Por Luis María Serroels (*)

Este material pasó a tener prioridad ante los hechos acaecidos por el fallecimiento del ex presidente Carlos Saúl Menem, de allí que se optó por darle preeminencia.

El domingo 14 de febrero la opinión pública nacional y también fuera de sus lindes, se encontró con una noticia que sin duda alguna generó sobresaltos.

Había fallecido a los 90 años Carlos Saúl Menem, dos veces presidente de la nación, gobernador de La Rioja y senador nacional. Una figura controversial, discutible, polifacética, inteligente y políticamente dotada de picardía como lo exhibió al calor de los fueros de la cámara alta cuando fue condenado por la justicia. Ello así, por haber participado voluntariamente en el plan para la explosión deliberada de la fábrica de armas de Río Tercero que arrojó muertos y heridos a militares y técnicos, pero además inocentes vecinos residentes y transeúntes circunstanciales. Se trató de ejecutar operaciones de distracción, mientras el producto del contrabando se trasladaba a un par de países europeos (no sin haber mentido el gobierno atribuyéndole esta operación a Ecuador y Perú).

Las leyes, como tantas veces, suelen favorecer obsequiosamente a los poderosos, exceptuaron del encierro a Carlos Saúl Menem aplicándosele los benditos fueros en su condición de legislador (en este caso senaduría). 

Los corruptos siempre alcanzan las mañas perfectas para zafar de la ley y darse chapuzones de favoritismo, mientras los imputados se amparan en vías reprobables. Se esfuman delitos gravísimos al amparo del desembarco en una banca salvadora.

En estos tiempos se aceleran las artimañas K contra los jueces que luchan a veces en soledad, en tanto Alberto Fernández acelera el apoderamiento del Poder Judicial “cristinista”.

Por la explosión deliberada de Río Tercero fue encarcelado personal militar y el señor Menem firmó decretos encubriendo exportaciones irregulares. El ex mandatario se cobijó en los fueros que le otorgó su lustrosa banca para su opaca labor. Los que le han otorgado post mortem su condición de hombre de la democracia, deberían revisarlo.

Todo fue preparado alrededor de los intereses políticos “menemianos”, en medio de una personalidad aderezada con cualquier tarea paralela a la Casa Rosada, cuyos cultores lo erigían sin retaceo.

Se lo identificó desde los albores de la campaña presidencial (primera candidatura) con la frase enamoradora de “Síganme que no los voy a defraudar”.

Sus dos mandatos presidenciales no fueron tres, porque la Corte Suprema le dio un chirlo aleccionador por no respetar la Carta Magna.

Fue muy reveladora la respuesta de ciertos sectores de la sociedad frente al hecho sucedido, quienes lejos de asumir una actitud exaltadora del difunto, reprobaron su irresponsabilidad por no haber esclarecido sendos episodios terroristas que llenaron de sangre, dolor y pérdida de vidas. Pero en realidad ambos fueron ataques a nuestra sociedad argentina ante la cual se advierte cierta desidia.

En el primero se destruyó a la Embajada Israelita el 17 de marzo de 1992 (22 muertos y 242 heridos) y el segundo ante la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) el 18 de julio de 1994, arrojando 80 muertos y 300 heridos. Estos hechos han quedado sellados en la historia argentina y del mundo.

En la tarde del lunes 15 y con un ceremonial impecable, se realizó el sepelio del doble presidente argentino y protagonista indiscutible de la política nacional. Pero también muy discutido y generador de conflictos y adversidades, a quien la historia juzgará debidamente.

En tanto el devenir de la política mundana llama a situaciones de las que no pocos caen víctimas con dolor de cabeza, jaqueca, neuralgia o migraña.

En la Argentina se ha manifestado un hecho increíble que el mundo debe observar con asombro. El kircherismo nacional y popular conducido por Cristina Fernández se instalaron mediante mecanismos por los cuales no habrá forma de encarcelarla (siendo la más comprometida frente a las leyes penales). Los indultos que pueda utilizar por encima de los jueces, vendrán de la propia voluntad de quien incurriera en sus desvíos.    

Cuando el gobierno no encuentre salida en sus locos apropiamientos y la otrora seguridad se debilite por falta de confianza, todos los ladronzuelos tarde o temprano rendirán cuentas. ¿Cómo se puede exigir amnistía a los delincuentes en nombre de quienes los adiestraron a usar los guantes blancos?

En el colmo de los colmos, Alberto Fernández considera “imperioso abordar cambios en la justicia para que le devuelva el prestigio que unos pocos jueces y fiscales le han hecho perder”. Significa que los corruptos que secaron las cajas del Estado no merecerían ir a la cárcel, según se desprenden de conceptos emitidos desde el kirchnerismo.

Hermoso híbrido salido de la justicia “zaffaroniana” y de la política “fernandiana”, que desemboca en el apoderamiento de las instituciones. Significa que la División de Poderes está virtualmente en vísperas de desaparecer.

Nuestro sistema democrático argentino reconoce tres poderes que deben funcionar armónicamente y esa separación honra nuestra Ley Suprema.

¿Qué pasaría si se proyectara dejar libres a los inescrupulosos de la política y secadores de las cajas del Tesoro, a condición de que se restituyera el monto de los salteadores? Con todos los Amado Boudou, Julio de Vido y Milagro Sala que existen, se recuperarían recursos muy bienvenidos.

No es fácil fingir los postulados de una doctrina edificada por el general Juan Domingo Perón y a cuyas verdades pulverizaron los aprendices del dogma fundacional tan pronto su matrimonio se sintió cómodo y seguro.

De allí que se advirtió el florecer, el color y el aroma de cierta moneda extranjera y muy fuerte, por cierto, el espíritu se embriagó al desbordarse sus cajas personales y con qué facilidad se atiborraban fajos seductores. No importan los sellos de ocasión ni la forma con que se trituran las reglas morales y legales.

La consigna siempre fue: ¡Poder, poder y más poder! Claro que para sostener los planes y asegurar los andamios del enriquecimiento sea como sea, no existen reglas, preceptos ni frenos.

Algunos tratan de sacarle algo de pátina ideológica para disimular, sin renunciar al Frente de Todos cuyos planes esenciales consisten en arrojar por la ventana a jueces peligrosos para la tranquilidad kirchnerista y a la vez darles vía libre a los domesticados bajo el rótulo “Cristina nunca irá al calabozo”. Según Fernández no pediría una ley de amnistía, pero podría hacer cosas peores.

Es muy difícil hallar un presidente de la Nación que haya operado sin límites y sin frenos para limpiar el camino de la actual vicepresidenta y salvarla de una condena que nadie podría evitar si se debe aspirar a un Poder Judicial orgullo de la ciudadanía.

Días pasados Cristina Fernández habló de la frase Justicia Divina y no faltará quien le retruque con la expresión Atropello Kirchneriano.

(*) Especial para ANÁLISIS.