Decenas de integrantes de fuerzas de seguridad están presos, condenados o a la espera de sus juicios por connivencia con organizaciones dedicadas al tráfico de drogas. Los millones que mueve el negocio sobran para comprar las voluntades que hagan falta. Aquí, una retrospectiva de los casos más graves en los que se descubrieron los contactos de jefes narco en distintos niveles de la Policía en los últimos años, e información exclusiva de la banda desbaratada hace dos semanas en Concordia, con al menos dos suboficiales implicados.

J.A.M.

El día que Daniel Celis cayó detenido por un asalto, pensó que la suboficial Griselda Bordeira y el comisario Ricardo Frank le habían soltado la mano; la tarde que a Gustavo Barrientos le incautaron 20 kilos de cocaína en la casa de un pastor en el barrio La Milagrosa, se enfureció con su amigo de la Policía provincial; cuando el 11 de marzo pasado a Gonzalo Caudana le secuestraron cocaína en su celda de la cárcel de Paraná, lamentó que la corrupción de carceleros durante los años que lleva preso no haya sido suficiente para seguir con su negocio intramuros; siete años logró estar prófugo el concordiense Mario González, gracias a socios en la policía provincial, la Federal y Gendarmería; un subcomisario y otros tres policías protegían a la banda que distribuía drogas en Villaguay y otras ciudades; ni hablar de la fuga del peligroso narco y asesino múltiple uruguayo Rubén Rodríguez de Armas de la cárcel de Gualeguaychú, que tiene a 14 penitenciarios indagados.Estos son solo algunos ejemplos de la corrupción que favorece al narcotráfico en la provincia, con incidencia en distintos niveles de las estructuras de cada fuerza. La organización recientemente desbaratada en Concordia, con dos policías a la cabeza, demuestra la vigencia del problema.

Es un problema que no escapa a la lógica de la actividad privada en Argentina: tener contactos en el Estado resulta una costumbre fundamental para cualquier proyecto empresarial. Sea para evadir algún trámite engorroso, para apurar un turno, para sortear un impuesto, para lograr tratos privilegiados o para que hagan la vista gorda en alguna inspección, por ejemplo. A esto, los narcotraficantes lo tienen muy claro y los contactos que necesitan están en las fuerzas de seguridad. En muchas causas de los últimos años que han desbaratado organizaciones de mediano o gran despliegue en la provincia, casi todos los jefes narcos han tenido a algún uniformado que les hiciera favores: desde el aviso de seguimientos o próximos allanamientos y la facilitación de ingreso de drogas o celulares a una cárcel, hasta una implicancia más directa en el comercio de drogas.

El caso de la banda del Tavi Celis, sentenciada a fines de 2019, es quizás el más grotesco de todos, con la condenada Bordeira como pieza clave para los acuerdos con el exintendente Sergio Varisco, aunquesu relación venía de mucho antes con favores directos a la actividad narco de Celis. La expareja de este, Luciana Lemos, contó en su declaración cómo lo ayudaba o auxiliaba, según la ocasión, a cambio de dinero o porciones de cargamentos de droga. Celis había logrado construir un emporio narco y estuvo prácticamente 15 años impune, desde la primera vez que lo detuvieron al retirar una encomienda de marihuana en la Terminal de Ómnibus de Paraná en 2003 (caso del que salió absuelto por un error en el procedimiento de la Gendarmería), hasta su caída por la causa Narcoavioneta en 2017. No lo acompañó solamente la suerte en toda su trayectoria.

A Caudana no le conocieron ningún vínculo en la Policía entrerriana o Federal a lo largo de sus años traficando cocaína en Paraná, quizás por eso debe ser jefe el narco con más condenas, aunque esto no implica que no haya tenido sus contactos. Siempre desconfiaba de todo el mundo y eso lo llevó a trasladar él mismo 10 kilos de cocaína la última vez que fue apresado viajando hacia Concordia. Sus habilidades para corromper funcionarios se observaron con mayor nitidez en la cárcel de Paraná. Hasta hace muy poco, era el principal vendedor de cocaína en la Unidad Penal N°1, lo que se confirmó en la requisa del 11 de marzo, donde le incautaron 90 gramos de cocaína de máxima pureza. A fines de enero, en una requisa encontraron medio kilo de marihuana y 140 dosis de cocaína en el espacio común de los pabellones 12 y 22, donde se alojaba Caudana. “Es mucha cantidad para pasar desapercibida en una visita”, reconoció a ANÁLISIS un interno. Este hombre condenado por un robo, pero que ha conocido otros establecimientos carcelarios del país, se asombró por la cantidad de droga que circula dentro de la unidad penal de Paraná y por la complicidad de penitenciarios.

(Más información en la edición gráfica número 1111 de la revista ANALISIS del jueves 4 de junio de 2020)