Silvio Méndez
El anuncio a principio de año del traslado del lugar donde se depositan los residuos de toda Paraná, generó una gran polémica. Tanto en los vecinos de la zona en que se había pensado instalar el depósito, como entre las familias que viven de la basura en el actual predio. La posibilidad que el Volcadero llegue en corto tiempo a su límite ha desnudado la carencia de un plan integral del tratamiento de los desechos de todo tipo, así como la naturalización de las pésimas condiciones en las que sobrevive gran cantidad de personas que se dedican al cirujeo. En torno a un problema complejo, juega la “cultura ambiental” de los habitantes de una ciudad que no se hacen cargo de los despojos que generan. En este sentido, la tarea educativa de los grupos ecologistas apunta a la participación. Por su parte, el municipio informó sobre la financiación de estudios para la instalación de una planta de tratamiento de los desperdicios.
Cuando el extraño viento oeste sopla en la ciudad, una nube densa, pegajosa y mal oliente invade el centro paranaense. Es el humo inconfundible de la basura en combustión que proviene del Volcadero. Sólo en estas ocasiones, los habitantes del resto de la ciudad se acuerdan de que a pocas cuadras de la plaza principal está el depósito común a cielo abierto de todos los desechos que se generan en Paraná. Pero la idea de que los desperdicios son un problema de todos es tan firme como la dirección que toma el viento. A las funestas condiciones ambientales que tiene el tratamiento de los residuos, el desentendimiento o desidia que hay respecto a ellos, se le puede sumar la perversa situación sanitaria en la que se encuentran cientos de personas que viven de la basura allí depositada. Lo paradójico de la circunstancia es que la situación de degradación se manifiesta perturbadora, cuando este intolerable estado de la cuestión se puede ver alterado. Esto es lo que sucedió a principios de año, cuando desde el municipio se alertó sobre el inminente fin de la vida útil del Volcadero y se anunció su traslado a inmediaciones del Parque Mutio, por el Barrio Las Piedras, tal como lo expresó el director de Limpieza de la Municipalidad, Mario Martínez.
En aquella ocasión, los vecinos de las inmediaciones de la zona sur se organizaron para oponerse al proyecto, y desde los barrios lindantes al Volcadero se solicitó una solución que no implicara el traslado del predio donde se descargan los despojos. La respuesta ante tal controversia fue que desde la comuna se dio marcha atrás con el plan que preveía para febrero un nuevo depósito de basura, y se divulgó la adhesión a un programa de financiamiento nacional para hallar una solución a tal problemática. Justamente esta semana se conoció que desde la Secretaría de Medio Ambiente de la Nación se otorgaron 600.000 pesos para el estudio de prefactibilidad para el saneamiento del Volcadero e instalación de una planta de tratamiento de residuos. En tanto, tras la polémica que generó en los habitantes cercanos al Parque Mutio, la fundación Eco Urbano comenzó un programa de trabajo para el aprovechamiento domiciliario con un grupo de vecinos de la zona que quedó con la inquietud de abordar la problemática ambiental.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
