos que si no hacemos las energías alternativas estamos muertos porque el petróleo se irá agotando”, advirtió y apuntó que el biodiésel tiene la cualidad de asegurar independencia al productor y abaratar sus costos. Como si fuera poco, “tiene 6.000 veces más lubricidad que el gasoil, el motor llega a durar hasta el doble de la vida”, sostuvo el empresario.

Afinar el lápiz

“Esto me costó un peso el litro, en el surtidor el gasoil está a uno 1,40”, comparó el empresario, pero rogó que no se miraran los números sólo desde este ángulo, tan conveniente hoy según las evidencias, porque el negocio estaría así demasiado ligado a los precios internacionales de la soja y el petróleo. “Esto es para el productor agropecuario, se trata de agregarle valor a su materia prima y esa materia prima vale lo que le cuesta al productor”, explicó.

Claro, la inversión inicial no es para largarse con ligereza y a solas. Para Ameglio, la aceitera y el reactor equivalen al gasto que realiza el productor en un tractor o en cualquier otra máquina, pero el mismo empresario reconoce que la cuestión es estudiar el biodiésel como una alternativa y sacar bien las cuentas.

Ameglio exhibe un reactor ideado y construido por Biofuel SA, una empresa de San Isidro, provincia de Buenos Aires, propiedad de Ricardo Carlstein. “El corazón de la planta convierte en combustible cualquier aceite derivado de oleaginosas, funciona con soja, girasol, semillas de algodón y colza, y vamos a hacer una prueba con semillas de lino. Es tecnología argentina, desarrollada en la Argentina y se está exportando al mundo: Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, España, Perú, República Dominicana, Uruguay, y ahora va a incursionar en Brasil”.

Durante la demostración anunció que en un mediano plazo “vamos a tener dos máquinas más donde nosotros haremos biodiésel con el aceite usado. Para eso hay que recolectar el aceite de Galarza, usado en frituras, y convertirlo en combustible; eso se está haciendo en muchas partes del mudo”, explicó, y como ejemplo señaló que el municipio de Paysandú ya avanzó en esta línea.

Con el equipo completo, al cabo de un día de trabajo el grano de soja se habrá convertido en aceite y expeller; y el aceite en biodiésel, glicerol y jabón, y todo tiene salida, todo se consume aquí mismo.

El reactor no necesita más que un operario, pero Ameglio estima que la línea completa necesita de 15 personas para una variedad de oficios: cargar el grano de soja en la prensa, seleccionar expeller y fabricar el balanceado, elaborar aceite comestible o para combustible, elaborar el biodiésel, y darle una salida industrial al glicerol posiblemente como jabón.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)