Tovar: “La Iglesia tiene una gran deuda con las víctimas de Ilarraz y con la verdad”

Tovar: “Hoy todavía la Iglesia de Paraná, la Iglesia de Argentina, y el Santo Padre Francisco están en deuda total con las víctimas de Ilarraz”.

Tovar: “Hoy todavía la Iglesia de Paraná, la Iglesia de Argentina, y el Santo Padre Francisco están en deuda total con las víctimas de Ilarraz”.

De ANÁLISIS

 

El padre Leonardo Javier Tovar hace seis años que se fue de la parroquia de San Benito, su último destino como sacerdote en Entre Ríos. Luego pasó por Buenos Aires dando servicios en el Santuario de San Cayetano, en Liniers; y ahora está en San Antonio Oeste, en Las Grutas (Provincia de Río Negro).

Muchos lo recordarán cuando se puso al frente de los reclamos del hospital de Villaguay en 2009 en reclamo de una mejor atención médica para la comunidad y fue también uno de los denunciantes en la causa del sacerdote Justo José Ilarraz, condenado a prisión perpetua (aunque con prisión domiciliaria) por “promoción a la corrupción de menores agravada por ser encargado de la educación y abuso deshonesto agravado por ser encargado de la educación” en su rol de prefecto de Disciplina en el Seminario Arquidiocesano “Nuestra Señora del Cenáculo”, de Paraná.

El padre Tovar ahora se encuentra de licencia ministerial y en su paso por Paraná, dialogó en el programa Cuestión de Fondo (Canal 9, Litoral) sobre esa experiencia, reconoció que por apoyar a las víctimas sufrió persecución por parte de la cúpula de la Iglesia paranense (que incluso le negó el regreso para atender cuestiones familiares de nivel humanitario) y admitió que a diez años de la denuncia por abusos en el Seminario Arquidiocesano de Paraná “Nuestra Señora del Cenáculo”: “La Iglesia tiene una gran deuda con las víctimas de Ilarraz y con la verdad”.

 

-¿En qué situación eclesial se encuentra?

-En uso de licencia ministerial. Le pedí un descanso al obispo Esteban (María) Laxague, que es el obispo de la diócesis de Viedma, Río Negro, después de casi tres años y medio de servicio pastoral en la Parroquia de San Antonio; y me vi en la necesidad de pedir un descanso por un agotamiento un lógico, un poco de estrés, y afrontar unas situaciones familiares en Santa Fe que nos vienen golpeando bastante duro: hace seis meses falleció una hermana y siento que debo estar con ellos. Y, además, tengo heridas que no se cierran, cansancios que no se descansan y pedí un tiempo y mi figura es un tiempo de descanso en la familia.

 

-¿Se vuelve a Río Negro?

-Eso está por verse porque la distancia un poco me juega en contra. El lugar es hermoso, la gente, los curas, el obispo, las comunidades me han llenado de vida y de esperanzas. Lo que pasa es “que me quedé sin nafta”, lamentablemente, como digo estaba en el lugar adecuado, con la gente adecuada, pero “no me dio la nafta”. Y la distancia juega muy en contra porque son casi 1.400 kilómetros desde casa.

 

-Se lo preguntamos porque hace unos años usted le pidió a monseñor Juan Alberto Puiggari y le dijeron “que no”.

