-El arte de cambiar bronca por voto. No es una novedad que la propuesta del Acuerdo Cívico y Social base sus posibilidades electorales en el entendimiento de que en la sociedad perdura el mismo estado de irritación que dominó en los cuatro meses de conflicto ruralista el año pasado. También en reiteradas oportunidades se ha marcado la diferencia entre una situación y otra. De todas maneras, la apuesta del Acuerdo Cívico resulta coherente. En ese sentido, si la situación de la sociedad fuera la misma que en 2008, el Acuerdo Cívico y Social tendría la mitad del camino recorrido y le estaría faltando la otra mitad. No basta con que haya un sentimiento generalizado de hastío y rechazo de la sociedad para que esa tendencia se exprese en una posición electoral de derrota del oficialismo. Al sentimiento de rechazo hay que acoplar una propuesta que reduzca la bronca. En este aspecto es bueno recorrer las elecciones de octubre del 2001, cuando el país renovó parcialmente la Cámara de Diputados y la de Senadores.
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-Las cartas de la seducción. Volviendo a Entre Ríos y al aquí y ahora, como ya ha sido dicho, la propuesta del Acuerdo Cívico y Social está hecha. En el razonamiento que se quiere hacer se toma como cierto que la impaciencia y el rechazo frente a la política del gobierno nacional y provincial siguen latiendo a lo ancho y a lo largo de la provincia y de lo que se trata es cómo canalizarla. Desde esa perspectiva se posa la mirada en el perfil del primer candidato, Atilio Benedetti. Al contrario de lo que se piensa en la cúpula del oficialismo justicialista, la situación que hace a la vida privada del candidato, lejos de desdibujarlo lo fortalece. Que Benedetti tenga una situación económica próspera y ligada a la explotación agropecuaria es un signo de coherencia frente a la propuesta que quiere representar. Pero según la mirada que se pretende detallar, hay costados más atractivos en este candidato que referencia al Acuerdo Cívico y Social. Benedetti es una figura que recién con esta candidatura irrumpe en el escenario provincial y por lo tanto no parece estar contaminado por la puja entre el montielismo y el antimontielismo.
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-La novedad de Carrió. Pero bueno, según varias experiencias históricas, la de 1997 incluida, para que una propuesta logre canalizar el rechazo al oficialismo debe contener una aureola de novedad. En el ejemplo que se menciona, el ambiente de novedad estaba representado por las figuras provenientes del Frente Grande-Frepaso, Graciela Fernández Meijide y Carlos Chacho Álvarez. En las pretensiones del Acuerdo Cívico y Social entrerriano se puede coincidir en que Benedetti no desentona, pero está lejos de configurar de por sí el poder de seducción necesario. El segundo y tercer lugar de la lista de diputados nacionales, más que agregar tira para atrás las expectativas que puede despertar el principal lema opositor. Hilma Ré y Jorge Chemes remarcan en forma hasta chocante el perfil agrario y conservador de la propuesta. Hay que recordar que esta lista se terminó de configurar cuando se dejó afuera del acuerdo al Partido Socialista. Por su parte, Ré desplazó a Adriana de la Cruz de Zabal tras la presión ejercida por la corporación de los empresarios de la explotación sojera, porque la ex constituyente del ARI entrerriano abogaba por un uso racional de los agroquímicos como método para no dañar el medio ambiente.
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-Los cruces justicialistas. Si lo descripto forma parte del ritual del Acuerdo Cívico y Social en este proceso electoral, en la vereda del Frente Justicialista Entrerriano cada día que pasa la carta de triunfo está afincada en cómo se articulan las estrategias tanto de Jorge Busti como del gobernador Sergio Urribarri. Días pasados se señalaba el dominio escénico que sobre la campaña electoral ejercía el ex mandatario provincial. El avance de su protagonismo resultaba arrollador. Al parecer, Busti se convencía de que una fuerte distancia del kirchnerismo nacional afirmaba las posibilidades de triunfo. En ese entendimiento, la adhesión a una futura candidatura de Carlos Reutemann a la Presidencia de la República entró a componer un costado notable de la apuesta electoral del Frente Justicialista Entrerriano. Va de suyo que esta dinámica y este perfil de sesgo antikirchnerista dejaban fuera a Urribarri.
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-Las dos bandas de la cancha. Sin dudas la movida de Urribarri ha tenido un voltaje político muy fuerte. En esto de hacer pública su decisión de acompañar a Néstor Kirchner en una virtual confrontación con Reutemann, se puede decir que el gobernador marca la cancha en dos bandas. Por un lado la prensa nacional, que venía tejiendo como oposición interna al kirchnerismo un eje con un anclaje excluyente en los respectivos territorios, queda fuertemente afectada. Expliquemos mejor este aspecto. En forma notoria los más encumbrados columnistas políticos sostenían que el control de los respectivos justicialismos regionales le daban al eje -Reutemann, Busti y Schiaretti- chances ciertas para disputar la presidencia del justicialismo a Néstor Kirchner que, como se sabe, la ejerce actualmente. La irrupción de Urribarri quiebra esa linealidad. Por lo menos, en cuanto se registra lo que pasa en el justicialismo entrerriano, se ve que no es así pues tienen que dar cuenta de que el gobernador de la provincia está decidido a alinearse en apoyo al kirchnerismo en el oficialismo nacional.
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