Claudio Cañete
La periodista, locutora y escritora Bibiana Artázcoz presentará su primer libro, titulado Mudanza de olvidos, un viaje a las maravillas de un tiempo que se fue y que con una mirada despojada de melancolismos, rescata el encanto de antiguas costumbres de esta sociedad. La publicación es otro proyecto financiado por el Programa Identidad Entrerriana (gobierno de Entre Ríos - CFI). La autora anticipó detalles de su obra y de las motivaciones que la inspiraron, en dialogo con ANALISIS, antes de su presentación, que será este viernes a las 20 en el auditorio Rodolfo Walsh, de la Facultad de Ciencias de la Educación (Buenos Aires 389).
Es como si alguien abriera un armario al que hace mucho tiempo no se revisa. No bien se abren sus puertas se caen encima del desprevenido explorador una catarata de estampas. Cada una de ellas un fragmento de tiempo, ansiosas de respirar por tanto encierro acumulado. Muñecas de trapo, frascos de gomina, viejos retratos, terroncitos de azúcar, mantillas, ballenitas, la famosa cabeza rapada de Geniol, tinteros, sifones, libretas de ahorro, fotos (de un colchonero, un almacenero, un sastre, mujeres vistiendo estricto luto y otros más). Así podrían graficarse las sensaciones que despierta el libro Mudanza de olvidos, de Bibiana Artázcoz, que será presentado este viernes.
Una prosa ágil, urgente, con la impronta de guión radial y la calidez de alguien que encontró la clave para hablar de sus sentimientos y buscar en el lector una suerte de cómplice para que abra los suyos.
El peregrinaje de sus padres en busca de mejores condiciones laborales la hizo recorrer un vasto itinerario que va desde su Chascomús natal, pasando por Chivilcoy, Santa Fe, Rosario y Paraná. “Con el tiempo sumé tantos desarraigos como visiones distintas de paisajes que me tocaban en suerte. Estas sucesivas mudanzas de cosas y gente generaron un raro sentido de pertenencia y un mapa de afectos fragmentado por etapas: la infancia, la adolescencia, la juventud y el resto. En cada una de ellas no practiqué el para siempre, sino el ya me voy. Este peregrinar fue lo que me permitió conocer experiencias y afectos de gente con acentos y rasgos distintos, cuya entrega enriqueció mi equipaje. Creo, a esta altura de los acontecimientos, que lo que pudo mitigar el dolor de tantos desprendimientos, de adioses acumulados, de orfandad de terruño, fue esa inquietud que apareja todo presente y esa urgencia por probar lo nuevo. Mudanza de olvidos quiere retratar, por un lado, ese binómico estado perturbador de todo aquel que atesorando un pasado vivido palpita a su vez una actualidad efervescente. Y por otra parte desentrañar esa impresión de abandono de lo que ya fue porque no sirve. En cada mudanza, hay objetos que suelen quedar dentro de la casa vaciada y nunca más se vuelve a reclamar por ellos. Se dejan por muchas razones: porque no son adaptables, porque dejaron de funcionar, porque sufrieron reemplazos, o porque molestaban. Los ‘olvidos’ de este libro son aquellos que aún se evocan con nostalgia, se los anhela, se los rescata de su polvorienta soledad, con el convencimiento de que pertenecen definitivamente a un mundo de realidades lejanas”, explicó la autora en diálogo con ANALISIS.
En la charla, quien conduce diariamente el noticiero del Canal 6 del sistema de cable de Paraná, antes que nada hace una advertencia. “No es una mirada melancólica, bajo el conocido precepto que dice que todo tiempo pasado fue mejor. No, nada de eso. Se trata de la descripción de un tiempo que se fue. Era otra cultura con una organización familiar que ya no está y un espacio público que tenía otra jerarquía (quizás devaluado ahora por la violencia). Además, describo cosas que viví y otras que no -que fueron anteriores-, para lo cual me sirvieron los testimonios de otros memoriosos”, agregó.
En las páginas del libro, relatos breves sumergen a quien los lee en las particularidades que envolvían a los mostachos en los hombres, el luto en las ropas durante años, la palabra de honor empeñada; finamente alternados con otros recuerdos más domésticos como el neceser, la sortija de la calesita y el buzón.
“Por supuesto, no está todo, hice una selección de cosas donde primó el corazón, las emociones de la infancia vivida. Y así fui sintetizando con otra mirada cada objeto en cuestión”, comentó la periodista.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
