Daniel Tirso Fiorotto
(especial para ANÁLISIS)
No hay agrupación gremial entrerriana, en ningún rubro, que se compare en volumen, identidad, rebeldía y crecimiento a la llamada Rojo y Negro, de los docentes. Cualquiera sea el resultado de las elecciones complementarias (si se concretan) del 11 de diciembre (que desentonan con la bien considerada democracia de AGMER), los rojinegros y los simpatizantes de esta corriente de cambio ya se ganaron un capítulo este año en el libro de oro del sindicalismo, a puro pulmón. Algunos dirigentes y funcionarios, coincidentes en su cándido empeño por tapar el sol con las manos, hurgan en pormenores que puedan desdibujar la renovación, y por ahora no lograron más que fogonear un movimiento que, con las patas en el aula, se apresta a marcar rumbos en la política general de los panzaverdes. Pero ¿qué cambia en verdad y de fondo, para los docentes y el resto de los entrerrianos, esta suerte de primavera?
La cuestión docente dejó de ser un asunto sectorial para teñir la vida de los entrerrianos.
La política en general acusará el impacto del avance, voto a voto, de la agrupación sindical Rojo y Negro –RyN- que está exhibiendo una construcción distinta, con buenos resultados.
Hay quienes pueden ver y no quieren, hay quienes no pueden ver, pero lo curioso del fenómeno es que llega no con fricciones sino con estribillos y banderas en alto. Lejos de ser una movida áspera, se pinta bien en las asambleas de debates firmes, en los encuentros de capacitación, en los fogones y los cánticos rebosantes de energía, de alegría, una vitalidad. Lo hemos constatado en las escuelas, en la calle.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)