-Sí, es una triste historia porque me acuerdo que yo estaba en el Santuario de San Cayetano en Liniers y cuando salgo de San Benito; cuando entrego la parroquia de San Benito, el cardenal (Mario Aurelio) Poli me designa al Santuario San Cayetano de Liniers. Y estando ahí hago un viaje a Santa Fe, a visitar a mi hermana mayor –la que falleció hace poquito- porque le amputaban una pierna, porque ella estaba un poco a cargo de nosotros porque estaba sola. Entonces voy al obispado y le pido a monseñor Puiggari que más allá de nuestras diferencias, había una situación humana para volver a Paraná para estar cerca de la casa de mi hermana. Mi mamá había fallecido hacía tres años. En ese momento el obispo no lo vio conveniente porque según me dijo él lo había hablado con el Consejo Prebisterial y que unánimemente habían decidido que no podía volver a Paraná por todos los incidentes que ya sabemos “había destruido la Iglesia de Paraná”. Entonces, me tuve que volver a Buenos Aires y asistir a mi familia desde allí. Luego surgió la posibilidad de del Sur porque no había sacerdotes… son muy poquitos sacerdotes. La Patagonia vive una realidad totalmente distinta de la Iglesia de la Argentina, tanto Gracias a Dios en las ideas conciliares y de avanzada podemos decir, y necesitando sacerdotes por otro lado. Y fui a una comunidad que hacía más de un año que no tenía sacerdote y ofrecí mis servicios. Mi idea estuvo en volver en ese momento, no se me permitió y yo lo acepté en obediencia como fui siempre, muy obediente, aunque muy contestatario, pero siempre obediente. Ahora me veo en esta situación: mi hermana se enferma, debo viajar en reiteradas veces para colaborar con la atención de ella y todo eso genera un lógico agotamiento.

 

-¿Cuánto le molestó la decisión que no lo dejaran volver a Paraná por parte de un presbiterio, que incluso muchos de ellos se habrán formado con usted?

-Siempre fui un tipo muy afable con mis compañeros, incluso fui miembro del Consejo Prebisterial votado por mis hermanos sacerdotes. Hoy y a la distancia, Gracias a Dios no soy un tipo rencoroso ni jodido… yo perdoné… ya está… lo que pasó, pasó. Pero, sí, en ese momento fue muy doloroso más que nada porque la situación de mi familia ameritaba que yo estuviera más cerca y yo me humillé –se podría decir- para pedir ese retorno y me fue denegado. Creo que era un tiempo de muchos miedos, de muchos temores, pero que nunca me hizo dudar ni arrepentir de la decisión que tomé. Al momento de jugarme por esta causa, por las víctimas de Ilarras, con el padre Pepe (José Dumoulin) sabíamos que íbamos a pagar un gran costo. Y, bueno, dicen que es de hombres pagar las deudas; así que fíjense que lo he pagado ampliamente. Así que hoy por hoy es un recuerdo.

 

-Igualmente hay que imaginar que no habrá sido nada fácil.

-Vivir en el exilio no es fácil.

 

-Más que el exilio, nos referimos a la reacción de la cúpula de Paraná respecto a lo que ustedes venían reclamando en función del dolor de las víctimas.

-No me quiero halagar, porque es mi pecado original. Aquí vivimos una época, para que la gente de hoy entienda y la de ayer que no entendió, vivimos una época de relatos. No importa la verdad, sino el relato que la autoridad del área que sea exprese. Aquí fue así también. Se hizo un relato: hay dos o tres curas que no quieren al obispo, que están haciendo estos líos y que son los malos sacerdotes que están dañando la imagen de la Iglesia.

 

-Ese fue el relato del poder, de la cúpula de la Iglesia de Paraná.

-Exacto, de la cúpula. Nosotros tuvimos que luchar contra ese relato, sino claudicábamos en ese momento. Es decir, fue muy clara, muy evidente la lucha que teníamos que hacer. En el programa del otro día de Memoria Frágil (Canal 9 Litoral, donde se recordó la causa Ilarraz) a mí se me vinieron muchas cosas, fue muy, muy duro la verdad y después tuve la satisfacción como tanto el padre Pepe como yo de habernos sabido jugar por esa realidad.

 

-Es decir, hicieron lo que esos sacerdotes de la cúpula en algún momento les habrán enseñado, ni más ni menos.

