Américo Schvartzman
El espectáculo había concluido. También la comida. La charla se alargaba aunque quedaba algo más de una hora para tomar el colectivo que lo llevaría a su nuevo destino: Paraná. La primera visita de Fernando Cabrera a Concepción del Uruguay llegaba a su fin. Las miradas y las expresiones de quienes lo rodeaban a lo largo de esa mesa son difíciles de describir. El Pato Pérez, cantautor de fuste, necesitará (según la broma de Martín, murguista) que lo operen para quitarle la sonrisa que cruza su rostro desde esa noche (y tal vez ni así).
Para quienes Fernando Cabrera era algo así como una referencia de talento y sencillez, de genialidad y excéntrico desenfado, fue mágico todo: su presentación de casi una hora y media, pero también tenerlo cerca, escucharlo hablar, corroborar que en el gran artista reside una persona... Iba a decir “una persona común”, pero no. Casi nada común hay en Cabrera, salvo quizás, su aspecto de nene grande. Una persona sensata hasta el asombro en tiempos hiperbólicos, apasionada por la historia, agudísima en sus observaciones políticas y sociales. Capaz de argumentar con tanta fuerza como amabilidad, y con un singular sentido del humor. Una persona algo escéptica. (“No, escéptico no es la palabra… quizás desilusionado”, dice en la charla la noche anterior. Pero en medio de la actuación recordaremos que ya lo había explicado en Imposibles: “Hay otros tan ilusos que se ilusionan / con un mundo en el que no haya desilusión”).
Le calzan las definiciones que da para otros: “Es de otro planeta, su cabeza funciona de otro modo”, dice sobre Leo Maslíah, a quien conoce desde gurisitos, porque fueron a la misma escuela. Daniela Cerbino, manager en esta gira, cuenta que sus dos primeros casetes de Cabrera (“aún los tengo”, dice orgullosa) se los regaló el mismísimo Leo, un par de décadas atrás, diciéndole: “Tenés que escuchar esto”. Fernando insiste en la genialidad de Leo. “Es que él hace, en unos pocos minutos, cosas que a mí me podrían tomar días o semanas. Y lo hace mejor”, ilustra. Cierra, rotundo: “Leo Maslíah es lo más cerca de un genio que yo he estado en toda mi vida”.