Damián Capdevila
(especial para ANALISIS)

“Padre,
dejad de llorar
que nos han declarado la guerra”.
Joan Manuel Serrat

Domingo Jaime Capdevila nació un 7 de mayo de 1936 en Tárrega, provincia de Lérida. Su padre se llamaba Ramón, era un obrero especializado en tornería, y su madre Francisca Cucurull, mujer de carácter fuerte (podríamos decir una buena catalana), militante del Partido Comunista. Una familia como tantas, de esa Catalunya que desde la proclamación de la Segunda República podía disfrutar de cierta autonomía.

Pero todo se vino a complicar demasiado pronto, ya que el 18 de julio de 1936 tuvo lugar el alzamiento del general Francisco Franco contra la República. Era el golpe de Estado y el inicio de la Guerra Civil Española. Ramón Capdevila, como era reservista, fue llamado a prestar servicio activo en defensa de la República. Estuvo destinado en Valencia y a finales de la guerra logró embarcase y regresar a Barcelona, donde encontró una ciudad desconocida a causa de los efectos de los bombardeos. En su corta estancia no pudo averiguar nada de su esposa y de su pequeño hijo. Con pocas provisiones y con un grupo de compañeros inició viaje a Francia para escapar del franquismo, que ya ocupaba casi toda la península, y fue así que en una ardua travesía cruzó los Pirineos y llegó al país galo. Su estadía en un campo de refugiados no fue muy agradable, pero al poco tiempo consiguió trabajo en una fábrica y su suerte fue cambiando. Con la paga que recibía pudo hospedarse en un albergue y mejorar su alimentación. A fines de 1940, con el avance de los nazis, decidió regresar a España (los prisioneros españoles detenidos por los alemanes fueron llevados a los campos de exterminio), donde al llegar fue detenido y recluido. Con el paso del tiempo recuperó su libertad y reinició una nueva vida con otra mujer, ya que de Francisca no sabía nada, ni siquiera si algún día podría volver a ver a su pequeño hijo.

Doña Francisca (Paquita, como siempre le dijimos sus nietos entrerrianos), mientras tanto no tuvo más alternativa que elegir el camino del exilio. Pero no lo hizo sola (ya que, dijimos, era una buena catalana): iba con un camarada de apellido Canals -importante miembro del Partido Comunista catalán-, y con él pasó a Francia, cruzando los Pirineos en pleno invierno con su hijo en brazos. En ese país, en el campo de refugiados, nació su hija Lena y gracias a la ayuda de una red solidaria que conformaron los militantes del PC se embarcó en el puerto de Burdeos y, pudiendo llegar a Centro América y a través del canal de Panamá, pasaron a Chile y desde ahí finalmente arribaron a la ciudad de Buenos Aires, donde se radicaron. Su compañero volvió a España, en donde, traición mediante, fue fusilado.

Paquita y sus dos hijos no recibieron más ayuda del exterior y ella mantuvo a sus hijos a través de la costura, llegando a tener una importante clientela.

Domingo vivió su juventud en la Capital Federal, cuando ya casado y con dos hijos decidieron instalarse en Nogoyá, de donde era su esposa. Así, en el año 1967, este catalán emigrado de muy niño se convirtió en un verdadero entrerriano que trabajó un tiempo en el campo y en la década del 70 se dedicó a su verdadera pasión: la fotografía. Como no había podido completar los estudios por razones laborales, él era autodidacta, se pasaba las horas estudiando y mejorando las técnicas en fotografía y fue uno de los primeros que en esta provincia estableció un laboratorio de revelado color.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)