Jorge Riani

Los privilegios de las salidas autorizadas por orden judicial lo llevaron a hacerse la fama de preso VIP. El Estado entrerriano le aseguraba cada vez el viaje de 180 kilómetros desde la cárcel de Paraná hasta su casa en La Paz. Las razones para tales permisos eran poco convincentes, y cada cumpleaños familiar lo encontraba con una autorización para salir de la unidad penal, donde debía cumplir una condena a reclusión perpetua por ser el autor intelectual del crimen de un empresario periodístico de La Paz. Cuando gozaba de la salida número 13, el preso: José Alberto Piñeiro, se fugó. En la ciudad de la víctima y el victimario no faltaron interpretaciones de que la vida de condenado estaba amortiguada por su relación con el diputado justicialista Emilio Castrillón. El legislador siempre desmintió cualquier gestión en favor de su primo hermano. Piñeiro estuvo más de 570 días en libertad y fue recapturado tres días antes de que su notable pariente se presente en audiencia pública en el Senado provincial, como paso necesario para acceder a la vocalía del Superior Tribunal de Justicia. En el terreno de las interpretaciones, hay posiciones divididas: algunos hablan de una simple casualidad, otros de un escenario armado para favorecer el paso del legislador bustista a la Justicia, y una tercera posición que afirma que el hecho no ayuda en la acelerada metamorfosis por la cual el diputado se convierte en juez del máximo tribunal.

La noticia sacudió la quietud del domingo último, y la sensación de impotencia e impunidad dejó espacio a cierto alivio. Cuando las sombras del día agotado abrazaban la ciudad misionera de Wanda, el artesano fue apresado y conducido a la sede policial. Alguien había dado la voz de alerta de que no se trataba de ningún trabajador de las manos y la creatividad, sino de un preso fugado el 1º de febrero de 2005 de una cárcel de la provincia de Entre Ríos. Y tampoco de un preso cualquiera, sino de José Piñeiro, el autor intelectual del crimen del empresario periodístico de La Paz Juan Carlos Malvasio.

Aquel día de verano impiadoso, Piñeiro traicionó el beneficio de las salidas sociofamiliares, y redobló la indignación que provocaban en la sociedad paceña sus inconcebibles salidas, aprobadas por jueces y desaprobadas por la ley. En La Paz el escape de Piñeiro nunca sorprendió, y hasta hay quienes apostaban que era cuestión de tiempo. Acaso su relación parental con el hombre más poderoso del pueblo alimentaba, en el imaginario colectivo, la idea de fuga posible.

No hubo recaudos especiales para encarar cada uno de los viajes de 180 kilómetros que separan la cárcel de Paraná de la casa familiar de Piñeiro en La Paz. De ese modo, el preso una vez decidió que una de esas salidas sería sólo un viaje de ida. Los tres carceleros que debían custodiarlo se volvieron a Paraná sin el hombre apresado.

En La Paz muchos hicieron comentarios propios de quien gana una apuesta sin dinero.

Volvió una noche

Unos 575 días de libertad ilegal gozó el homicida fugado. Tres días antes de que su primo hermano, el diputado justicialista Emilio Castrillón, rinda el examen decisivo para acceder a la vocalía del Superior Tribunal de Justicia, desde el gobierno provincial se daba la novedad de la recaptura.

No estaba escondido, ni con la fisonomía cambiada, ni lejos del lugar obligado de cualquier fugitivo en tránsito. Piñeiro estaba en la localidad de Wanda, a 40 kilómetros de Puerto Iguazú, y trabajaba en la plaza pública vendiendo mercaderías que traía de territorio guaraní.

Algunas fuentes consultadas por ANALISIS dan cuenta de que el fugitivo había cruzado hacia Paraguay, e incluso que había vivido la mayor parte del tiempo en el vecino país, para dar crédito a las versiones circulantes de La Paz. Todos hablaban de eso en la ciudad de Piñeiro, pero la Policía no podía dar con su paradero.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)