Luis María Serroels
(especial para ANALISIS)
Catamarca fue la sirena de alarma. El país profundo –como suele decir la Presidente de la Nación–, terminó por dejar al desnudo que los toques de atención cuando no se toman en cuenta, terminan siendo lapidarios para los hipoacúsicos de la política. Una extraña dama la política, que a veces se divierte coqueteando y seduciendo a los hombres hasta enloquecerlos y cuando llega el momento de sellar una relación estable, da el portazo y se retira. Hay que saber atenderla bien a la política, hay que saber ganarse su confianza, darle un buen vestido blanco y amarla con pasión. No hay que maltratar a la política, no hay que tomarla para el churrete, porque cuando comienza a ponerse molesta se torna esquiva, mata ilusiones y no titubea en dar un buen cachetazo en la mejilla.
Lo peor que podría suceder después del 28 de junio, es que el kirchnerismo haga caso omiso del mensaje de las urnas, no comprenda que ha hecho mal ciertas cosas y que la ciudadanía que lo amonestó con su voto adverso, se conformaría con que modifique su altanería, no entre en una contumacia absurda y vea al adversario como alguien que, aún por otras vías, busca la grandeza de su país y desea un puesto en la patriótica lucha integradora.
Perder en la provincia de Buenos Aires donde se libra la madre de las batallas, pese al poderoso aparato armado con Daniel Scioli y después de haber burlado normas electorales y utilizado bienes y recursos del Estado, sin excluir los aprietes contra intendentes, desembocó en lo que ocurre cada vez que se ignora la capacidad de reflexión, discernimiento e inteligencia del electorado.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)