Daniel Enz
Es penoso escuchar del colega periodista que tiene “temor”. Que no puede escribir de esto o aquello. Que si se sale de la línea o la directiva que le exigen a diario, lo ponen en un rincón, lo denigran en una sección inexistente o directamente lo obligan a que su rol sea el de solamente “cumplir horario”.
Es penoso saber que existan periodistas que no son cuidados por sus editores. Que está prohibido denunciar o criticar. Que no haya margen para decir “investiguemos” tal o cual cosa. Simplemente, porque el poder político aparece como un fantasma ante cada pregunta sobre cómo se avanza sobre un tema de Redacción de la mano de determinados comisarios políticos de dudosa historia y capacidad profesional. Porque se sabe que “alguien va a llamar” para advertir de la incomodidad de ese hombre público, que goza de esos dineros públicos y que por ende se siente con el “derecho a exigir” como si fuera su cuenta bancaria personal o el accionista del medio.
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