S. M.
Tras una fuerte polémica inicial, finalmente perdió estado parlamentario un proyecto de ley para que los alimentos que incluyan la bacteria L Casei aclaren en sus envases las contraindicaciones para la salud. El bacilo, popularmente se comercializa dentro del producto denominado Actimel, de la marca La Serenísima. La iniciativa para que se incorpore una leyenda de advertencia sobre los efectos para el consumo humano en las etiquetas fue presentada en el Congreso por Raúl Patricio Solanas (PJ-Entre Ríos). El trámite tuvo ingreso en abril de 2007 y, transcurridos más de dos años, y al no ser considerado por parte de los legisladores, dejó de tener vigencia para su proceso. A pesar del intento reiterado de comunicarse con el parlamentario entrerriano para obtener una reflexión o declaraciones respecto a cómo se arribó a este estado de situación, Solanas extrañamente se llamó a silencio.
La propuesta, concisamente obligaba a que todos los alimentos o bebidas con la bacteria bautizada L Casei Defensis en su contenido indicaran claramente en una inscripción sobre contraindicaciones, efectos secundarios, así como las dosis recomendadas para su ingesta. El proyecto de ley tenía como fin advertir las consecuencias adversas en caso del suministro diario, continuo o prolongado del producto. En los fundamentos, si bien se hace mención a estudios que probarían los favores del L Casei Defensis para el intestino humano y el sistema inmunológico, se ponían en duda los beneficios en caso de su consumo de modo extendido. Al respecto se explicaba que la bacteria en cuestión se encontraba en el 98 por ciento los organismos, pero cuando era suministrada “en un tiempo prolongado, el cuerpo deja de elaborarla y paulatinamente ‘olvida’ que debe hacerlo y cómo hacerlo, sobre todo en personas menores a 14 años”. A continuación, se detallaba que el bacilo había surgido “como un medicamento para esas pocas personas que no lo elaboraban, pero ese universo era tan pequeño que el medicamento resultó no rentable; y para hacerlo rentable se vendió su patente a empresas alimenticias. Además, existen varios trabajos de experimentación en animales y humanos que han demostrado que el consumo de ciertos probióticos y prebióticos, como esta bacteria, disminuye el nivel de colesterol en sangre, sin embargo, aunque se han sugerido posibles mecanismos, ninguno se ha verificado”, se argumentaba.
Inmediatamente de conocida la iniciativa, razones y propósitos, la empresa Danone Argentina, que comercializa el producto en el país, salió al cruce del intento de legislación sobre el Actimel. Para esto, la firma descalificó algunas afirmaciones apuntando que carecían de respaldo científico y que ninguna autoridad sanitaria había prohibido o limitado el consumo de Actimel. A su vez, citaba que la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) “desmintió a través de un comunicado los supuestos efectos nocivos de los Lactobacillus”. Por otro lado, la firma de la familia Mastellone intentó aclarar que “el cuerpo humano no puede producir ningún tipo de bacteria sino que éstas están sólo hospedadas en él. Por lo tanto, es absolutamente imposible que nuestro organismo deje de generar L Casei cuando de por sí no lo produce”. Desde La Serenísima también se deducía que “el consumo de Actimel no está restringido en el tiempo y como cualquier otro alimento, está recomendado en el marco de una dieta variada y equilibrada” (sic). El comunicado terminaba con la sugerencia de que el Actimel podía ser consumido por todos.
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