-Totalmente, hicimos lo que el Evangelio nos dictaba y lo que la doctrina cristiana nos dictaba y lo hicimos en conciencia. Obvio, siempre digo que no soy Heidi, lo que la gente tiene que entender es que nosotros tomamos consciencia de este caso de las víctimas; de la primera víctima que habla conmigo fue en el 2010. Dos años de silencio tuvimos con el padre Pepe y el padre José Carlos y un grupo de hermanos. Dos años de silencio, haciendo lo que la Iglesia nos pedía: los carriles que correspondían, hablamos con las personas que debíamos hablar. Cuando vemos nosotros que esto se empezaba a “cajonear”, a tapar y a ocultar; se empezaba a revictimizar a las víctimas y se empezaba a decir “acá no pasó nada” … bueno, esto sale a la luz. Pero, sale a la luz después de dos años de estar respetando todas las instancias que la Iglesia pide. Entonces, hay que hacerse cargo. Yo me hice cargo si a alguno le molestó, con el exilio, me retiré; quise cuidar a mi comunidad de San Benito, cosa que me arrepiento de haber dejado, porque pensaba que dando un paso al costado la comunidad iba a estar más protegida, cosa que no pasó. Eso sería para otra nota. Pero, lo que nosotros hicimos con el padre Pepe y con José y con las víctimas, era lo que tenía que hacer la curia. Y se hacía en la parroquia de San Benito: los encuentros con los abogados, el asesoramiento a las víctimas. El acompañamiento empezó con una víctima, pero luego de la denuncia original en 2012, surgieron otras víctimas más. No hicimos nada… un día en una entrevista con el obispo, me dice que él sabía que en mi parroquia se reunían abogados y gente de la Justicia. Y le digo: sí, si no estamos haciendo nada malo. Si yo quisiera que usted no se entere, me escondo. Pero, yo no me escondo y usted lo sabe a esto porque lo que yo estoy haciendo en la parroquia, usted lo debería estar haciendo en el obispado. Como ustedes no lo hacen en el obispado, nosotros lo hacemos en la parroquia de San Benito. Lamentablemente, se revictimizaron a las víctimas cuando no solo dilataron sus reclamos de Justicia en el tiempo; sino que cuando tuvieron la posibilidad de hacerlo, lo siguieron negando, ocultando. Y también sufrieron ellos una cierta persecución, para que esto se “planche”.

 

-El mes que viene se cumplirán diez años desde que hiciéramos en 2012 por la cual se abrió la causa. Y ya pasaron varios años de la condena. ¿Considera que se está debiendo una charla mano a mano con monseñor Puiggari luego de haberse comprobado todo lo que se comprobó en la Justicia?

-No sé lo que pensará él. Pero, noto que todavía hay un clima… me aparté y ustedes son testigo porque me han llamado muchas veces y no he dado notas. Hice mi misión… mi pacto terminó cuando nos dimos un abrazo con Hernán (Rausch, una de las víctimas) el día que salí de declarar. Cuando le di ese abrazo a Hernán, le dije que con él había cumplido y había hecho todo lo que estaba al alcance de mis manos. Y cuando me voy a Buenos Aires, de algún modo me mando “al sobre” porque ya mi misión estaba cumplida. Pero, creo que sí, que falta y que no se hizo todo porque todavía mucha gente sigue creyendo que esto fue una orquestación en contra de las autoridades. Y nada que ver. No fue así. Creo que siguen creyendo que no estuvo correcto. Yo puedo tener una charla con cualquiera, como digo, no soy un tipo rencoroso. Ahora lo veo con otra perspectiva. La gente tiene que entender que a lo mejor fuimos un poco apasionado con José y el padre Pepe; porque en el primer momento –si se hace memoria-: primero fue una víctima que había que protegerla; después vinieron otras víctimas y pasó mucho tiempo hasta que ellos salieron a los medios. Cuando ellos salieron a los medios, tomaron el protagonismo que tenían que tener. Pero, mientras tanto, para que la causa no se caiga y esto siga para adelante, tuvimos que ponerle “el cuero” nosotros.

 

-De hecho, recordamos que alguna vez se hizo un punteo de 30-40 víctimas, de los cuales solo un grupo muy reducido decidió seguir adelante, en función de las presiones que ejercía esa propia Iglesia y varios eran hermanos de monjas y de otros sacerdotes.

