Gabriel Michi
Otro 7 de junio y los periodistas nos preguntamos si hay muchos motivos para festejar "nuestro día". Cada año se repite la misma pregunta. Y las respuestas son múltiples.
En principio hay que aclarar desde el vamos el debate sobre si hay o no libertad de prensa y, un poco más abarcativo, si existe hoy un ejercicio pleno de la libertad de expresión. En términos generales, mi opinión es que sí las hay, ambas. Todos, de alguna manera u otra, podemos expresarnos con libertad, aunque en materia de los medios la libertad de empresa sigue imponiéndose a la de prensa.
A nivel nacional, tenemos un gobierno que se ofusca con los periodistas críticos, que no le gustan los medios que no comulgan cien por cien con sus políticas, que no brinda conferencias de prensa y que, pese a haber sacado un decreto acerca del acceso a la información, no hizo lo mismo para empujar el proyecto de ley consensuado por decenas de ONG en el Congreso.
Pero, hay que decirlo, tampoco es un gobierno que haya perseguido -judicialmente y de otras maneras- a los periodistas, como sí ocurrió en
épocas del menemismo y que tuvo el episodio más grave con el asesinato de mi compañero José Luis Cabezas, el 25 de enero de 1997, ordenado por Alfredo Yabrán, un hombre con estrechos vínculos con el poder de aquel entonces.
Lejos de eso estamos, por suerte. Sin embargo, la situación no es ideal, y los medios muchas veces se autocensuran, por temor a represalias como, por ejemplo, la eliminación de la pauta publicitaria oficial.
Esto se agrava aún más en las provincias y también en los municipios, donde el ahogo financiero que puede resultar de la quita de la pauta de sus respectivos gobiernos puede ser letal, lo que lleva a esos medios regionales o zonales (y con ello, por supuesto, a sus periodistas) a esquivar temas polémicos que puedan complicar esas relaciones con el poder político.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)