Antonio Tardelli
No debe asustar el hecho de que el ex Presidente Néstor Kirchner la emprenda a discurso limpio contra los diarios y los canales de televisión. Más: definitivamente es preferible que el poder político, encarnado en la figura del mandamás del PJ, o bien en la de su esposa, la jefa de Estado Cristina Fernández, polemice en torno de lo que los medios publican o dejan de publicar. Peor sería que los ignoraran. Acusar recibo de lo mediático es un indirecto modo de dar por tierra con la acusación de autismo que les formula cierta oposición.
Al poder gobernante se le pueden reprochar muchas medidas vinculadas con la comunicación. Pero también es verdad que alguna prensa, hipersensible, magnifica reacciones oficiales como si el ejercicio de la libertad de expresión no acarreara el razonable riesgo de que mandatarios o funcionarios salgan a rebatir noticias u opiniones. El Estado democrático no debe tomar represalias –los gobiernos conservan todavía innumerables herramientas de castigo– pero puede decir lo suyo y está muy bien que lo haga. Que se dedique a otra cosa el periodismo que del poder sólo espera halagos.
Entre las cosas que hay que observarle al kirchnerismo se halla su demora para legislar en materia de medios audiovisuales. La Presidenta acaba de anunciar que remitirá al Parlamento un proyecto de ley de radiodifusión. Las anteriores insinuaciones chocaron contra los intereses que históricamente frenaron cualquier iniciativa en la materia, pero también contra la indecisión del propio gobierno, que no disimuló su temor a sufrir un nuevo revés luego del traspié que sufrió en el Parlamento cuando se votaron las retenciones móviles a las exportaciones de productos agropecuarios.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)