Gustavo Piérola
Carlos y Estela trabajaban en importantes proyectos del gobierno socialista, hasta que llegó el 11 de septiembre de 1973, fecha del sangriento golpe pinochetista que culminó con la muerte del Presidente y de miles de compatriotas chilenos.
A partir de entonces, el matrimonio inició una trágica aventura para salvar su vida. El mismo día del golpe, fueron a buscarlos a su casa. Pero ya no estaban.
Al mes, pudieron cruzar la frontera hacia la Argentina por un paso casi desconocido que le indicaron unos compañeros mapuches.
Hacia fines de 1973 ya estaban viviendo en las afueras de Buenos Aires.
No tenían hijos, lo cual no dejaba de ser una gran tranquilidad para el difícil momento que vivían.
La situación a partir del golpe de 1976 en Argentina le dio razones suficientes para evaluar la posibilidad de buscar tierras más seguras. Pensaron en España o Francia, pero al final, por contactos, decidieron hacer una primera etapa en Brasil. Se instalaron en San Pablo y al poco tiempo estaban en la lista del ACNUR, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados.
Corría el mes de diciembre de 1978 cuando los conocí en la sede de ese organismo, que funcionaba en el Arzobispado de San Pablo.
Don Paulo Evaristo Arns era el arzobispo de esta Diócesis que estaba considerada como la más grande del mundo. Con un corazón, una sabiduría y una solidaridad enormes, abrió las puertas a todos los exiliados políticos de Latinoamérica. Paraguayos, uruguayos, chilenos, centroamericanos y, mayoritariamente, argentinos pudieron escapar al horror luego del 24 de marzo de 1976 e instalarse en el país del samba buscando algo de seguridad ante la nueva tragedia americana.
El Arzobispado estaba en pleno centro de San Pablo. Era una casona enorme y antigua. Y hacía ya algunos años que nos habían facilitado una de las habitaciones para las reuniones de los extranjeros. De allí surgió el Comité Brasilero de Solidaridad con los Países Latinoamericanos, el CBS. Nació con el acompañamiento y la solidaridad del Partido de los Trabajadores (PT), el Movimiento Sin Tierra (MST), las Comunidades Eclesiásticas de Base, el Comité de Defensa de Derechos Humanos en el Cono Sur (CLAMOR), otras agrupaciones sociales brasileras y, por supuesto, el apoyo de don Paulo.
De esta manera, nos unimos militantes de diferentes países y de diferentes extracciones políticas latinoamericanas.
No es ninguna novedad hablar de las costumbres futboleras del pueblo brasilero y de la alegría con que llevan esa pasión a todos los ámbitos de su cultura. Y en el CBS no estábamos exentos.
(El texto completo se publica en en la edición gráfica número 999 de la revista ANALISIS, del 20 de marzo de 2014)