Florencia Penna
Hay una anécdota que tanto Martín Corujo como Alfio Demestre, los artistas que exponen en el Museo Provincial de Bellas Artes Pedro E. Martínez, adoran relatar. Se trata del encuentro “casi místico, casi surrealista” que tuvieron con gran parte del material de sus obras, cuando se toparon con un carro tirado por un caballo que llevaba unos artefactos raros al desarmadero. Con gran asombro, descubrieron que había varias plaquetas electrónicas repletas de LEDs (Light Emitting Diodes o diodos electro-luminiscentes), esas lucecitas que usan en sus trabajos y que pudieron rescatar a tiempo de la basura, antes de ser destruidos. “Eran como 1.500 LEDs, que si los hubiéramos comprado hubiésemos gastado alrededor de 3.000 pesos; y de una calidad que no podíamos haber tenido nunca porque acá accedemos a los hechos en China y éstos venían de Estados Unidos, o sea de uno de los mejores fabricantes, y encima estaban súper nuevos”. Entre la emoción del descubrimiento y la alegría contenida para no despabilar acerca del tesoro camuflado como desecho del Casino Flotante de Buenos Aires, desmontaron con agilidad lo necesario y comenzaron a imaginar qué resultaría de ello, jugando.
Y surgieron figuras de Corujo resplandecientes por los LEDs, un espejo con lámparas de neones, tacos de grabado sobre acrílicos iluminados de Demestre, un tocadiscos intervenido, entre otros objetos. Una maravillosa instalación se destaca: bandejas giratorias con elementos espejados que al ser iluminados proyectan en la pared diversas composiciones abstractas, etéreas y casi tridimensionales. “Esto es analógico. Nos parecía maravilloso generar con una pequeña luz, unos espejos y una bandeja vieja imágenes que se pueden hacer hoy día fácilmente con una computadora. Estábamos llegando al mismo punto con una tecnología súper básica, eso nos llenaba de emoción”, contó Demestre. La ambientación sonora que la acompaña fue compuesta por Santiago Rey, músico que casualmente también estaba tras las bandejas portátiles de los ‘60 para experimentar sonidos.
Lo lúdico, es evidente, está presente en toda la obra, “desde la idea, el diseño, el proceso, hasta llegar al espectador que, me parece, cierra el ciclo”, expresó Corujo. A lo que Demestre agregó que “buscamos que la persona se entretenga, no sólo que se siente a ver una escultura o un cuadro. Así como a veces pasás horas mirando en la tele programas estúpidos, nos pasamos horas mirando objetos que hacemos nosotros. Y no mirando televisión. Es como crear otros estados de conciencia que no tengan que ver con el estupidizador”.
Entonces aparecen los materiales viejos del hogar que de pronto se vuelven apropiados para la resignificación o, simplemente, reutilización. “Muchos de los elementos estaban en mi casa, no los compré. Y salió probando y pensando cómo hacer tal objeto. Transmitir esto me parece que está bueno. Que uno puede, en vez de ver televisión, hacer algo más productivo, más personal, más creativo”, dijo Corujo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
