Jorge Riani
En el mundo de la política gobierna la ansiedad. Cada vez que hay una elección, la atención se fija en el resultado, obviamente, para ver quién ganó, quién entra a un cargo, pero más que nada para ver quién queda mejor posicionado para ser candidato en años siguientes.
Entonces, si se eligen diputados nacionales, pareciera que se eligen además aspirantes a cargos cuyas disputas todavía quedan lejos en el calendario. Por eso resulta inevitable preguntarse, cada vez, quiénes ganaron y quiénes perdieron. Esa pregunta nos hacemos en esta oportunidad, luego de la contienda electoral que dejó resultados asombrosos el domingo último, en nuestra provincia y en todo el país.
Está claro que el peronismo sufrió una categórica derrota en Entre Ríos, y que la lista de perdidosos se llenó de nombres propios. Eso es una “ventaja” para cada uno de esos nombres, porque -siendo tantos- se convierte la derrota en fenómeno compartido por todos los dirigentes peronistas.
Acá parecen haber perdido, en principio, tres gobernadores peronistas entrerrianos: uno en función y dos con mandatos cumplidos. Es decir que Gustavo Bordet, Jorge Busti y Sergio Urribarri, aunque éste estuvo mucho menos expuesto en el armado de la lista vencida el domingo, experimentaron el amargo sabor de la derrota.
No hay dudas de que la lista de perdidosos está encabezada por Bordet, porque se trata del arquitecto de esa unidad peronista que permitió que Busti regrese a las huestes del partido que le permitió ser el hombre más poderoso de su tiempo en toda la provincia.
No hay dudas de que Busti perdió, porque quedó en claro que su participación no aportó votos e incluso perdió respecto de lo que estaba efectivamente en juego: una banca. Su candidato, Gustavo Zavallo, quedó afuera del Parlamento y esa banca será ocupada por del radical Jorge Lacoste.
En cuanto a Urribarri, hay que decir que, de tener conciencia de su situación, podría estar más preocupado por las causas judiciales en las que se lo investiga a él y a su entorno más íntimo por hechos que habrían terminado convirtiéndolo en un hombre rico. Claro que en medio de ese panorama de derrota electoral su situación no tiene por qué mejorar. Si acaso la Justicia suele manejar los tiempos en base a los escrutinios, como sospecha el imaginario colectivo, entonces Urribarri debería estar intranquilo más que cualquiera.
La derrota del peronismo está mensurada muy claramente, porque el frente Cambiemos sumó 60 mil votos entre las PASO del 13 de agosto y las legislativas del domingo 22 de octubre.
Los números dicen que las elecciones quedaron así: Cambiemos: 436.015 votos (52,97%); Somos Entre Ríos: 312.588 (37,98%); MST-Nueva Izquierda: 39.121 (4,75%) y Encuentro Social: 35.353 (4,30%).
Pero la lista de perdidosos en el peronismo no se agota en estos tres nombres de gobernadores, sino que también abraza, amenazante, a un tercer dirigente peronista cuyo apellido siempre ha sonado como candidateable para la gobernación: Enrique Cresto, el intendente de Concordia.
Lo que ocurrió el domingo es lo más parecido a una catástrofe para el peronismo en términos electorales, por la sencilla razón de que esa fuerza perdió en ese territorio por primera vez en 34 años, desde el momento mismo en que las urnas fueron desempolvadas con el advenimiento de la democracia.
A Concordia se la conoce como “capital del peronismo” y no es para menos. En ese departamento, pero fundamentalmente en la ciudad cabecera del mismo nombre, el peronismo nunca perdió desde 1983. Y de allí salieron varios gobernadores ahora y antes, incluso el abuelo del actual intendente, ambos llamados Enrique Tomás Cresto. Luego vino una larga saga de nombres ligados al peronismo concordiense.