A. M.
La violencia en los estadios de fútbol es un tema recurrente y son contados con los dedos de una mano los domingos en los que no se produzcan hechos o sucesos más vinculados con lo policial que con lo deportivo. Tanto dentro como fuera del campo de juego los ánimos se exacerban a la máxima potencia y allí comienzan los dolores de cabeza.
Casi siempre se juzga a los simpatizantes, a los dirigentes y hasta a los encargados de brindar seguridad por la violencia, que solamente empaña al deporte más popular en la Argentina. Pero muchas veces se omite el comportamiento de los futbolistas dentro del campo de juego, que lejos están de su comportamiento como profesionales y protestan todos los fallos, realizando gestos ampulosos que no hacen más que despertar el malestar en la gente. Nadie queda exento de responsabilidad, sino que cada una de estas partes, hasta con un pequeño granito de arena, genera violencia.
Esto pasa en cualquier competencia, desde el fútbol de AFA, pasando por la Liga Paranaense de Fútbol y hasta en el torneo más recóndito de algún pueblo de la geografía argentina. Lo que llama poderosamente la atención es lo recurrente que se están volviendo estos lamentables sucesos en la Liga de Paraná Campaña, una de las competiciones más importantes de Entre Ríos y sin dudas la que mejor remuneración ofrece a los jugadores foráneos, no por nada muchos paranaenses prefieren emigrar a ese fútbol antes que quedarse en el cada vez más alicaído balompié capitalino.
La competición doméstica en el departamento Paraná Campaña ya está en la instancia de semifinales y cuatro equipos lucharán por el título en la temporada 2008: Atlético Hasenkamp, que enfrentará a su homónimo de María Grande, y Arsenal de Viale ante Sarmiento de Hasenkamp.
Lamentablemente, el fin de semana la competición volvió a ser noticia pero por hechos que nada tienen que ver con el deporte, sino con la violencia desatada en dos de los cuatro escenarios donde rodó la pelota.
El cotejo que disputaban Atlético Hasenkamp y Litoral de María Grande terminó antes de tiempo, momentos después de que el jugador del Blanco mariagrandense, Ramiro Flores, tomara del cuello al juez Cristian Faraoni. El futbolista fue suspendido por un año por el Tribunal de Disciplina de la Liga. Además, en el partido que disputaron Atlético María Grande y Atlético Hernandarias, jugadores del Azul se enfrentaron con la Policía y posteriormente corrieron a uno de los uniformados (al agente Fabio Aumasana) y al alcanzarlo, lo agredieron.
No son hechos aislados, sino que han sido una constante a lo largo de la temporada y que se extienden de la anterior, cuando el Club Tuyango de Piedras Blancas fue desafiliado por dos años, tras la suspensión del partido que sostenían ante Arsenal de Viale, por la agresión del jugador Diego Gallo al árbitro del encuentro. Posteriormente los incidentes continuaron frente a la sede de la propia Liga, donde jugadores, simpatizantes y dirigentes le propinaron una feroz golpiza al juez Diego Tisler cuando llegaba al lugar.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
