A. M.
Tristeza, melancolía, resignación y un sinfín de sensaciones embargaron este fin de semana a los paranaenses que hasta el año pasado hicieron del maratón más largo del mundo de aguas abiertas una cita casi impostergable y que en los últimos tiempos se había hecho ineludible para el calendario de la Federación Internacional de Natación (Fina).
Es que pasó el domingo y pocos recordaron que justo ese día, a eso de las 19.30, los Colosos del Río, tal y como se los ha denominado en reiteradas ocasiones, arribarían al Balneario Municipal de Paraná y chocarían una de sus manos con el pontón de llegada, en lo que debió ser la 15ª edición del Maratón Hernandarias-Paraná. Lamentablemente, y debido a la impericia de los funcionarios municipales que cesaron sus servicios el pasado 10 de diciembre, la prueba no vistió este año de fiesta al majestuoso río Paraná, que extrañó a sus hijos dilectos, esos que año a año recorren los 88 kilómetros brazada a brazada en la competencia más larga que existe en el planeta en lo que a competencias acuáticas refiere. Lo más triste de todo es la incertidumbre respecto a si nuestras costas volverán a gozar de semejante espectáculo. Muchas son las razones, entre ellas las económicas, y la más complicada: la extensión de la prueba, ya que la Fina planea eliminar las competencias denominadas ultramaratones.
Malditos dólares
Es complicado que la política y el deporte caminen de la mano y más aún que en ese tenso andar nos se generen malos entendidos. Es más, muchos se equivocan al confundir la política deportiva con el asistencialismo deportivo. Nada tan lejos de la realidad. Es por esto que la mancomunión se torna muchas veces una utopía y los cortocircuitos son casi moneda corriente.
Sucede que cuando la política entra en el terreno deportivo comienzan los enfrentamientos dialécticos, que poco hacen por resolver las vicisitudes y los inconvenientes que presenta el deporte en el país. Con esto solamente se consigue desviar la atención de lo que realmente interesa: acordar un trabajo mancomunado, o al menos sin tantas trabas desde el eje opositor.
Cuando esto pasa, el fuego cruzado se transforma en disciplina deportiva y de poco sirve, porque en el caso que nos compete, el maratón Hernandarias-Paraná deberá esperar, al menos un año más, para que Paraná vuelva a aparecer en los primeros planos del deporte internacional.
Afirmar que la gestión de Julio Solanas al mando del municipio paranaense dejó en estado calamitoso a la capital entrerriana no es ninguna novedad. De más está decir que, obviamente, el deporte no permaneció ajeno a esta triste realidad y un claro ejemplo es la deuda que dejó el Comité Organizador del maratón más largo del mundo con la Fina, la cual data de la edición anterior realizada el 21 de enero de 2007. La deuda de 5.000 dólares que quedó dando vueltas el año pasado no se pagó a tiempo para lograr el derecho de admisión al calendario y como no podía esperarse de otra manera, el fixture se armó sin Paraná.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
