El señor de los números

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Biografía no autorizada de un ministro de Economía que trasciende una gestión

Jorge Riani

No es político ni nada que se le parezca. Cultiva un perfil tan bajo que hasta parece pesarle la continuidad al frente del Ministerio de Economía, Hacienda y Finanzas de Entre Ríos. Diego Valiero es el único entrerriano con un puesto seguro en el gabinete del gobierno que asumirá en diciembre. Reivindica el perfil de custodio de los libros, pero alejado de la toma de decisiones que determinen un perfil de gestión. “Cuando asumimos no había margen para hacer una política activa a nivel de economía”, admite. Testigo privilegiado de los números de la provincia, el titular del área económica certifica con sus palabras la falta de federalismo. “La Ley de Coparticipación -observa- está distorsionada, y así es como recibimos menos de lo que deberíamos. Es decir que hay una clara pérdida de recursos de parte de las provincias”. Sueña con volverse a trabajar en el campo de sus padres, en Gualeguay, y le sale la palabra “sacrificio” cuando se le pregunta por la prolongación de su gestión. Dice que Sergio Urribarri no opina sobre las decisiones que se toman hoy y que afectarán mañana, y revela lo que la dirigencia política oficialista teme decir: la Nación adeuda millones a la provincia y no contribuyó financieramente con Entre Ríos frente a la reciente catástrofe de las inundaciones. La franqueza de sus dichos sirve también para pintar su perfil. Historia del chico de 18 años que ingresó a armar expedientes y se convirtió en el ministro sostenido del poder político más fuerte desde la llegada de la democracia.

Es el nombre de la continuidad. El único funcionario con puesto asegurado en el futuro gabinete y la prueba palpable del nivel de incidencia en las políticas públicas de Jorge Busti allende el 10 de diciembre. Diego Valiero es ministro de Economía y su persona encerrará un mérito inédito en los últimos tiempos institucionales: ser el único titular de la cartera de Hacienda que trascienda una gestión.

La confirmación de permanencia del equipo económico comandado por Valiero es la ratificación de un estilo en el que la figura del tradicional ministro de Economía sucumbe ante la del contador prolijo, responsable pero con incidencia casi nula en el perfil de una gestión económica.

Esa es una definición que al mismísimo ministro no le sorprendería. “En la provincia no se hace tanto de economía, sino que lo que estamos haciendo nosotros es el manejo de la hacienda y las finanzas provinciales. Es decir que atendemos todo lo que hace al margen interno del presupuesto y todas sus consecuencias”, admite.

Ocupar el principal sillón de la cartera de Hacienda, significó para el contador Diego Valiero coronar una carrera que inició a los 18 años creando expedientes en la estructura de la vieja Contaduría, que era el núcleo central sin ningún tipo de direcciones administrativas. Ingresó por concurso en 1973 cuando el Poder Ejecutivo había sido arrebatado por Ricardo Favre, y desde allí comenzó a cimentar una trayectoria que lo ubicaría como el último referente de una serie de cuadros de conocimiento técnico-financiero que terminaron de irse de la esfera de la administración pública con los retiros voluntarios y jubilaciones anticipadas instrumentados por los últimos gobiernos constitucionales. De todos ellos quedó Valiero y fue para asumir como ministro. Antes conoció los peldaños que significó ser jefe de división, jefe de departamento, contador auditor. Desde este lugar, en 1981 era el responsable de recopilar la información financiera que se enviaba al poder central en Buenos Aires. La irrupción de Busti en el escenario provincial coincidió con los ascensos del funcionario de carrera y así, en 1988, Valiero pasó a ser coordinador financiero en la Tesorería. Un año más tarde ya era tesorero general; en 1995 quedó como contador general de la Provincia y ese fue el salto que le permitió calzarse el traje de ministro.

El sacrificio

Con la designación de Valiero, el gobernador saldó tres cuestiones para su gestión: evitó la reincidencia de poblar con nombres cuestionados los lugares clave del área de Economía, se aseguró el trabajo en favor suyo de un conocedor nato de los números que radiografían la real situación provincial y le dio cabida a un técnico de perfil bajo que no aspira ni a reclamar el manejo de recursos especiales ni a explayarse sobre el perfil de desarrollo que debiera tener una provincia. Pero para el poder de turno y el que venga, ese perfil de funcionario tiene la contracara de que se trata de un hombre que valora la vida en el llano. “La verdad es que si pudiera estar trabajando en el campo… me gustaría”, dice como expresión de máxima libertad.

Las imágenes de su ciudad le vienen a la memoria cuando la tarea asfixia con los tiempos de la política que un técnico ve como caprichosos e inconvenientes. “Mi padre fue comerciante, mi madre tenía chacras y siempre pensé que en algún momento podría irme a allá. Cuando me agarra la locura pienso: me vuelvo”, le revelará a ANALISIS con la seguridad de quien sabe de qué habla.

Niega con palabras casi insinuadas que haya amagado con renunciar en más de una ocasión. Esquiva tener que contradecir las historias que dan cuenta de que nunca se adaptó a los llamados fuera de hora, ni a las respuestas apresuradas a un artículo crítico que le demanda el gobernador.

La palabra que usa el ministro para referirse a su continuidad es sacrificio. “Significa un sacrificio en el sentido de que personalmente a mí me gusta cambiar. El hecho de llegar a esto está potenciado porque he tenido la oportunidad de aprender y comprender distintas vivencias en la administración. Quizás un período más uno lo puede aguantar, pero soy una persona que no me gusta estar en el mismo lugar por mucho tiempo. Venir todos los días a la misma oficina, ver los mismos colores, atender los mismos problemas. Quizás convenga ir a otro lado para tener una comprensión desde otra perspectiva”, revela como quien relata un anhelo.

Diego Valiero no ha aprendido la lección número uno del buen político. Quizás por eso le cuesta escabullirse por los senderos de las mentiritas y termina siendo franco. El hombre dice no pocas cosas para ser un ministro de Economía, y eso es tierra fértil para lanzar una pregunta.

–En el lugar que usted ocupa, ¿se siente lo que suena como una crítica muy firme a los gobiernos nacional y provincial sobre la falta de federalismo? Digo, esto de tener que ser, más que ministro de Economía, algo así como un embajador de buenas costumbres frente al poder para seguir siendo beneficiado.
–En el caso de las provincias, y esto no está referido a la actual gestión nacional, vemos que existe un inconveniente en el sistema que está instalado desde hace bastante tiempo. Un sistema que viene con algunas modificaciones a través de los sucesivos convenios y pactos que estaban referidos, en mi visión personal, a una situación del momento en pos de salvaguardar la situación de unidad nacional o de defender el gobierno nacional. Pero más allá de ese tipo de anhelos que se tuvieron en cuenta, se celebraron determinados convenios en los cuales se modificó la ley original de coparticipación. Entonces hoy esa ley original de coparticipación se ha visto distorsionada. Así es como, de lo que tendríamos que estar recibiendo, recibimos menos. Es decir que hay una clara pérdida de recursos de parte de las provincias. O si lo quiere ver de otra forma, las provincias colaboraron aportando recursos por un determinado tiempo y ahora creemos que debe revisarse esa real situación porque las provincias, en su gran mayoría, tienen problemas derivados de la necesidad de cubrir servicios o de cumplir funciones esenciales: justicia, educación, seguridad y salud. Esto requiere mucha inversión y demanda de mano de obra. Es como cuando en una familia los hijos se tienen que juntar para ayudar a los padres.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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