Claudio Cañete

Se trata de un hecho que excede la cuestión partidaria y que la historia entrerriana aún no se ha encargado de narrar con detalles. Un relato que contiene las vivencias de las primeras legisladoras en la provincia, el origen de las huertas y los costureros comunitarios y la participación en cuadros políticos. ANALISIS entrevistó a Heraclia Larrondo, una militante justicialista de la primera hora, que brindó detalles de los comienzos de aquel movimiento femenino de los años 50. Fue colaboradora directa de Juana Larrauri, la delegada censista que designó Eva Perón en la provincia. Conoció personalmente a Evita, que la nombró inspectora del Partido Peronista Femenino en Entre Ríos. Larrondo reveló cómo se organizó estructuralmente en este territorio lo ideado por la esposa de Juan Domingo Perón y cómo tuvo que enfrentar los obstáculos, principalmente del machismo, tanto de peronistas como de antiperonistas.

El Palacio Unzué, ubicado entre las calles Austria, Agüero y Alvear, estaba en penumbras. Era la medianoche de un día de 1949 cuando la puerta principal se abrió y el grupo de mujeres recién llegado pudo ver en el centro del living de la residencia presidencial la silueta de Eva Perón. Las estaba esperando. Pese a la iluminación del interior, cuando se acercó a ellas su rostro se llenó con la luz de la luna llena que entró por el pórtico. La sonrisa amistosa se dibujó en su cara mientras de su boca salió la primera frase: “Pasen y no hablen fuerte que el general está durmiendo arriba”, dijo.

Por aquellos años la misión que Evita le encargó a su amiga Juanita Larrauri, y ésta a su vez a sus primeras colaboradoras, aparecía como una tarea ímproba, difícil y que exigía un carácter especial: salir a la nada, a los caminos de tierra, a los pueblos chicos. Lugares poblados de padres, esposos y hermanos que no concebían otro rol de la mujer que el de atender la cocina, los hijos y las otras labores de la casa. Nada de política, nada de aprender un oficio, ampliar su educación; mucho menos de intervenir en los hechos ciudadanos. Convencer a todos ellos de que de ahora en más todo sería distinto no era para nada fácil. Porque desde el punto de vista del machismo generalizado de la sociedad de aquel tiempo, la mujer en política era algo inaceptable. Desde la perspectiva de los conservadores y los radicales, era una idea blasfema del peronismo esto de abrir unidades básicas femeninas en pequeños garages en las localidades del interior.

El encuentro

“Estábamos en un hotel de Ezeiza con la delegación de Entre Ríos para asistir a un acto de Eva Perón en un teatro de Buenos Aires. Cerca de la medianoche, Juana Larrauri me habla por teléfono; mi cargo en ese momento era el de inspectora del Partido Peronista Femenino de Entre Ríos. Ella me dice que tales y tales mujeres de la comitiva deben venir adonde está ella, que nos enviará un colectivo para el traslado, para que yo las acompañara al centro. El punto de encuentro en verdad era la residencia de Austria, Agüero y Alvear, el conocido y suntuoso Palacio Unzué, la residencia presidencial donde Eva y Juan Domingo Perón pasaban sus días. Resulta que Evita quería conocer a esas mujeres que muy pronto resultarían electas como las primeras legisladoras provinciales en los próximos comicios. Quería interiorizarlas de los objetivos que ella quería que cumplieran. Aparte, las aconsejó como una madre, les dijo que el día que tuvieran un sueldo como legisladoras ahorrarían para sus hijos, para su familia. Ese momento de la charla fue algo increíble”, rememoró Heraclia Larrondo, la militante paranaense que no se resigna a que todas estas imágenes se pierdan en el tiempo.

“Llevé a las 12 mujeres que representaban a cada departamento provincial, nos hicieron pasar al living de la sala principal, bajó Evita en desavillé, con las trencitas de su peinado sueltas, y acompañada de sus perritos nos saludó a cada una muy cariñosamente. Y para nuestra sorpresa, rato después también bajó el general Perón, que al final no estaba durmiendo, que las saludó a todas ellas y también les dijo algunas premisas de conducción política. Evita, cuando retomó la palabra, volvió con sus instrucciones y el pedido de que tomaran conciencia de que los iban a representar a ellos dos y que por primera vez iba a haber mujeres en la Legislatura”, contó la militante.

Heraclia tenía en ese momento 22 años y no podía ser legisladora, pero como inspectora de la rama femenina le tocó acompañarlas y ser una testigo de privilegio. “Teníamos una emoción… En su mayoría eran amas de casa, humildes, que trabajaban en las unidades básicas, y de repente estar en la residencia presidencial con Evita, que nos hacía señas con sus manos de que no habláramos fuerte para no despertar al general. Teníamos una sensación de irrealidad. Pero al rato él baja y nos dice que por más que actuemos en política no nos apartemos de nuestro rol de mujer. Complementando esto, Evita nos dijo que teníamos que acompañar a los hombres en la política, ser compañeras con ellos ya que integrábamos las listas en forma intercalada, pero que en la lucha diaria de nuestras obligaciones nos manejáramos en forma independiente. Porque decía -citando a Perón- que el hombre venía de las viejas y tradicionales políticas del conservadurismo con un montón de mañas y si no conservábamos esa independencia, lo único que íbamos a aprender eran esas mañas”, afirmó esta lúcida mujer que vive cerca del Parque Urquiza rodeada de muchos recuerdos.

“Evita quería que la mujer naciera virgen en política, que aprendiera una militancia honesta. Y a eso yo lo aprendí junto a muchas mujeres. Sabíamos lo que teníamos que hacer”, recordó.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)