Reconstruir un país pequeño

Por Iván Pesuto (*)

 

En un reportaje realizado recientemente por el Canal A24 a la escritora y ensayista Beatriz Sarlo, como última pregunta, se la interpelaba sobre lo que callejeramente se conoce como la pregunta del millón: “¿y dónde queda la salida del fracaso?”. Hablando de este país, por supuesto.

A lo que la intelectual respondió de una manera tan simple como contundente, que vale la pena recordar:

“En principio tenemos que aceptar que tenemos que reconstruir un país menor y poco importante. No el país de comienzos del Siglo XX, que estaba entre los primeros quince países del mundo. Hoy estamos entre los quince últimos, junto con Namibia” (y esto dicho con todo el respeto que nos merecen nuestros sufridos hermanos africanos).

“Aquella Argentina del siglo pasado, que ocupaba un lugar entre los primeros quince países del mundo, no soñaba que poco tiempo después iba a compartir los últimos quince lugares con Namibia.

Tenemos que reconstruir un país que es muy poco importante; que al lado de Brasil y México no tiene ninguna importancia. Y tenemos que reconstruir eso: y lo tenemos que reconstruir con trabajo y con humildad”.

Una cruda y lacerante caída a la realidad, que se contrapone a la que ella dio en llamar una ideología espontánea, de creernos que somos los mejores del mundo, porque alguna vez ganamos un par de mundiales de fútbol.

Esa grandilocuencia canchera del argentino por el mundo, de creérsela siempre. Enalteciendo a la viveza criolla como si fuera un valor a cultivar.

Como el himno de Cambalache: lo mismo un burro que un gran profesor. Hicimos de esto un principio bíblico, y así nos fue.

También decía la pensadora: “no sé si alguna vez tuvimos valores fuertes; tuvimos grandes posibilidades y las perdimos”.

Y, para rematar: “hoy la gente ya no tiene horizontes de esperanza. Basta solo el dato de que la mitad de los adolescentes argentinos no asiste a la escuela secundaria: lo que les asegura un trabajo de quinta categoría para el futuro”.

En fin, es lo que hay. Es el país que tenemos y que nos toca.

Y de ésta se sale entre todos… o no salimos más. Por eso no nos sirve la doble grieta: del oficialismo, por un lado, y de la oposición por el otro.

Pensando también en Entre Ríos: necesitamos generar Políticas de Estado, de mediano y largo plazo.

Como enseñan los orientales: ser capaces de plantar la semilla del árbol cuya sombra no alcanzaremos a disfrutar, pero quizás sí, los hijos de nuestros hijos.

Crear un Plan Estratégico de Desarrollo, como lo tienen las demás provincias de la Región Centro como Córdoba y Santa Fe; o los ejemplos de Salta o Chaco. Por solo nombrar a algunas de las más avanzadas en el terreno de la institucionalidad.

Lo que se contrapone con las medidas cortoplacistas, que solo apuntan a las próximas elecciones. Mejor sería proyectar para las próximas generaciones, como lo haría un verdadero estadista.

Algunas herramientas para lograr esos fines ya las tenemos. Porque en la Reforma Constitucional del 2.008 se incorporaron valiosos institutos de la democracia directa y republicana, pero que todavía el poder político de turno decidió no poner en funcionamiento: el Consejo Económico y Social, el Defensor del Pueblo, la Ley de Ética Pública; solo por nombrar a algunas de sus consagraciones más trascendentes.

No se trata solo de conservar el poder, por el poder mismo. Olvidando que los miembros de los tres poderes del Estado antes que nada son servidores públicos, que están de paso y se deben a la gente (la que paga sus sueldos).

Esta gestión está a poco tiempo de terminar su segundo mandato, sin haber llevar adelante la instrumentación de esos institutos de rango supremo, que hicieron que la otrora gloriosa Entre Ríos tuviera, hace 14 años ya, la Constitución de sesgo humanista más moderna de la Argentina.

Y esto hay decirlo en voz alta, porque todavía hay tiempo de enderezar este destino incierto, colmado de omisiones.

Lamentablemente de aquella novedosa Constitución casi nada se puso en marcha; quizá porque se corre el riesgo de otorgarle poder al ciudadano de a pie, para actuar sobre la cosa pública. De la que, tradicionalmente y desde una mirada vetusta y conservadora, solo se ocupan los políticos.

En las provincias más republicanas y más democráticas, el futuro se co-construye de una manera conjunta y colaborativa, escuchando todas las voces de los distintos sectores de la sociedad, sin el monopolio de la política.

Y cuán lejos estamos de lo ejemplar, cuando se persigue a los que investigan la corrupción, como consecuencia de la politización de la justicia.

Todavía se puede recomenzar, en Argentina y en Entre Ríos. Reconstruir nuestra verdadera estatura; parafraseando a Sarlo: con trabajo y con humildad. Así de simple. No hay secretos.

 

(*) Iván Pesuto es abogado.

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