Claudio Cañete
Dicen las crónicas que el día 13 de abril del 2003 un grupo de personas llegó a la Biblioteca Nacional de Bagdad en autobuses de color azul, sin sellos oficiales, y alentados por la pasividad de los militares estadounidenses que circulaban unas calles más allá, rociaron con algún combustible los anaqueles y les prendieron fuego. Es obvio que se hicieron también piras con libros para encenderlos. Según otra versión, se usaron fósforos blancos, de procedencia militar, y hay evidencias que lo confirman. Pasadas unas horas, una columna de humo podía verse a más de cuatro kilómetros y en ese incendio voraz desaparecieron casi todas las obras. Entre otros textos, las primeras ediciones de Las mil y una noches, de los tratados matemáticos de Omar Khayyam, los tratados filosóficos de Avicena, Averroes, Al Kindi y Al Farabi, las cartas del Sharif Husayn de La Meca, textos literarios de escritores universales como Tolstoi, Borges y Kafka. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, a manera de excusa ante estos hechos, comentó: “La gente libre es libre de cometer fechorías y eso no puede impedirse”.
“La obra es una creación colectiva que se inició con el trabajo de algunos cuentos del libro Las mil y unas noches y derivó en un collage de imágenes, videos, narraciones y algunos personajes que tratan de ir contando cómo el día 13 de abril del 2003 (durante la toma de Bagdad por los soldados yanquis) un grupo de personas incendió la Biblioteca de Bagdad. Supuestamente eran opositores de Saddam Hussein, pero se demostró la complicidad estadounidense en la instigación del acto y en el dejar hacer. Se incendiaron millones de obras, entre ellas las primeras ediciones de Las mil y una noches. La obra intenta ser un alegato contra lo ridículo de la guerra, la intolerancia y la violencia”, explicó Víctor Villarraza, uno de los actores de Sinhue.
El tema de por sí es interesante y toda una apuesta teniendo la impronta de la creación colectiva, sin dejar de tener en cuenta que al grupo -al parecer- le gustan realmente los desafíos. El horario de función, los domingos por la noche, es de por sí la primera exigencia para ellos y el público. “El estreno fue tal lo previsto, es decir que fluyó como en los últimos ensayos. No hubo la cantidad de público que desearíamos para un estreno, pero considerando las condiciones climáticas, es loable el ánimo de los que decidieron asistir. La obra transcurrió relajada, sin nerviosismos, y se pudo transmitir la idea que mueve esta propuesta. Desde los actores y la actriz, las sensaciones fueron de conformidad, pero con autocrítica también. Como suele darse siempre, consideramos que el estreno es un punto de la forja, se llega hasta allí con mucho trabajo, pero luego el crecimiento se da en la interacción con el público. Desde lo técnico fue todo bien, conforme lo teníamos ensayado, el único detalle que deslució fue que no se pudo escuchar bien una narración de la actriz; eso fue una tromba de agua que -aunque teníamos prevista microfonía por si eso sucedía- nos superó por el término de unos minutos. Pero fuera de eso, el espectáculo lució muy bien”, explicó Sergio Fabri, técnico encargado de la iluminación, videos y sonido.
Como sucede siempre en teatro, el público irá creciendo domingo a domingo, porque el boca a boca tiene mucho que ver en esto, más que el marketing. El esfuerzo artístico y de producción que realizan Fabiana Cernuda, Walter Leo Salgado, Víctor Eloy Villarraza, Sergio Fabri y Laly Mainardi, merece ser disfrutado por el público local.
Para saber el porqué del nombre de la obra es necesario remitirse a una canción de Silvio Rodríguez que se llama Sinuhe (2003) y que comienza diciendo: “Tomando en cuenta la santa inocencia, voy a cantarle a la vieja Bagdad, donde mis sueños bebieron esencias y donde en noches de luminiscencia, de niño zarpaba siguiendo a Simbad. Ahora es escoria el papel sorprendente de Sherezada en su lecho nupcial. Mil y una noches para la malicia, mil y una noches de intimidación, mil y una noches de fuego y codicia, mil y una noches sin dios ni perdón”. Y que la producción se encarga de mantener su espíritu presente como postulado.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