-Soy testigo que una noche, en una reunión en la parroquia de San Benito, como es de público conocimiento, un grupo de víctimas; ellos (porque yo, no; porque lo único que hice fue brindar un marco y estaba cebando mate) … y ellos mismos, un grupo de víctimas comenzaron a apuntar y no era más de 30, esa noche, si mal no recuerdo, llegaron a anotar cerca de 50 gurises que estimaban que eran del círculo que podían haber llegado a tener en distinto grado y en distinta forma un abuso por parte del cura Ilarraz. Eso lo dijeron las mismas víctimas y fui testigo de eso. Esta es la magnitud de ese problema, que fue muy grande. Cuando escuchaba en ese momento a las víctimas, no podía creer. Entonces, digo: me parece que se priorizó más una falsa imagen, una falsa custodia de la fe del pueblo de Dios; se priorizó eso antes de decir, en su momento hicimos las cosas no muy bien, asumimos las consecuencias y a partir de ahora nosotros queremos corregir esto y sanar un poco. No se hizo.

 

-Lo perdonaría a Ilarraz.

-No me corresponde a mí sino a las víctimas. Un pequeño detalle. Cuando hicimos la reunión en Mariápolis.

 

-En 2012, el viernes, un día después que saliera la denuncia en la Revista ANÁLISIS.

-Así es. En ese momento monseñor (Estanislao Esteban) Karlic dice –eso está en la causa- que Ilarraz le pidió perdón y que Karlic le dijo, “yo te perdono”. Entonces… lo que tenían que perdonar a Ilarraz no era Karlic, sino las víctimas. Y lo otro, yo nunca tuve nada personal con ese sacerdote (por Ilarraz) que incluso nunca conocí. Mi cuestión personal era dar la vida y lo que sea necesario para acompañar a las víctimas. Entonces, si tiene que haber o no un perdón eso tiene que nacer del corazón de las víctimas. El poder de perdonar o no lo tuvieron las víctimas y la cúpula de la Iglesia de aquel tiempo y de este tiempo les privó a las víctimas incluso de escuchar ese pedido de perdón.

 

Testimonio de Hernán Rausch

 

Hernán Rausch es una de las víctimas del cura Ilarraz. En el programa Memoria Frágil del pasado 6 de agosto, compartió con la audiencia de Canal 9 Litoral, lo siguiente:

 “Estoy dolido porque aquellos que nos tenían que cuidar hasta hoy en día tienen una deuda inmensa… de acompañamiento, asesoramiento y en respuestas. Yo, como cristiano, que se queden tranquilo que yo los perdoné. Porque ellos hablan del perdón, que hay que perdonar y seguir adelante. De acuerdo. Pero, el perdón no es conclusión, menos de crímenes y de estos hechos. No hay que tomar al perdón como conclusión. Pero, que se queden tranquilo que yo los perdoné… cada uno está perdonado. Pero, la vida continúa y, por supuesto, fue una etapa que me llevó muchos años de desgaste y dejó una herida, lamentablemente, el abuso te dinamita en el camino; es algo que te atrofia, te lastiman los sentimientos, lo afectivo; sobre todo cuando sos un niño. Y si hay algo que se refleja en un niño es la inocencia. Con los chicos, no. Con los chicos, no”.

 

