Efecto submarino: habla la esposa del piloto del Fokker caído en Mendoza

Edición: 
1072
El testimonio de Analía Mangona

Luciana Dalmagro

Stella Maris Romero, hija de uno de los 36 tripulantes que murieron ahogados en 1959 en el naufragio del buque remolcador ARA Guaraní, nunca en 58 años se había expresado sobre el hecho que le marcó la vida. Fue la desaparición del submarino ARA San Juan y la desesperación de los familiares lo que, según ella misma narró a través del perfil de Facebook de su hija, la motivó a expresar “algo que tenía atragantado”.

Algo parecido le pasó esta semana, en Paraná, a Analía Mangona, estudiante de la Licenciatura en Psicología, mamá de dos hijos, y viuda de Fernando Dámaso González, capitán de la Fuerza Aérea. Él murió en 2001, a los 34 años, cuando el avión Fokker F-27 de la II Brigada Aérea que piloteaba se estrelló a poco de despegar rumbo a la capital entrerriana desde el aeropuerto de El Plumerillo, en la provincia de Mendoza.

“Nunca logramos justicia, ni contención, ni un poco de verdad. Y siento y sé que lo mismo les va a pasar a las familias de los tripulantes del ARA San Juan, porque así funcionan las fuerzas armadas en Argentina”, explicó la mujer, al decidirse a hablar por primera vez con un medio de comunicación.

—¿Cómo era su vida antes del accidente?
—Nos habíamos casado con Fernando en 1996 y ya teníamos a nuestros dos hijos: Fernando, de 4 años, y Nicolás, de 1 y medio. Nos habíamos conocido en una fiesta y fue un flechazo. A los dos meses de noviazgo ya estábamos en preparativos de boda y a los cuatro meses nos casamos. Yo tenía 25 años y él, 27. Era teniente de la Fuerza Aérea, apasionado por volar. Era su vocación. Yo había estudiado tres años de Derecho y trabajaba en Personal. Me habían asignado una sub agencia. Ganaba bien y Fernando también trabajaba conmigo. Habíamos podido cambiar el Fiat 128 por un auto más lindo y juntar alguna platita. Vivíamos en el edificio de la Fuerza Aérea, en calle 25 de Junio, y habíamos puesto un negocio de venta de accesorios para celulares.

—¿Cómo era Fernando?
—Era un tipo muy especial. Había nacido en Villa Mercedes, en la provincia de San Luis, pero había vivido toda la vida en Cosquín. Había llegado a Paraná por un pase, con su tonada cordobesa. Le decían Pucho. Su mamá había fallecido hacía poco y no podía superar del todo esa pérdida. Sus rasgos y su perfil respondían perfectamente a lo que es una estructura militar, pero a la vez tenía otro costado muy sociable y divertido, que aparecía cuando íbamos a Cosquín a ver a sus amigos de allá. Era un tipo muy capaz, que podía organizar cualquier cosa. Se había recibido con el mejor promedio.

(más información en la edición gráfica número 1072 de la revista ANALISIS del jueves 7 de diciembre de 2017)

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