Trascendencia del 3 de Febrero

Por Bernardo Salduna (*)

 

En este feriado, provincial, pero de indudable significación nacional, se recuerda el combate del Palomar de Caseros, cerca de Morón, Provincia de Buenos Aires, 3 de Febrero de 1852.

En esa oportunidad el llamado Ejército Grande aliado- alianza de milicias de Entre Ríos, Corrientes, Banda Oriental , auxiliar de Brasil y Paraguay- comandado por el gobernador entrerriano Justo José de Urquiza derrotó al Ejército Confederado de Buenos Aires , poniendo fin a la dictadura que por más de veinte años ejerciera don Juan Manuel de Rosas.

El hecho militar en sí, carece de importancia: se enfrentaron tropas que sumaban, entre ambas, cerca de cincuenta mil soldados, y el número de bajas apenas alcanzó los doscientos hombres.

Lo cual revela que prácticamente no hubo combate, muy probablemente el dictador porteño comprendió que su ciclo había concluido y se retiró casi sin pelear.

Encargado de redactar el parte de guerra, el boletinero del Ejército, Domingo F. Sarmiento diría:

“La batalla de Caseros, para el público, es una novela muy interesante que escribimos Mitre y yo”.

Juan Manuel de Rosas había surgido, hacia 1830, como consecuencia del período de cruentas luchas civiles-“unitarios” y “federales”- que ensangrentaron el territorio de las Provincias Unidas desde su emancipación de España.

Un gran sector de la sociedad porteña y bonaerense, ciudad y provincia más importante, anhelaba paz y orden, a cualquier precio.

Y creyeron encontrarlo en la figura de este fuerte estanciero, autoritario y muy conservador .

Que exigió para aceptar hacerse cargo del gobierno que la sumisa legislatura de su Provincia le otorgase la “suma del poder público”: esto es, un poder sin límites.

Que podía abarcar. en su persona, una sentencia de muerte por fusilamiento o degüello, a la confiscación de bienes.

O el dictado de leyes o reglamentos, a capricho del dictador.

Poder y atribuciones que, en alianza o sometimiento con caudillejos provinciales, extendió al interior.

Y ejerció sin cortapisas durante más de dos décadas, en el que la Nación permaneció inconstituida.

La bisagra de la historia

El triunfo de Caseros, marcó el fin de una época oscura.

Significó el germen de la formación del Estado nacional, la apertura al mundo, la entrada en la modernidad, y el dictado, en 1853/60 de una Constitución, bajo el sistema federal de gobierno.

En suma: la organización institucional de una Nación, la culminación exitosa de un proceso iniciado en Mayo de 1810.

Como contrapartida del pasado inmediato, o forma de prevenir desbordes futuros, los constituyentes de 1853 estamparon en la Carta Magna el famoso artículo 29 (todavía vigente):

“El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”.

La creación en el nuevo orden constitucional de un ejecutivo nacional, con mandato fijado en tiempo y límites preciso de atribuciones; de un Congreso de representantes del pueblo para dictar leyes.

En suma: el clásico esquema de la división de poderes o funciones.

Ideado por el francés Montesquieu y puesto en funcionamiento, con criterio práctico en la Constitución norteamericana.

Junto al reconocimiento de gobiernos de Provincia, con autonomía y gobierno propio, reflejó el carácter progresista del Pronunciamiento de Urquiza, y su concreción en el combate de Caseros.

Pero lo más trascendente fue, a no dudar, y con todos los inconvenientes propios del momento, la creación de una Corte Suprema y Tribunales de Justicia independientes para aplicar estas leyes en los casos concretos.

No en balde sostenía Juan Bautista Alberdi:

“La ley, la Constitución, el gobierno, son palabras vacías, si no se reducen a hechos por la mano del juez que, en último resultado, es quien las hace ser realidad o mentira”.

Con un sistema que abarcaba en la persona de un dictador la sumatoria de todos los poderes, personales y sin leyes, las Provincias Unidas se mantuvieron en la miseria y el atraso, durante la primera mitad del siglo 19.

Con la vigencia del nuevo sistema institucional, plasmado en la Constitución de 1853/60, respetado en líneas generales durante muchos años, pese a todas las falencias y vicisitudes posteriores, Argentina fue, entre otras cosas, la sexta economía del planeta.

 

(*) Ex vocal del STJ. Especial para ANALISIS.

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