Luego de escuchar este testimonio, Tovar reflexionó: "Eso es para los que creyeron que era un ataque contra la Iglesia de parte de las víctimas. Los que estuvimos cerca de ellos, sabemos que lo sufrieron y que eran todos hombres de fe. Por eso digo que los revictimizaron. La Iglesia en ese momento, la cúpula de la Iglesia en ese momento tenía una gran oportunidad de saldar una deuda, de sanar un poco a esas “vidas dinamitadas” como dice Hernán y no lo hicieron. Qué hicieron: acrecentaron el dolor. El dolor que dice Hernán es que todavía no reciben respuesta, que todavía no reciben el pedido de perdón, que lo conformaron por mucho tiempo diciéndole: rezá Hernán, rezá, a todas las víctimas lo mismo. Hubo algunas víctimas que se quedaron cerca del poder de turno, podemos decir, y esas fueron protegidas. Pero, todos estos muchachos, muchos muchachos que no siguieron el camino de la vocación, que se alejaron un poco de la Iglesia, de la estructura, la tuvieron que pelear solos. Entonces, digo, creo que todavía la Iglesia de Paraná, hablando en general, tiene una gran deuda con las víctimas de Ilarraz y tiene una gran deuda con la verdad. Y esto no es hacer conflictos. Sobre hechos, no valen argumentos. Esto no fue “una cruzada contra una autoridad” como se dijo; acá fue la búsqueda de la verdad de un hecho aberrante que va contra todo derecho humano y mucho más todo derecho religioso y contra todo espíritu evangélico. Evidentemente en esa guerra, en esa lucha, siempre caen algunos soldados. A mí no me importa -como creo que lo mismo sienten el padre Pepe y el padre José- haber caído en la lucha. Hoy hubo una Justicia en la justicia civil que fue impecable. Pero, fíjense que Ilarraz sigue siendo sacerdote. Canónicamente a Ilarraz todavía no se le hizo ningún juicio y todavía no hay ninguna condena. La Iglesia hoy todavía, como estructura, está en deuda con las víctimas de Ilarraz porque todavía no hay un veredicto del Superior Canónico. Es perfecto lo que dice Hernán… lo arruinaría si lo quisiera explicar. “Perdón, no es conclusión”. Y dice: todavía faltan dar respuestas. Pero, hay todavía personas en la cúpula de la Iglesia que todavía siguen manteniendo que esto fue un ataque. Hay un secretario del obispo, juzgado y condenado por falso testimonio y entonces, uno se pregunta ¿cómo es? ¿A veces no entendemos nada? ¿Cuál es el mensaje que le bajan a la gente? ¿Cuál es el relato?: “un santo sacerdote, mártir, perseguido y calumniado, que igual va caminando por la calle, entero”. No es así, señor. Es un sacerdote que mintió para cubrir la figura de su obispo. Y la Justicia lo vio y lo condenó. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. No es ser conflictivo. Hoy todavía la Iglesia de Paraná, la Iglesia de Argentina, y el Santo Padre Francisco están en deuda total con las víctimas de Ilarraz. Porque no la diócesis, ni la Iglesia Argentina ni la Santa Sede –estoy hablando con conocimiento de causa- no han tenido todavía un veredicto sobre el padre Ilarraz. El padre Justo José Ilarraz todavía sigue siendo sacerdote; canónicamente calculo que debe tener alguna suspensión, pero nada más. Entonces, dentro de la Iglesia todavía no se les hizo justicia a las víctimas de Ilarraz".

 

-¿Cuántas veces pensó en irse de la Iglesia?

-Ninguna. Y sabe por qué: porque mi vida la puse en Cristo, en los valores del Evangelio; que en el paso de la historia también es llevada adelante por ciertos hombres. Los hombres –como yo también- podemos cometer errores; pero el Evangelio no se toca, la fe en Cristo y en la Iglesia no se toca. Lo que sí hoy me siento en lo personal cansado de todo esto. Y hay cosas que uno ya no puede sostener ni defender. Entonces, eso te genera un agotamiento. Hace diez años que venimos peleando con esto. Este cansancio que tengo ahora, ese no desear estar en estas trincheras, no modifican en nada mi fe. Por eso de la Iglesia nunca pensé en irme; sí tuve mucho dolor; sí reconozco que no entendí por qué me tenía que ir de un lugar por defender una causa tan noble y tan evangélica. Pero, la Iglesia es mucho más que algunos hombres que no saben asumir su verdadero compromiso como cristiano. Y al final de cuentas, viven al igual que muchos políticos tratando de cuidar su huertita, su nombre y su posición de poder antes que entregar la vida para que el Evangelio reine. Ese es otro tema. Por esos hombres no me alejaría de la Iglesia, así cambie de puesto de batalla, pero siempre estará en la Iglesia.

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