-La situación institucional. Mucho se habla de la situación nacional en el sentido de que el gobierno nacional ahora comandado por Cristina Fernández impone una concentración de poder que envilece la vida institucional de la República. Es indudable que los Kirchner extienden hasta límites infinitesimales las demarcaciones institucionales para no caer en un autoritarismo liso y llano. Pero aun dentro de ese marco de tensión nadie puede negar que en la vida política nacional se viva un clima de intensos debates sobre cada paso que recorre la República. En Entre Ríos no sucede nada de eso. La vida política transita en un vacío de debates. Es cierto que el conflicto agropecuario gravita lo suficiente como para no dejar lugar a otro tipo de preocupaciones, pero de todas maneras existen cuestiones que tendrían que involucrar a la sociedad y sin embargo pasan totalmente inadvertidas. No es un hecho menor que la provincia tenga en plena marcha un proceso de reforma constitucional. La convocatoria a una Constituyente no es un hecho de todos los días; por el contrario, compone un acontecimiento histórico en tanto sus normas van a determinar en los niveles más generales la convivencia de los entrerrianos.
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-Interna de internas. Este achatamiento del debate público, la ausencia de tendencias que vigoricen las discusiones, lleva a que el acontecer de la política pase fundamentalmente por carriles burocráticos, con poco contacto con la sociedad. Por eso, cada día que pasa quede mejor graficado que en Entre Ríos oficialismo y oposición se encuentran concentrados fronteras adentro del Partido Justicialista. Que este juego se realice en los límites del justicialismo no quiere decir que las disputas queden acorraladas en esos límites. Una virtud del justicialismo hace referencia a cómo resuelve sus disputas de poder. Lejos de reducirlas a juegos de pasillo, cada cual se las arregla en hacerlas públicas como para que la sociedad, aunque más no sea, tome noticias de lo que está en
disputa. A su vez, por más componente personal que tengan las luchas intestinas, casi siempre las maquillan con los problemas que enfrenta la sociedad.
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-El radicalismo y el progresismo. En ese sentido, analizar minuciosamente lo sucedido en el Congreso Radical de ninguna manera es una cuestión ociosa. ¿A qué se debió que el centenario partido -como les gusta decirse- quedara sin quórum en su Congreso? Si eso tuvo que ver con una actitud deliberada por la posición asumida por algunos de sus fragmentos es realmente incomprensible. Pero no es menos grave que la razón de no poder sesionar se debió a la simple no concurrencia de sus congresales. En alguna medida ésa fue la razón que deslizó el presidente del partido, Raymundo Kisser, cuando señaló que en el futuro los radicales tienen que ser más responsables al elegir a los congresales. Por una u otra razón, es evidente que lo que falla es la ausencia de una compactación interna que estimule al afiliado a participar. Para colmo, en lugar de pararse y reflexionar sobre las causas de su crisis partidaria, sacan declaraciones sumamente ofensivas frente a conflictos que en su momento, siendo gobierno, no supieron resolver. Las declaraciones del diputado nacional Gustavo Cusinato en ese sentido, más que ofensivas suenan extravagantes.
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-El progresismo. De todas maneras, con toda seguridad, donde más queda marcado el personalismo como argumento principal de disputa política es en la franja del progresismo. Las rencillas que se dieron en el proceso electoral de marzo y luego en las presidenciales de octubre se perpetúan en la Constituyente. Los dos integrantes del bloque Coalición Cívica-Partido Socialista que forman parte de la Comisión de Control del Estado, Santiago Reggiardo y Emiliano Acharta, votaron divididos al momento de elegir autoridades. La banca en la Cámara de Diputados de Lisandro Viale poco y nada ha servido para articular un espacio progresista unido y con solvencia en una apuesta alternativa al dominio del justicialismo. Esa posición estrecha y mezquina que en mucho marcan los pasos tanto de Viale como de Reggiardo, da como resultado que el ex diputado provincial, Manuel Fortuny, encabeza en la provincia la lista que a nivel nacional lidera Jorge Rivas.
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-Las movidas. En este contexto, el Partido Justicialista poco menos que se florea y se da el lujo de ser oficialismo y oposición a la vez. Dentro de esta lógica es importante destacar las sutilezas con que Jorge Busti juega cada movimiento interno. Fueron varias las razones que motivaron al ex mandatario a mover las piezas en un sentido de dejar al gobernador Urribarri con el respirador artificial. Busti daba cuenta de que en la dinámica puesta por el kirchnerismo en la reorganización del Partido Justicialista, su figura quedaba en el camino y Urribarri jerarquizado como el referente institucional más encumbrado. Es claro que dada la astucia con que se había desplazado Urribarri en el orden nacional, la movida por parte de Busti tenía que ser cuidadosa si no quería quedar enfrentado en una confrontación lisa y llana con el matrimonio Kirchner. Por eso, recién se entusiasmó en pasar a la ofensiva cuando el conflicto planteado por el ruralismo tomó cuerpo. Incluso, más recientemente Busti siguió manejando sus movimientos con astucia, por eso salió al frente a contestar al gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, cuando éste radicalizó su posición frente al gobierno nacional.
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