Por C.R.
(especial para ANALISIS)
Le dijeron que lo que anota como propio es de propiedad pública provincial, y no le importó. Le dijeron que en la zona en cuestión no se pueden hacer construcciones porque pondría en riesgo el Túnel Subfluvial, y no le importó.
Le dijeron que el paredón que construyó es repugnante al sentido de convivencia, excluyente de nutrida franja de la sociedad y no le importó. Sergio Gregorio Lifschitz sigue adelante con su emprendimiento de barrio privado en un espacio caro para la sensibilidad paranaense que la disfrutó como era –como propia– y para el colectivo social ribereño que no puede, no sabe, ni quiere vivir sin mirar ni tener acceso a su río.
El muro de la controversia tiene entre cuatro y cinco metros de alto y una extensión que ronda los 300 metros. Es un enorme muro que la sociedad en su conjunto, a través de las redes sociales y en diversas actividades que se realizaron in situ, rechazó.
Comenzó a construirse en septiembre del año pasado y a los tres meses, en medio del estupor social, la Defensoría del Pueblo de Paraná recomendó al intendente José Carlos Halle que “instruya a las reparticiones pertinentes para que procedan a la demolición del cerramiento del proyecto denominado Amarras del Sol, sito en el barrio Los Arenales”, de Paraná.
Un día llegó la novedad: el empresario Sergio Lifschitz se decidió y tirará el muro abajo. El mismo muro que en su gris superficie acogió los graffitis de rechazo a su existencia. La decisión se publicó en los diarios capitalinos, donde los periodistas pudieron informar sin problemas en virtud de que era la palabra del empresario, el mismo que arremete con decisión cada vez que un trabajador o trabajadora de prensa intenta informar al respecto.
Sin embargo todo era una mentira para silenciar la protesta. Y se logró. En lugar de derribar el muro, el empresario se limitó a construir tres ventanas para que la gente de la costa pueda ver su río.
Nunca más se publicó nada en los medios. Con la mentira del empresario se silenció la protesta y a otra cosa. Paraná se come su queja y Lifschitz continúa sus negocios.
¿Es Paraná una ciudad que se chupa todo? ¿Un empresario toma una decisión a contramano de todo el mundo y ya está resuelto el caso? Por estos días, algunos activistas sociales están convocando por Facebook a idear otro plan que vaya más allá que convocarse a pintar las paredes o a presentarse en una bicicleteada, que fueron medidas que sirvieron para crear conciencia sobre la presencia del muro. Ahora se habla directamente de tirar el paredón abajo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
