Silvio Méndez
De un tiempo a esta parte en ciertos círculos de clase media “progre” ha comenzado a ser motivo de discusiones entre amigos, de parejas jóvenes con hijos pequeños. A tal punto que siendo íntimos, la controversia ha sido razón insospechada para distanciarse o directamente han optado por no hablar de la cuestión para evitar una “grieta” que los separe definitivamente. También ha sido una razón más que se sumó a las ancestrales peleas entre suegras y nueras, o incluso de enfrentamiento de madres con sus hijos por sus nietos. Lejos de los estereotipos, lo cierto es que esta “tendencia” a no vacunar a los más pequeños parece ir en aumento o, en rigor, se hace visible a la luz de un calendario que en los últimos años se ha tornado más profuso en obligaciones de aplicar inmunizaciones.
Incluso se han dado situaciones en donde chicos que han sido derivados a manos de especialistas médicos sin haber sido vacunados alguna vez, desataran reproches con los colegas más permisivos, ya que se ve en esta práctica la puerta a males más graves que podrían evitarse.
Este escenario que se describe no sucede en Europa o Estados Unidos, donde nació el movimiento antivacunas y donde cuenta con mayor cantidad de adeptos. Esto se da en Argentina, en Paraná mismo, donde sin hacer bandera muchas familias han optado voluntariamente por esta corriente que entra en conflicto con el sistema obligatorio gratuito que en forma pionera se estableció en el país con la Ley N° 22.909 desde el año 1983.
Comunidades
Entre los argumentos que se esgrimen para tomar esta decisión están que ciertas vacunas traen aparejadas consecuencias negativas para la salud humana, que la incorporación de cada vez más vacunas forma parte del negocio farmacéutico y que contar con las inmunizaciones “no siempre protege de las enfermedades”. Así lo dijo a ANÁLISIS una mamá que no vacuna a su pequeña que ya tiene casi un año. Incluso se pone como ejemplo al Uruguay, donde se dice, hay menos vacunas en el calendario oficial.
Precisamente, en el hermano país el movimiento antivacunas está en fuerte y franco crecimiento, sobre todo en localidades de los departamentos Maldonado y Rocha, que cuenta con “comunidades naturistas” organizadas y que se han alejado de la medicina y la educación tradicional. Estos modos de vida conllevan no consumir medicamentos y no vacunar a los niños, niñas y parturientas.
(Más información en la edición gráfica número 1065 de la revista ANALISIS del jueves 24 de agosto de 2017)