Luciana Dalmagro
Reconoce que la Justicia Federal no está preparada para la resolución de delitos complejos y cuestiona el pobre rol de la Policía Federal local. Roberto López Arango, el hombre que metió tras las rejas a Julio Godoy y a Oscar Mancuello, está a favor de la despenalización del consumo de drogas y asegura que no hay una política criminal seria ni se persigue a las organizaciones dedicadas al narcotráfico. “Los cargamentos son detectados por casualidad o porque se entregan entre ellos”, asevera.
-¿Considera que la Justicia Federal en Entre Ríos está preparada para esclarecer delitos complejos?
-No, pero no solamente en Entre Ríos. Hay casos para los que no estamos capacitados, ni preparados, ni entrenados y no contamos con la experiencia necesaria. Aprendemos de acuerdo a la experiencia y al importantísimo rol del fiscal, al que se le ha comenzado a dar relevancia recién a partir de 1994. Desde entonces, el Ministerio Público es un órgano extrapoder y se hizo bastante por la capacitación, pero antes el fiscal era una figura decorativa. Ocupé por años ese cargo y siempre fuimos la Cenicienta del Poder Judicial, sin tener siquiera una computadora a disposición.
-¿Qué otras falencias señalaría?
-La investigación tiene que tener una orientación, una meta clara. Y en Argentina no hay una política criminal, que es algo elemental. Tengo que saber qué busco, qué persigo, cómo, qué esfuerzo voy a poner, cuánto voy a gastar. Con el tema de que todos los delitos se persiguen tenemos una hipocresía absoluta. Se persigue lo que se puede, cómo se puede y hasta dónde se puede. El sistema judicial está complicado en todo el mundo, pero mal de muchos, consuelo de tontos. Tenemos que tener claro si perseguimos a ladrones de gallinas o si queremos desmantelar organizaciones.
-¿Y a quién se persigue actualmente?
-Lamentablemente, se persigue lo insignificante.
Roberto López Arango se reclina en un sillón verde ubicado simétricamente entre dos bibliotecas, debajo de un crucifijo dorado. Paredes y puertas color marrón claro albergan varios muebles antiguos y pesados: se destacan un juego de sillones, algunas vitrinas, un escritorio oscuro y una mesita auxiliar con un completo equipo de té. En un rincón, un enorme mástil con la bandera argentina.
“Pasame el uniforme”, pide el magistrado señalando un saco que cuelga del respaldo de una silla. Se lo pone y posa para el fotógrafo. Luego, vuelve a quedar en mangas de camisa. El clima del despacho es algo sofocante. La causa es una estufa rota que no puede apagarse y permanece encendida desde hace varios días. Es un hombre bajo y macizo, calvo, con bigotes y barba candado. Usa una camisa amarilla y corbata bordó. Mientras habla, se acomoda permanentemente el pesado reloj con cuadrante azul que, luego dirá, no funciona del todo bien ya que adelanta varios minutos.
-¿Cuál es la magnitud de las operaciones vinculadas al tráfico de estupefacientes que tienen lugar en esta jurisdicción?
-La importancia de los procedimientos se mide en relación con la cantidad de droga y la entidad de la organización que la comercializa. Los procedimientos más relevantes se producen en la Ruta Nacional 14 y, en cuanto a cantidad, se han detectado cargamentos de hasta 800 kilos de marihuana, por ejemplo. Pero se han desbaratado poquísimas organizaciones. Generalmente son controles camineros y se detiene al que conduce el vehículo y ocasionalmente a algún acompañante. Habitualmente son paraguayos, indocumentados, gente a la que le deben pagar unos pesos para transportar la droga. Nada más.
-¿Estos cargamentos son detectados por casualidad o hay tareas de inteligencia?
-Casi siempre por casualidad. Se hace un control selectivo, se detecta el clásico nerviosismo y se usan mucho los canes. Últimamente hemos encontrado muchos casos en los que la droga se envía en colectivo, mediante encomiendas. Sucede que ahora es legal la requisa de vehículos en la medida en que sea en controles de tipo general en rutas o caminos. Eso permite detener un micro, ir a la bodega y pasar un perro.
-¿Y qué pasa?
-A veces el que la lleva va en el micro. O si no se hace un seguimiento del destinatario y se logra detener a algún receptor, tras un seguimiento o una entrega vigilada. A veces se incauta el paquete y eso es todo.
-Entonces no hay tareas de inteligencia…
-Algo debe haber. No puede ser siempre casual que se detenga a determinado vehículo, pero sospecho que muchas veces son los mismos narcos los que entregan algún cargamento para despistar. A lo mejor pierden algunos kilos, pero pasan muchos más por el mismo lugar. Llama la atención que, por ejemplo, se lleve un cargamento de 300 kilos de marihuana, que significa mucho dinero, en un auto con problemas de papeles.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
