Daniel Tirso Fiorotto
(Especial para ANÁLISIS)

Se organizan, reclaman, debaten, proyectan, estudian sus derechos, buscan asesoramiento, se reúnen en cooperativas; se agarran codo a codo para enfrentar la represión gubernamental, marcan distancia con los gobernantes y otros grupos poderosos: son centenares de familias entrerrianas de trabajadores que empezaron a renegar del estado de resignación y están haciendo escuchar sus voces.

Van por las chacras mixtas, por el arraigo, y están dando los pasos para avanzar en el reclamo genuino por parcelas donde desarrollar sus actividades.

La concentración de las propiedades y el éxodo son dos claves de los problemas de estructura económica que afecta a los entrerrianos. En los últimos 60 años se calcula que no menos de 750 mil personas debieron abandonar la provincia por ausencia de expectativas de trabajo.

Lo nuevo, además, es que estos trabajadores dispuestos a resistir no están solos: reciben el acompañamiento de algunos profesionales que lograron zafar, ellos también, de la estructura universitaria alejada del pueblo y que en vez de servir a los intereses de las multinacionales se volcaron por los campesinos.

El proceso es complejo y serio, y las autoridades ya tomaron nota de que estas familias no se conformarán con cuentitas de colores.

Unos tienen cítricos, otros nogales, otros tambos. Unos crían terneros, otros trabajan con las colmenas, con pollos, con cerdos, y la mayoría se anima y teje esperanzas con una vieja consigna de la Federación Agraria Argentina: la chacra mixta.

Desde la crisis de 2008, la FAA creció en forma abrupta en cantidad de adherentes, filiales, actividades, rubros, en el territorio entrerriano.

El panorama se muestra movido para los federados que ya preparan las celebraciones del centenario del Grito de Alcorta, con vistas a 2012.

Los pastajeros santaelenenses llevan adelante una de las luchas que exige más convicciones. Hace pocos meses el gobierno los reprimió con gases lacrimógenos. El choque de las armas policiales contra los campesinos cuyo escudo principal era un camoatí (el símbolo fue de película), y cuando los datos sobre extranjerización y concentración de la tierra muestran un panorama insostenible, dejó mal parado al gobierno de Sergio Urribarri. Y ocurrió justo en un lugar en que podía lucirse con sólo volver atrás medidas insólitas de su antecesor, Jorge Busti, que entregó tierras regaladas a uno de los grupos económicos más poderosos de la provincia: Tres Arroyos. Como ya lo había hecho con miembros de la familia Etchevehere, a cambio de favores en su diario.

Los pastajeros tienen novedades, pero veamos primero la estrategia de los algodoneros, un poco más al norte, porque allí puede observarse un modo de construcción que, extendido, daría otro perfil al territorio entrerriano.

De algodón, y no blandos

Pequeños productores del norte entrerriano reconocieron ingresos por tres millones de pesos en 550 hectáreas sembradas de algodón, principalmente en colonias de La Paz y también en Feliciano.

Las actividades mixtas, con centro en el algodón, arraigan a medio centenar de familias de pequeños productores, en una superficie que según la perspectiva neoliberal (economía de escala) alcanzaría para sólo una explotación.

La noticia pone en el centro de la escena a los pooles y otros grandes grupos de la economía que acaparan tierras aquí.

De hecho, en los últimas dos décadas las explotaciones de campo en Entre Ríos pasaron de casi 30 mil a menos de 20 mil, en total, pero experiencias como la de los algodoneros demuestran que donde hay 20 mil explotaciones individuales podría haber, en otro modelo y con sistemas asociativos, no menos de 200 mil explotaciones. Y esto sólo multiplicando experiencias piloto realizadas en esta misma provincia por algodoneros, citricultores, horticultores, tamberos, avicultores y familias de chacras mixtas.

La ventaja de un nuevo sistema posible, y sostenido en antiguas tradiciones sudamericanas, radica en la oportunidad de retener a los entrerrianos en su territorio, evitar el éxodo permanente que sufre la provincia por falta de trabajo genuino (más de 10.000 personas se marchan cada año), y cuidar el ambiente en una economía sustentable, con la debida capacitación. Todo muy distinto del modelo actual invadido por el sistema financiero.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)