Juan Cruz Varela
(desde María Grande)
La Municipalidad de María Grande decidió retirar de sus nichos a 37 féretros cuyos familiares supuestamente debían la tasa de limpieza y conservación para pasarlos a una fosa común. La brutalidad se consumó hace unos meses sin siquiera notificar personalmente a los familiares, que se enteraron de la medida cuando fueron a ofrendar a sus muertos, según relataron a ANALISIS. Entre los afectados aparecen los primeros pobladores y fundadores de la localidad, cuyos nichos habían sido comprados a perpetuidad y explícitamente exceptuados de la tasa que se fijó varias décadas después. Desde el municipio argumentan que los nichos estaban abandonados y que necesitaban los lugares por la falta de espacio en el superpoblado cementerio.
A lo largo de su historia, el hombre occidental ha cumplido siempre con ciertos rituales relacionados con la muerte aunque su actitud ha ido cambiando con el correr del tiempo. Pero algo que permanece es que se trata de un tema tabú para las sociedades. Ritos, cultos, simbologías y distintos emblemas culturales giran alrededor de la muerte y de la necesidad milenaria del duelo como una reacción melancólica más o menos espontánea o impuesta según las épocas frente a la pérdida de la persona amada. Pero esos ritos funerarios, si bien tienen una esfera íntima y privada, han requerido y logrado también una tramitación pública, a nivel de la comunidad, es decir, un marco de respeto social. Así, en Atenas, durante la primera mitad del siglo IV, cobró difusión el uso de inscripciones funerarias claramente escritas de manera de favorecer su lectura pública. Todo ciudadano tenía derecho a un epitafio donde figuraran los datos de filiación y el lugar donde había muerto. Con el correr del tiempo eso se fue restringiendo a las elites que ejercían el control, mientras que el uso de la escritura tanto como de los lugares de sepultura se volvían más selectos. Es decir, a los pudientes se les reservaba el ámbito de las iglesias y los cementerios urbanos, mientras que a los pobres les quedaban las fosas comunes. De ese modo, ni siquiera la muerte trascendía a las clases sociales, ni siquiera la muerte llegaba a uniformar a todas las personas, a volverlas iguales. En la actualidad, los cementerios todavía mantienen esas distinciones, con los nichos y panteones familiares para los pudientes, y lo que se denomina sector de indigentes, más frío, lúgubre y dueño de una tristeza sin igual. Pequeños pueblos o grandes ciudades mantienen esa separación entre ricos y pobres.
En ese marco, los negocios que puedan realizarse alrededor de los muertos siempre despiertan polémicas y rechazos sociales. Pocos recuerdan, por ejemplo, aquel proyecto de remodelación que pretendió llevar adelante la Municipalidad de Paraná en 1937 para la transformación del camposanto en un cementerio jardín. La iniciativa llegó a tener un grado de avance importante y hasta se alcanzaron a delinear los planos sobre como sería, hasta que el rechazo social por lo que sucedería mientras se ejecutaba la obra con quienes allí estaban inhumados fue suficiente para abortar el proyecto.
Setenta años después, María Grande vive una intensa polémica por la decisión de desocupar parte de las galerías más antiguas de nichos del cementerio municipal correspondiente a vecinos inhumados entre 1932 y 1970 para poder vender nuevamente los nichos y cuyos restos fueron enterrados sin avisar a los deudos en una fosa común, en la parte posterior del predio bajo la excusa de que registraban moras de muchos años en el pago de la tasa de limpieza y conservación.
María Grande es una pequeña localidad del departamento Paraná ubicada unos 85 kilómetros al norte de la capital provincial por la Ruta Nacional 18. El último censo nacional de población registró que en 2001 tenía 6.881 habitantes. Atribuye su nombre a María Garay, hija de don Juan de Garay, primer propietario de esas tierras ubicadas en la horqueta de la Cuchilla de Montiel. Resulta que por aquellos años apareció otra María, también hija de Garay, menor que la anterior. De esto se deduce, que basado en este nombre, se denominó con uno de ellos el arroyo que nace en esta zona, y por ende, al poblado “María Grande”. Aunque su nombre figuraba, en 1783, como “Pago de María”, de acuerdo a un censo realizado por el reverendo José María Cabrieros. En otro tiempo fue ruta obligada entre Paraná y Villaguay y las picadas y sendas de sus montes eran el camino que recorrían las galeras que hacían el comercio de transporte de pasajeros y encomiendas.
