Silvio Méndez
Las formas en cómo se narra la historia, se preserva el patrimonio, o recrea la memoria, pueden constituir modos de ver cómo se vive en una ciudad. En los lugares públicos, cuando habla de sí misma al remitirse a su pasado, indefectiblemente refiere a su vida en el presente. Paraná ha ocupado un punto relevante en los anales de la acontecer nacional, pero también resguarda herencias menos trascendentes aunque igualmente interesantes. En diálogo con ANALISIS, el historiador Walter Musich señaló cómo coexisten algunas tradiciones en el escenario urbano y de otras que emergen como una puesta en escena. Habló de la posibilidad de nuevos mitos, como la antigua presencia de población negra en la capital provincial, a partir de que se han reconstruido algunas prácticas sin sustento histórico. Por otro lado, observó cómo la política de conservación desnuda una situación donde la comuna se ve gobernada por ciertos sectores económicos inmobiliarios, así como el emplazamiento de los monumentos remite a una falta de debate sobre cómo se conforman los sentidos en la trama urbana.
A partir del caluroso debate en torno al origen de “los túneles” en Paraná, el joven historiador Walter Musich tuvo no hace mucho tiempo atrás una notoria intervención pública. En ese entonces, él y un grupo de investigadores locales contradijo la versión oficial sostenida por Miguel Ángel Mernes, que afirmaba que la ciudad estaba surcada por un sistema subterráneo construido en la época de la colonia. Tras el primer dictamen de la comisión investigadora externa encargada por el Concejo Deliberante, que desechó esta hipótesis en los lugares analizados, el tema se apagó y no prosperó ninguna otra iniciativa, pese a que con los resultados arribados igualmente se abrían diferentes posibilidad de explotación de las construcciones subterráneas. Fue como si el mito hubiera sido muerto y sus intereses políticos menguado.
-¿Por qué se produce este encantamiento con “los túneles”?
-No solamente en Paraná. El History Chanel pasa una serie que se llama Buenos Aires secreta, y de lo primero que hablan es sobre estas construcciones subterráneas y los mitos que generan. En general, en las ciudades que tienen más de un siglo, lo que la historia no narra, se llena de historias y de mitos. Siempre una explicación hay que encontrar. Y siempre son mucho más interesantes aquellas narraciones que tienen un carácter literario, mitológico, fantástico, que aquellas historias “fácticas y reales”. La historia convencional, con versiones más racionales, es más aburrida. Un mito, una leyenda, es más fácil de divulgar y ser aprehendida.
-Decís que las construcciones subterráneas son temas interesantes, pero no los más importantes, ¿en qué otros lugares de la ciudad se puede leer su historia?
-Si nos circunscribimos a lo material, los repositorios o lugares de la memoria son muchos. Marc Auge, un autor francés, habla de los “lugares” como espacios de la historia y los “no lugares” de la posmodernidad. Nuestras ciudades tienen muchos lugares de la memoria, aunque los está perdiendo. Los monumentos son una forma de recorrer la historia de la ciudad. El placario urbano, las placas que hay en los cementerios, los monumentos, las denominaciones de las calles: todo eso es un recorrido para leer la historia de la ciudad. Porque habla de personajes reconocidos, por qué un monumento está emplazado allí, por qué una plaza se llama como se llama. Toda la nomenclatura urbana es una forma de lectura. La traza, por qué cuadriculada entre bulevares y se desarticula fuera; ni decir las fachadas.
-¿Cómo creés que los habitantes de Paraná viven esta historia?
-Creo que la ciudad tiene lugares que son significativos. Sí gran parte la ha perdido. La Plaza de la Confederación la hemos perdido. La plaza (1º) de Mayo, que además de haber sido la plaza fundacional, después tuvo una segunda cuando fue la Plaza de la Confederación Argentina. Nada menos la plaza central lo que iba ser la Argentina. El propio modelo que sustituyó el esquema de la Confederación, los gobiernos posteriores, se encargaron de ir destruyéndola. Los gobiernos de la década del 30 demuelen los edificios de la Confederación para, paradójicamente, poner edificios de carácter “nacional”; el correo, el colegio Normal. Lo único que se conserva es la Cámara de Senadores, que termina siendo el salón de actos del Colegio del Huerto.
-¿Eso se superpone o se identifica su antiguo origen?
-Creo que la gente no siente identificación como espacios históricamente significativos, porque no hay una cultura de la memoria, y esos lugares no tienen referencia. En Europa, apenas queda una piedra, tiene un cartel que dice “esta piedra fue parte de..”, y a tal vez al lado hay una maqueta o un dibujo. Hay dos lugares que perdieron su significación en Paraná. La plaza central de la Confederación y el Puerto Viejo, que no deja de ser saqueado, destruido, abandonado. Por ejemplo, para hablar de las ironías, le pusieron Puerto de la Memoria a una casita en Puerto Viejo, que intentó tener muchas funciones y nunca terminaba en nada. Esa casa fue remodelada y saqueada ya cinco o seis veces, y nunca es nada en definitiva.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
