Hugo Remedi
Casi lo último que le faltaría a esta provincia para posicionarla en lo más alto del mástil de la degradación política es que los ex gobernadores y hoy archienemigos políticos como Sergio Urribarri y Jorge Busti terminen abrazados como síntesis del peronismo unido que viene.Sobre todo cuando esa feroz disputa fue uno de los motivos fundacionales que inspiró a Urribarri en su primera gestión como gobernador (2007-2011) a salir de shopping, a los efectos de destruir políticamente a su antecesor en el gobierno. Así fue que gastó fortunas y puso el aparato estatal a su libre albedrío para comprar voluntades de poca solidez moral. En el mismo sentido sobredimensionó el Estado de un modo brutal, generando una pila de nuevos cargos para invertir en toda la oferta bustista que se quisiera sumar sin demasiada vergüenza.
Logró neutralizarlo y quizás envejecerlo políticamente, pero Busti sobrevivió yhoy, paradójicamente, el actual gobernador Gustavo Bordet lo viene tentando para sumarse a la mesa que permita construir la unión que, a su entender, el peronismo necesita para enfrentar la complicada elección de 2017 y la más compleja aún de 2019.
Evidentemente, al actual mandatario provincial no le importan las cuitas de antaño que arrastran ambos. Intentará que tanto Busti, como varios de los peronistas que se fueron del partido y que mayormente integran el Frente Renovador liderado por Sergio Massa a nivel nacional, vuelvan al ruedo. La intención es que no se abra otra grieta que ya puso sobre aviso al peronismo y a él mismo, cuando en la última elección de 2015 apenas pudo ganarle a Alfredo De Angeli de Cambiemos por un par de puntos, en contraste con la alucinante diferencia que ofrecía Urribarri arriba de la bicicleta con el número 56 a su espalda en exhibición triunfalista.
Otra grieta de esas características podría llevar a Bordet y al peronismo vernáculo a sufrir una catastrófica derrota electoral en 2017 y, lo que es más grave aún, proyectar la tendencia negativa hacia el turno eleccionario de 2019. La consecuencia: dejarlo en un total estado de debilidad para transitar sus últimos dos años de mandato, y qué decir si continúa con su lógica aspiración de ser reelecto en la primera magistratura provincial.
En ese andén sólo queda una opción válida: armar una nueva propuesta peronista, pero por fuera del Frente para la Victoria, que los urribarristas que van quedando deberán resignar para lograr lo que quiere el gobernador,un punto aglutinante de todas las voluntades justicialistas pero lejos de todo tufillo kirchnerista, que finalmente exigen como prueba de amor los peronistas en estado de rebeldía aún hoy.
Aunque quiera ponerle color rosa, el balance del primer año de gestión de Bordet no es bueno ni seguramente el que él hubiese querido,en caso de haber recibido la provincia en otras condiciones y no absolutamente devastada económicamente como la encontró.
En una de sus últimas apariciones mediáticas, Bordet dijo por ejemplo que espera estabilizar la provincia en el 2017. Pues bien, la ecuación lógica sería, el primer año de gestión poner en orden la provincia, el segundo consolidar la gestión, el tercero inaugurar obras y el cuarto prepararse para la reelección o la retirada. Es decir, Entre Ríos ya está un año abajo. Y no, de hecho por la total responsabilidad de la actual gestión de gobierno, sino fundamentalmente por la herencia que dejó el hombre de los sueños rotos.
(Más información en la edición gráfica número 1053 de la revista ANALISIS del jueves 22 de diciembre de 2016)