El primer poblador, don Pascual Ríos, se instala en 1903; un año más tarde llega Víctor Estremero y luego las familias Morelli, Santichi, Deganis, Mastaglia, Campi y Scetti. La actividad agropecuaria se transformó en el motor de economía de un pueblo que crecía forjado por el trabajo de inmigrantes alemanes, italianos, españoles, judíos y también algunos árabes. La zona se transformó es una de las de mayor producción a partir de la llegada de las firmas Stagnaro y Solari, provenientes de Cerrito, que instalan un centro cerealero y construyen el primer galpón grande en el poblado. Hoy, muchos de estos apellidos aparecen entre aquellos cuyos restos fueron desterrados de sus nichos.
Esta historia comenzó hace más o menos un año, cuando en varios nichos de las galerías 1 y 2 sector sur del cementerio municipal de María Grande aparecieron notas en las que se comunicaba a los responsables que a partir de noviembre deberían “regularizar la deuda que mantiene con el municipio por los derechos de mantenimiento y limpieza”, y se advertía que “en caso contrario se tomarán las medidas necesarias para hacer efectivo el cobro de las mismas”. Para ello, se los convocaba a presentarse personalmente o comunicarse a los teléfonos de la Municipalidad. Luego, el 23 de noviembre, el intendente Diego Lara (PJ) y el secretario de Gobierno, Obras y Servicios Públicos, Mario Aníbal Ferri -que sirviera a la última dictadura militar entre 1981 y 1983-, firmaron el Decreto Número 190/05, a través del cual se dispuso citar “por tres veces mediante la publicación de edictos en medios de difusión escritos, radiales o televisivos de la zona, para que en el término de 15 días desde la última publicación concurran a la sede de la Municipalidad de María Grande los familiares o responsables de nichos en el cementerio municipal, a fin de que regularicen la deuda en concepto de derecho por limpieza y conservación que adeuden los mismos de acuerdo con el Código Tributario Municipal (parte especial) y Ordenanza General Impositiva Anual”. La referencia aludía a compromisos que se registraran “por un período mayor a los 20 años”; y se indicaba que “en caso de no regularizarse la deuda por no presentarse familiares o responsables, vencidos los plazos, se procederá a la exhumación y reducción de los cadáveres”. En los considerandos del decreto se aludía también a “la gran cantidad de nichos en estado de abandono desde hace muchos años” y a la intención de “dar un trato igualitario a todos los nichos en cuanto a las obligaciones que sobre ellos pesan de modo de ser justos y equitativos”. Pero se omitió explicitar a quiénes se refería. Los nombres de los deudores no aparecían en ningún lado, ni en el decreto, ni en el edicto publicado una vez en el semanario El Observador del Litoral, de Crespo, ni en las emisiones radiales.
Un buen día 29 nichos -algunos con hasta dos y tres féretros en su interior- aparecieron con cruces rojas pintadas a la cal. Eran los que serían retirados. A partir de un informe emitido por la División Rentas del municipio, el Departamento Ejecutivo emitió el Decreto Número 043/06, fechado el 12 de abril, a través del cual se dispuso la caducidad de uso de los nichos, por lo que se disponía la inhumación de los restos de 37 personas en una fosa común en la denominada zona de indigentes, detrás de los baños del cementerio. Allí constaban los nombres de Alicia Aguilar (Nicho 17, inhumada en 1942); Vicentina Calvetti (Nicho 28, 1940); Eduardo Campi (Nicho 13, 1955); María y Eficia Campi (Nicho 14, 1937 y 1969); Calixto Cardozo (Nicho 117, 1966); Doroteo Carrere (Nicho 23, 1942); María de Dalmasso (Nicho 75, 1964); R. G. Degani (Nicho 8, 1959); Lino De Gani (Nicho 6, 1942); Melitona De Ganis (Nicho 19, 1937); Santos Ganis (Nicho 19, 1933); Miguel Giacomello (Nicho 32, 1939); Amancio Godoy (Nicho 171, 1967); Francisca Godoy (Nicho 175, 1959); Margarita de Gómez (Nicho 40, 1946); Domiciana González (Nicho 116, 1966); Javier González (Nicho 74, 1950); Gerónimo Ledesma (Nicho 43, 1944); Andrés Montaño (Nicho 29, 1945); Juana Montaño (Nicho 30, 1939); Lorenzo Paira (Nicho 5, 1970); Rosa Romero (Nicho 6, 1931) Luisa Rodríguez (Nicho 72, 1950); Damasso Ruiz (Nicho 19, 1937); Adolfo Saccani (Nicho 50, 1957); Fortunata e Israel Saccani (Nicho 12, 1934); Leonilda, Elisa y Eduardo Schubert (Nicho 3, 1932, 1944 y 1948); Felipe Scolaris (Nicho 163, 1968); José Sobrero (Nicho 8, 1959); Juan Spais (Nicho 100, 1956); Agustín Suárez (Nicho 150, 1966); y Julio y Natividad Zunino (Nicho 112, 1955).
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
