-Mensaje. El ambiente previo hacía pensar que el mensaje anual del gobernador a la Legislatura provincial iba a ser un acto protocolar más. Como se sabe, casi siempre estos actos conservan rituales tediosos y monocordes. Como en alguna medida los fundamentos del mensaje anual son una especie de rendición de cuentas frente a los legisladores, que son los representantes del pueblo, en estas ocasiones los gobernadores se cuidan de no dejar de mencionar las cuestiones importantes de sus gestiones. En esta ocasión, Jorge Busti tuvo en cuenta los puntos salientes de su gobierno. Además de dar detalles de los tramos fuertes de la obra pública provincial, también puso de manifiesto consideraciones que fueron pilares de su mandato. De esa manera, se encargó de destacar que deja una provincia equilibrada, previsible y que su gestión se asentó en el diálogo con todos los sectores de la comunidad. El proceso de reforma constitucional ocupó una parte detallada y extensa del mensaje con enumeración de las diferentes secuencias hasta la sanción de la ley correspondiente. No deja de tener una fuerte carga de picardía la parte en que felicita a los legisladores que hicieron posible la apertura reformista, haciéndoles notar que con ese hecho “pasan a la historia”. O sea, que se den por bien pagados y que por lo tanto no aspiren a disputar lugares en la lista de los constituyentes.

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-Los afectos. Pero el estado emocional especial que domina al gobernador trasciende el tiempo del discurso ante la Asamblea Legislativa. En diferentes secuencias, algunos que frecuentan su entorno lo han percibido sensiblemente emocionado. En el caso de la asamblea del Teatro 3 de Febrero -algo que sucedió por primera vez en lo que va de esta instancia democrática, a partir de 1983-, desde su entrada el gobernador movilizó la sala con gestos de significación. Matizando el protocolo, hizo su entrada acompañado por el mandatario electo, pocas horas después de conocerse el primer enfrentamiento fuerte entre ambos por la confección de listas. Además, antes de subir para decir el discurso, caminó hacia la butaca y se abrazó con Sergio Urribarri. Así son las cosas. Las historias y las vivencias ponen a los protagonistas en situaciones impensadas. Es muy difícil que en su larga vida con Busti, Sergio Urribarri haya imaginado llegar a esta relación de gran tensión y a su vez de fuerte afecto. Está claro, es la primera vez que estos dos protagonistas se miran en una fotografía donde uno es el gobernador y el otro gobernador electo, en un marco solemne como el del teatro y en una ceremonia de tales características, como lo significa la apertura del período de sesiones ordinarias. Se puede decir que estas pujas surgen hasta en forma natural. Hay un gobernador que llega porque otro se va. El que se va deja de ser la principal figura de la provincia y por lo tanto tiene que resignar un lugar de privilegio político que no tiene parangón. Las relaciones que se establecen a partir de esas ubicaciones no son fáciles y más si se toma en cuenta tanto la entidad de los protagonistas como el momento político en que tiene lugar. La sociedad y por lo tanto también la política tienen en estas épocas una fluidez vertiginosa.

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-El gobernador del gobernador. Lo que sucedió después es otra historia, pero de todas maneras el relato sirve para ver que la realidad que se vivía a fines del segundo mandato de Busti era muy distinta a lo que acontece en estas circunstancias. El nivel de expectativas favorables en este mandato es inédito para el caudillo concordiense y este atractivo de su gobierno hace difícil el repliegue. El devenir de la política y en especial en el justicialismo muchas veces se hace despiadado. Ese sostenido nivel de expectativas favorables fue insuficiente para quebrar el mandato constitucional que impide la reelección del gobernador en ejercicio. La habilitación de la reforma constitucional se hizo realidad días después de que la ciudadanía había elegido nuevo gobernador. Es decir, quedó habilitada luego de dejar sin chances de disputa a Jorge Busti. De su propia decisión y de las filas justicialistas surgió Urribarri como sucesor, hecho que fue ratificado en las urnas el 18 de marzo con un 48 por ciento de la voluntad ciudadana. Ya definida la nueva situación, Busti ha entrado a dar cuenta de que la prosperidad económica que vive el país y que ha sido el soporte de la consideración positiva de su gobierno puede prolongarse y bendecir igualmente la gestión del ex ministro de Gobierno. Busti es hijo y padre del justicialismo entrerriano y sabe que en ese territorio la disputa por el poder no reconoce ángeles ni piedades. De ahí en más, la ansiedad porque el liderazgo se le escape de las manos es una obsesión que le carcome la cabeza. Los ratones se le agitan hasta en cosas triviales y carentes totalmente de sentido. Es claro, desde hace mucho tiempo que Busti hizo uso y abuso de la fidelidad que le profesaba Urribarri.

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-La vigencia del desguace. En un contexto más terrenal y cotidiano, en Entre Ríos se siguen viviendo decisiones que hacen pensar que el tiempo no pasa. Por fuera de la crítica muchas veces despiadada de un progresismo liberal, no se puede desconocer que a partir de la Presidencia de Néstor Kirchner es fácil dar cuenta de que la política nacional de desguace de los servicios que presta o controla el Estado ha quedado en el tiempo. La política del gobierno provincial frente a la Estancia El Quebracho más que de desguace es de descuartizamiento en función de intereses corporativos. Cuando privatizaron el Frigorífico Santa Elena en 1991 y las demás empresas del Estado el gobernador Busti esgrimía como principal argumento el déficit de endeudamiento creciente de esas empresas. La privatización era una forma de resolver ese déficit que afectaba el bolsillo de coprovincianos. En este caso no existe ese argumento pues el predio que se vende pertenecía a la Escuela Número 151 Agrotécnica. Por el contrario, este asentamiento educativo, la Escuela Agrotécnica 151, es un verdadero emblema en la línea de considerar el gasto educativo no como gasto como lo hacen los economistas neoliberales, sino como inversión. La escuela cumple una función realmente productiva en cuanto forma técnicos, que una vez recibidos pueden prestar un servicio calificado en la producción agrícola ganadera en cualquiera de sus variantes, además de ser un campo de experimentación de emprendimientos productivos novedosos. Pero es claro, estas valoraciones sobre el papel que cumple la Escuela 151 en el plano productivo y educativo es realmente una cuestión poco menos que extraterrestre dentro del manejo punteril de la gestión de Jorge Busti y su secretario de la Producción, Daniel Welschen.

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