¿Cómo es la formación de los abogados que ejercerán su profesión en la provincia? ¿Cuáles son las perspectivas de las universidades sobre los futuros profesionales? ¿Hasta qué punto las diferencias de los contenidos entre una universidad y otra son conciliables? Éstas son algunos de los interrogantes a los que referentes de diferentes casas de altos estudios contestaron. ANALISIS repasó los planes de estudios y dio cuenta de las dos corrientes de pensamiento que definen a quienes se ponen la toga.

Federico Malvasio

“Serás lo que serás, o sino serás abogado”. El número de profesionales en Ciencias Jurídicas y Sociales suele ser justificado con esta frase, aunque los detractores de esta opinión descartan que la abogacía sea una profesión residual ante la falta o conocimiento de vocación de quienes deciden encarar el mundo universitario. La respuesta al incremento de personas que deciden estudiar Derecho tiene varias respuestas. Algunas académicas y otras un poco más primitivas.

Con el abogado se produce ese tipo de paradojas, que hasta pueden ser utilizadas como variables para estudiar o entender algo así como el “gen argentino”. Clisés y preconceptos establecidos en la sociedad forman parte también del ámbito jurídico.

Por la zona, como quien dice, son tres las posibilidades para estudiar la carrera de abogacía: la Universidad Nacional del Litoral, la Universidad Católica Argentina Subsede Paraná y la Universidad de Concepción del Uruguay. Si bien en materias troncales los docentes suelen dictar clases en todas las casas de altos estudios, en cada una de ellas se pueden sustraer definiciones sobre temas tópicos en que se puede dilucidar la formación de un profesional.

En Entre Ríos no hay cifras exactas sobre la cantidad de abogados que se gradúan por año. La UCA no tiene estadísticas sobre su población estudiantil. Responsabilizan al “último cambio en el sistema” y por lo tanto no hay números. De todos modos, desde la casa de altos estudios se animan a estimar cifras. El cálculo lo sacan por la cantidad aproximada de alumnos que se reciben por promoción y que se toma entre el mes de septiembre y el mismo período del año siguiente. Quienes se reciben en Derecho suelen oscilar los 30. El número de ingresantes ronda entre 240 y 260. De esa población, “entre el 30 y el 35 por ciento son del interior”, aseguran desde la institución católica. En la UNL, la carrera de Ciencias Jurídicas y Sociales (como se la llama) recibió en 2007 a 2.178 estudiantes: 1.018 varones (46,74 por ciento) y 1.160 mujeres (53,26 por ciento). Durante ese año cursaron 7.703 alumnos, de los cuales 6.312 lo hicieron en carácter de presenciales, mientras que 2.039 a distancia. Se recibieron 513. Los datos se desprenden del Informe Institucional que la universidad elabora cada año. El dato faltante sería cuántos de esos 513 juran en esta provincia. Desde el Superior Tribunal de Justicia sólo se limitaron a decir que los juramentos se realizan el primer viernes del mes y el número promedio es de 30.

Elemental

Docentes de diferentes universidades coinciden en que no se puede retacear el saber científico que se pretende transmitir en el proceso de capacitación de quienes van a ser egresados, cualquiera sea la casa de estudios. Sabidas son las diferencias entre una universidad estatal y una privada, que generalmente es católica. De todos modos, los docentes sostienen que pese a la posibilidad de generar orientaciones o valoraciones en función de estructura de pertenencia, desechan el riesgo de perjudicar el cometido primordial que refiere a la adquisición sistemática del saber sobre la base de patrones científicos.

En una comparación de planes de estudio entre la UNL y la UCA, las diferencias son de carácter filosófico y religioso. Derecho Romano en la UCA es una materia, mientras que en la estatal sólo se la menciona en uno de los contenidos. Metafísica y Ética (segundo año) es otra de las materias que aparecen, como exclusiva, en el plan de la institución educativa privada. La siguen Teología Fundamental y Tratado de Dios (tercer año), Teología Moral (cuarto año) y Derecho Canónico (quinto año). Una especie de encuesta en la puerta de la Facultad de Derecho de esta capital muestra un escaso interés por el contenido del plan de estudios de una u otra casa de estudios.

La elección de estudiar en una universidad católica, en la mayoría de los casos, no responde a cuestiones de religión, sino “a una comodidad” en la organización académica. Ante la pregunta sobre si las materias religiosas inciden en la formación de un profesional algunos contestan: “Para nada”. Otros dicen: “Te queman la cabeza con la religión”.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)