Por Laura Di Marco
La chica de Tolosa es más rica que Obama. Y no es una metáfora.
Efectivamente, la chica que en su juventud era discriminada por ser de clase baja y que, en el colegio de La Misericordia, estaba becada porque su familia no podía pagar la cuota escolar, llegó a los sesenta años convertida en una de las presidentas más ricas del mundo.
Y efectivamente, de acuerdo con su declaración jurada de 2012 -la última presentada al cierre de este libro-, su fortuna personal supera a la del presidente Barack Obama.
Es más: al revés que la mandataria argentina, en los últimos años el norteamericano redujo su patrimonio.
Pero independientemente de la fortuna declarada, que de por sí es inmensa, diversas investigaciones periodísticas y judiciales realizadas a lo largo de la década K sugieren que ese dinero en blanco vendría a ser como la punta de un iceberg: una pequeña proporción de una montaña gigantesca que la diputada Elisa Carrió calcula, sobre el fin de ciclo K, en diez mil millones de euros.
La fuerza opositora UNEN hizo de la denuncia de la corrupción kirchnerista su caballito de batalla. Y Carrió, en especial, devino una de sus principales investigadoras y denunciantes.
La jefa opositora incluye, en esa cifra astronómica, los retornos, los desvíos y las coimas de un esquema político basado en la distribución, entre empresarios amigos, del negocio de la obra pública, el petróleo, el juego, la pauta publicitaria y el transporte.
_Calculamos el robo en diez mil millones de euros y sólo del matrimonio Kirchner -deduce Carrió-. Pero esto hay que buscarlo. Cuando se pasa por bancos americanos es más fácil, porque todo está encriptado en la Reserva Federal, aunque en algunos países, como Nueva Zelanda o Australia, es más difícil porque no hay bancos centrales.
Esa cifra negra llevó al conglomerado opositor a plantear la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción, equiparándolos con crímenes de lesa humanidad. De cara al futuro, Carrió plantea una solución que a priori parece utópica: la devolución del dinero para transformarlo en rutas, hospitales y escuelas.
¿No será mucho equiparar la corrupción con crímenes contra la humanidad?
Carrió lo argumenta:
_Los delitos de corrupción son delitos de lesa humanidad. Porque los delitos de corrupción, al robarle al pueblo, lo dejan sin alimentos, sin educación y sin salud. La corrupción es la contracara de la pobreza: podés desaparecer porque te maten, pero también porque nadie te reconoce por ser pobre, porque tenés hambre o porque no tenés oportunidades. La corrupción provoca que un chico de diez años consuma paco en la Villa 20.
La amalgama de política y negocios parece haber sido una estrategia ideada por Kirchner -y avalada, en silencio, por Cristina- desde épocas muy tempranas. Desde que fue elegido intendente de Río Gallegos, en 1987. Ya entonces soñaba con ser presidente. Y ya entonces pensaba que, para pelearles a las corporaciones, había que construir un contrapoder paralelo propio. O, en sus palabras, “hacer platita” como dé lugar.
Mariela Arias, corresponsal de La Nación en Santa Cruz, y una de las periodistas que más investigó la corrupción K en Río Gallegos, lo explica:
_Desde 1987, Cristina Fernández y Néstor Kirchner estuvieron en el poder político, fueron arte y parte, compartieron espacios de gestión, estrategias de sobrevivencia y tomaron decisiones conjuntas. Desde el municipio de Río Gallegos con Kirchner intendente, ella nunca mantuvo un segundo plano. Fue allí donde empezaron a tejer un esquema de poder que se probó en la intendencia y se consolidó luego, a partir del 91, al llegar a la gobernación. Más tarde, ese mismo esquema sería replicado desde 2003 en el gobierno nacional. Cuesta creer que ella no estuviera al tanto de los nichos de corrupción que fueron creciendo en torno al poder urdido por el marido: los vínculos con las constructoras, los retornos en la publicidad oficial y la colonización de la Justicia, que les garantizaba la protección. Como ejemplo, en Santa Cruz nunca se investigó a los Kirchner por corrupción. Y cuando se intentó avanzar en esos temas, el procurador general de Justicia, Eduardo Sosa, fue echado del cargo y jamás repuesto, pese a las repetidas manifestaciones de la Corte Suprema a su favor. Además, Cristina Kirchner sostuvo a los funcionarios sospechados desde la gestión de su marido. Tal es el caso del cuestionado ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, con quien comparte gestión desde 1987 en el municipio, y Carlos Zannini, el hombre detrás del poder. El ex diputado por el Frepaso y ex socio político de los Kirchner en Santa Cruz, Rafael Flores, hace su propio cálculo -a modo de especulación lúdica- de la corrupción K. Aunque Flores la enfoca exclusivamente en los supuestos retornos de la obra pública que, según la información extraoficial de empresarios del rubro, rondó el 20 por ciento.
El cálculo de este denunciante histórico del matrimonio K, a quienes conoce profundamente pues estudiaron juntos en La Plata y luego compartieron la vida y la política en Santa Cruz, es sencillo: utilizando el presupuesto oficial, sumó la obra pública realizada a lo largo de la década y extrajo un 20 por ciento de ese total. La cifra astronómica es sólo una estimación -muy tentativa- de lo que podría haber ido al bolsillo de los funcionarios corruptos.
(Más información en la edición 1007 de la revista ANALISIS del 14 de agosto de 2014)
