El arquitecto Carlos Menu Marque y el periodista Jorge Riani realizaron una ponencia en el VII Congreso Internacional de Cementerios Patrimoniales, de la Red Iberoamericana de Cementerios. En el encuentro, que se realizó en la Biblioteca Nacional en Buenos Aires en octubre del año pasado, el arquitecto expuso el escrito con gran repercusión en el ámbito de los especialistas en el tema. ANALISIS presenta un fragmento del texto, en forma exclusiva, que resume la investigación de Menu Marque y Riani y que en parte volcaron junto a la fotógrafa Analía Jaroslavsky en el libro Ciudad Infinita, Cementerio de la Santísima Trinidad (Historia, Arte y Leyendas).

Este trabajo es la síntesis de una investigación histórica efectuada entre los años 2002 y 2003, destinada al relevamiento, restauración, puesta en valor y difusión pública del patrimonio histórico, artístico, religioso y arquitectónico del Cementerio de la Santísima Trinidad de Paraná. Este minucioso trabajo implicó desde la investigación histórica de los archivos de la curia local desde el siglo XVIII a la búsqueda de los descendientes de algunos muertos ilustres y otros casi desconocidos para la obtención de datos fidedignos que permitieran recomponer una línea histórica que nos daría una imagen certera de la evolución de este cementerio, desde su creación hasta nuestros días.

Investigación artística, religiosa, histórica y arquitectónica

En el Cementerio de la Santísima Trinidad hay vida. Tanta vida que sus siete hectáreas desplegadas en el punto de inflexión entre el centro de Paraná y su más popular barriada, plantea una paradoja urbana: en la ciudad de los muertos permanecen vivos estilos arquitectónicos que en la ciudad de los vivos ya han desaparecido. Cuando hablamos de estilos arquitectónicos, lo hacemos con toda la carga de historia y mensaje social que ello implica. Y para el caso, la carga histórica trasciende la simple anécdota, la aventura de pago chico. Porque entre los estilos que han quedado preservados para siempre, entre los muros de la ciudad de los muertos, está el estilo de la arquitectura de la Confederación Argentina, ese régimen que tuvo que hacerse –incluso- piedra a piedra para expirar luego al amparo de la unificación definitiva de las provincias del sur. El Régimen había buscado sus arquitectos, para que la Confederación fuera algo lo más parecido posible a ese mundo que propagandeaba por los reinos y repúblicas europeas su principal embajador: Juan Bautista Alberdi. Hubo una arquitectura que se mantuvo en pie hasta la década de 1930, en Paraná. Se podría decir que hubo una sustitución de íconos urbanísticos de un régimen apagado. Habían pasado más de 80 años, pero las sólidas construcciones del antiguo Estado quedaban como testimonio, acaso, del mayor desplante que recibió la hegemonía de la metrópolis y que se extendió por una década. La referencia de lo que ya no está, sirve de vara para medir la trascendencia de los panteones que aún se conservan desde aquellas épocas, y sobre los que volveremos más adelante para decir ahora que no es la única arquitectura, la de la Confederación, que el cementerio custodia como un tesoro de la historia que vale la pena ser conocido, protegido, entendido. A lo largo de esta exposición, queremos introducirnos en otros casos, y para mejor orden es que hemos dividido el inventario del patrimonio histórico en tres etapas bien definidas de la historia. Esos mosaicos de historia tienen un claro sentido que intentaremos abordar. Como sentido (entendido como causa) también tiene el hecho de que la preservación esté garantizada allí donde la muerte se arrincona en lápidas, nichos y tumbas en tierra.

Paraná y la historia grande

La ciudad de Paraná, desde sus orígenes, está consustanciada con la historia del país.

La capital entrerriana es historia viva, con identidad propia y con un gran patrimonio histórico, artístico y arquitectónico. Siendo capital de la Nación constituida entre 1854 y 1862, se habla de un estilo Arquitectura de la Confederación que se reflejó en obras de edificios públicos (Catedral, Senado, Cámara de Diputados, Casa del Presidente y Casa de Gobierno), sus arquitectos también dejaron su huella en el cementerio. Resulta paradójico que podamos seguir su devenir a través del patrimonio encerrado entre los muros de su Cementerio Histórico.

Desde su creación el 13 de noviembre de 1824 el Cementerio de la Santísima Trinidad fue depositario de obras arquitectónicas de gran valor, donde se reconocen tres etapas bien delimitadas por la diversidad de sus estilos: La Etapa Inicial, con tumbas que se construyeron entre los años 1826 y 1870; la Etapa Intermedia, con construcciones realizadas entre 1870 y 1930, y la Etapa Actual, que se extiende entre los años 1930 y 1970.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)