Claudio Cañete
Detrás de una muerte hay una historia de vida. La del cadete Carlos Alfredo Cejas Duclos fue la de un joven que soñaba con ser marino para estar cerca de su pasión: el mar. Reivindicado por sus camaradas como alguien que dio la vida por la patria, luchando por la libertad y cumpliendo su deber, sus familiares lo recuerdan con gran dolor casi en silencio y el peronismo acertadamente no lo cuenta en su lista de reproches. Por primera vez los últimos familiares que quedan de aquel muchacho revelaron datos de su vida cotidiana en diálogo con ANALISIS. Fue un mártir de la autodenominada Revolución Libertadora, pero poco a poco esa categoría se fue diluyendo para pasar a ser una figura paranaense evocada en forma íntima. Su nombre -como el de tantos- simboliza la cicatriz que parece no cerrar de la antinomia desde aquellos años: peronistas y antiperonistas.
En la mañana del 16 de septiembre de 1955, el torpedero Cervantes de la Marina de Guerra que operaba en el Río de la Plata fue atacado por aviones de la Fuerza Aérea leal al gobierno de Juan Domingo Perón. La autodenominada Revolución Libertadora se había puesto en marcha con una parte del Ejército avanzando desde Córdoba principalmente -con el general Eduardo Lonardi- y la Armada -con el contralmirante Isaac Rojas-, que volcó sus naves a bombardear las refinerías portuarias y a bloquear el Río de la Plata: las horas del peronismo en el poder estaban contadas. Mucha gente murió en ambos bandos de la contienda, que pudo haber sido más sangrienta todavía. Una parte del pueblo veía en los hechos la caída de su líder y de un modelo de gobierno que les había otorgado un protagonismo cívico impensado hasta esa época. Otra parte, la que todos esos años había vivido la opresión, la falta de libre expresión y persecución ideológica del régimen, festejaba la caída del tirano. Así estaban las cosas, irreconciliables, como hasta el día de hoy en las recordaciones que se hicieron la semana pasada con motivo de los 50 años de aquella jornada.
Cada vez que se evoca el 16 de septiembre de 1955, la antinomia peronismo-antiperonismo surge desgarradora, trágica y muy difícil de analizar en perspectiva -aunque haya pasado exactamente medio siglo-. Al contrario, los grises como ásperos matices agridulces aparecen junto con los desencuentros más crueles. El derrocamiento de Juan Domingo Perón y la irrupción de la Revolución Libertadora. El punto culminante del enfrentamiento de un país dividido, una mitad negada por la otra, mutuamente. Odios como única moneda de intercambio.
Una pausa en este análisis que lejos está de ser cerrado en forma definitiva y menos en una nota periodística, es lo que permite conocer quién fue el cadete Carlos Alfredo Cejas Duclos. Porque detrás de la muerte hay una historia de vida, casi siempre simple y cotidiana como la de cualquier habitante. Este joven cadete paranaense, de 20 años, murió en las maniobras de la Marina, esa mañana, lo que lo convirtió en un mártir de la Libertadora. Pero su muerte en Paraná tuvo un doble efecto: el político-militar si se quiere, pero sobre todo el social. Fue un hecho que conmocionó las sensibilidades, por la corta edad que tenía y porque se trataba del único hijo de un reconocido docente de amplia trayectoria en la ciudad.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
