Claudio Gastaldi
(desde Concordia)

Salvo la derecha política-económica, la Curia y algunos medios poderosos que produjeron confusión entre quienes creen que es imposible ser progre si no se es opositor, el resto de la sociedad sabía que no existía una propuesta mejor y con posibilidades reales de ganar, que no fuera Cristina Fernández de Kirchner.

Las únicas críticas que podrían ser calificadas como razonables y con una visión progre fueron las formuladas por el cineasta y candidato de último momento, Fernando Pino Solanas, el resto de los cuestionamientos representaban una verdadera vuelta atrás. Desde la representada por el referente sindical de los grandes grupos económicos y de lo peor de las Fuerzas Armadas, el ex ministro Ricardo López Murphy (que tuvo su merecido), hasta la cruz intimidante y apocalíptica de Elisa Carrió que prometió devolverle la dignidad a los militares en el medio de los juicios que intentaban poner tras las rejas a torturadores y asesinos. Todo un mensaje para la derecha que, rápida y entendedora apostó a ella todas las fichas para lograr la segunda vuelta. Un dato que, para corroborarlo, basta recorrer los resultados de 2003 y compararlos con esta. Se podrá observar que la suma de sus votos con los de López Murphy, descontados los que El Buldog obtuvo en esta ocasión, da como resultado guarismos similares a los que obtuvo Carrió ahora.

Esas o un radicalismo en descomposición (que encontró una copia de los resultados económicos de este gobierno en Roberto Lavagna), eran las opciones. Hacía falta un esfuerzo intelectual muy impresionante para sostener que tales propuestas o el esperpento decadente del menemismo podían ser mejores para este país.

Con ese panorama, el resultado del domingo solo podía sorprender a un despistado, a la desmemoria crónica de vastos sectores de esta sociedad y a muchos de los que habitualmente votan a perdedor y que, esta vez, veían que su votito se entreveraba con la avalancha mayoritaria y no lo podían creer. No es que este gobierno sea pura virtud, sucede que el domingo logró plena vigencia la frase de Juan Domingo Perón: “No es que seamos buenos, es que los otros son peores”.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)