-Comparaciones. Nadie discute la astucia y la agilidad del gobernador Jorge Busti para sintonizar las tendencias dominantes. En este, su tercer mandato, enumerar los hechos que ilustran estas virtudes ocuparía no pocos renglones. Pero también frecuentemente se pasa de rosca y su olfato se inunda de oportunismo y maquillaje. Sucedió esta semana pasada apenas detrás del primer impacto provocado por la llegada de dos féminas a comandar nada menos que los ministerios de Economía y de Defensa. Montándose rápidamente sobre la sorpresa y las expectativas despertadas por el nombramiento de Felisa Miceli y Nilda Garré, el gobernador se apuró a señalar que “Al igual que en la Nación, en la provincia llegó la hora de las mujeres”. A nadie escapó que esas expresiones aludían directamente al protagonismo que espera alcance su esposa, Cristina Cremer, si sucede, como él mismo espera, que ésta termine siendo su favorita para sucederlo al frente de la Gobernación de la provincia. La hiperactividad que desde hace meses despliega Busti y a la que ninguno de sus funcionarios puede seguirle el tranco, encuentra su centralidad en la búsqueda permanente de engrosar su capital político. En ese camino junta desde todos los rincones, sin importarle el pelaje, ni los meritos, ni los antecedentes, ni menos aún las capacidades o motivaciones de quienes se le acercan. Mientras acumule, lo demás queda relativizado. La velocidad que imprime a su cotidianeidad le obliga a omitir espacios de reflexión. Así, muchas veces el contacto con sus filas pasa por las raudas recorridas y fundamentalmente por un permanente tactiqueo mediático.
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-Gambetas. Mientras la sociedad digiere como puede las tribulaciones interminables que anidan y se expanden en la cúpula gubernamental, en la Legislatura provincial, más precisamente en la Cámara de Diputados, se sucedían acontecimientos repletos de matices y significados. Entre tantas cosas que tira Jorge Busti con el sano propósito de lograr una reforma constitucional que lo habilite a disputar un cuarto mandato, días atrás intimó al bloque de diputados justicialistas a que pongan en debate en la Legislatura el proyecto que declara la oportunidad y necesidad de reformar la carta magna y que convoque a la asamblea constituyente. “Que se definan si están en contra del voto de la gente o no”, repitió enérgico ante cuanto micrófono pasó por delante suyo. Esto dicho en el total entendimiento de que el voto afirmativo en la Consulta Popular de octubre pasado había sido abrumador, según el pensamiento del gobernador, claro está. Con la tropa completa y ordenada y en disciplinada fila detrás de Emilio Haroldo Castrillón comenzó la sesión. Sin demoras éste pidió la palabra y durante cuatro horas su figura centralizó la atención sin privarse de nada. Les dijo a cada uno de los opositores todo tipo improperios y agresiones verbales como sólo Castrillón puede hacerlo. Hasta ahí todo bien. A pesar de las cuatro horas de diatribas y teatro, lo de Castrillón podría ser resumido en unos pocos renglones. Los improperios estaban referidos al rechazo lizo y llano que el presidente del bloque justicialista suponía que iba a expresar la oposición en relación con la convocatoria a la reforma.
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-Qué pasó. El repaso de los hechos deja una sensación agradable ya que decantados deja ver que lo que sucedió es lo razonable en el marco de una convivencia civilizada a la cual es tan poco afecta el bustismo. Es que, aunque parezca un insólito, en el interior del núcleo duro bustista hay un sector que hace rato busca la manera de mandar al basurero el proyecto de Reforma Constitucional. Viven una contradicción existencial fuerte pues, de no mediar la reforma, su jefe, Jorge Pedro Busti, no puede repetir un nuevo mandato y eso los afecta sobremanera. Pero hay una cuestión casi de supervivencia que se sobrepone al tema de la reelección de Busti. Este sector comandado fundamentalmente por la dupla Castrillón-Allende es plenamente conciente de que un proceso reformista, en este escenario nacional impregnado por el kirchnerismo, es muy difícil que no les termine afectando en sus intereses. En principio porque ellos, al igual que los intendentes, no pueden ser miembros constituyentes y por lo tanto la propia conformación de la lista constituyente se les va de las manos. El propio hecho de no poder estar nominados y que otros nombres, con otro perfil político e ideológico, ocupen el escenario, los pone de la nuca. En particular recelan que se haga realidad lo que el propio Jorge Busti en privado y en público ha sostenido: que Edgardo Massarotti, secretario general de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), ocuparía un lugar destacado en la lista de convencionales del PJ. Lo cierto es que este segmento tiene sobradas razones para ver con preocupación la mentada reforma. Podrían ser meros espectadores de un proceso que los afecte como estructura política.
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-Dos para el truco. Y lo que sucede en las filas de la oposición tampoco sucede porque sí. Hace rato que la Red de Participación anda buscando abrir el juego pues eso de seguir con el simple libreto de la oposición cerrada es un camino demasiado corto. Lo probaron en el proceso electoral de octubre, donde la cosecha de votos alcanzó apenas para salvar la ropa, pero podría haber sido grave. Conversaciones que se retomaron en su momento con Carlos Chacho Álvarez les abrieron una sintonía con el kirchnerismo cuando todavía perseveraban en una actitud refractaria frente a las ondas pingüinescas. Con el resultado electoral en la mano, Federico Soñez abrió el debate y Lucy Grimalt subió los escalones de la casa gris para abrir el diálogo político con el ministro Sergio Urribarri. Con este proceso interno como contexto Grimalt concurrió a la sesión de Diputados que se comentó más arriba con antenas desplegadas y dispuesta a jugar con audacia sin dejarse apichonar por el patoterismo oficialista.
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