Ernesto Tenembaum
Hay en este momento en cartel una película espectacular llamada Una batalla tras otra, protagonizada por Leonardo DiCaprio, Sean Penn y Benicio del Toro. Uno de sus momentos notables consiste en una persecución entre tres autos, que transcurre en un camino con subidas y bajadas tremendamente pronunciadas. El recorrido está filmado de tal manera que, por momentos, marea al espectador. De alguna manera, la trayectoria que terminó con el triunfo libertario de ayer es parecida. El 18 de mayo, La Libertad Avanza consiguió una victoria inesperada en la Capital. Ese día pareció que se iniciaba una nueva era política argentina. Pero el 7 de septiembre, hace solo un mes y medio, LLA fue arrasada en la provincia de Buenos Aires, y pareció que Javier Milei no podría terminar su primer mandato. Ayer, el camino dio otro giro y, una vez más, parece el inicio de una era política que será muy trascendente. ¿Qué pasará mañana?
Esos cambios —más una larga experiencia que demuestra que no toda derrota augura nuevas derrotas ni toda victoria se proyecta en futuras victorias—no restan ninguna relevancia al triunfo que obtuvo ayer Milei. En los últimos treinta años hubo ocho elecciones de medio término. En la mayoría de ellas —Menem en 1997, De la Rúa en 2001, Cristina Kirchner en 2009 y 2013, Alberto Fernández en 2021—los oficialismos fueron derrotados. En ese período, solo Néstor Kirchner en 2005 y Mauricio Macri en 2017 vencieron. El triunfo Kirchner potenció un ciclo político que terminaría recién diez años después, pero el de Macri no tuvo ningún impacto en la elección posterior, en la que fue derrotado.
Pero esa dificultad de proyectar triunfos y derrotas en un país tan inestable no opaca que la foto de ayer, y más que eso, los sucesivos éxitos de Javier Milei, son impresionantes. Un hombre sin experiencia política logró catalizar el descontento social y llegar al poder. Eso, en sí mismo, ya era impresionante. Pero ahora además triunfó en las elecciones de medio término, donde fracasaron muchos otros, luego de un proceso muy tortuoso que tuvo tantas subidas y bajadas como la carretera de Una batalla tras otra. Así las cosas, Milei va construyendo poder. Ahora tiene desarrollo territorial, y bloques parlamentarios muy fuertes. Si en dos años fuera reelecto, algo que no se puede garantizar, pero mucho menos descartar, su fuerza parlamentaria, sería imparable, con solo conservar estos números en primera vuelta.
Hay muchas preguntas para hacerse sobre el comportamiento electoral de la sociedad argentina. Algunas personas atribuirán el triunfo a la disminución de la tasa de inflación, otras a la existencia de un bloque social antiperonista cuyo piso histórico es del 40 por ciento, otras al liderazgo eléctrico de Milei, o al apoyo salvador de Donald Trump. De todos modos, hay un hecho simbólico que habilita a hacerse una pregunta inquietante. En la provincia de Buenos Aires, triunfó una opción que llevaba como candidato visible en la misma boleta a José Luis Espert, el economista que debió renunciar cuando se supo que fue financiado por un hombre extraditado a los Estados Unidos en una causa por narcotráfico. El voto de tantos bonaerenses por la Libertad Avanza tal vez sea un reflejo de que la caída de la inflación –o el antiperonismo—son valores más importantes que el reproche a conductas inmorales, o que el abandono de la salud pública o de las familias de personas con discapacidad. No sería nuevo: varios gobiernos, en los noventa y en la primera década del siglo, ganaron por mucha distancia, pese a sus escándalos.
La vida, claro, continúa. Pocos días antes de la elección de ayer, la revista The Economist publicó una nota sobre el futuro de Javier Milei, donde explicaba que al presidente argentino le esperaban tres escenarios alternativos, dos de ellos de “pesadilla”. La primera de las pesadillas sucedería si el peronismo lo pasaba por arriba en las elecciones. Como se ve, eso no ocurrió. El segundo escenario negativo sucedería si el esquema cambiario seguía como hasta ahora. Esa mirada ha sido compartida por medios internacionales y por la mayoría de los economistas locales: como el actual esquema económico consume dólares a una velocidad pasmosa, eso tiene que cambiar para que el Gobierno no se estrelle. El problema es que hay un pequeño grupo de economistas que piensa lo contrario, o al menos eso han sostenido contra viento y marea: quien conduce se llama Javier Milei y parece el más convencido de todos ellos.
El destino del Gobierno tal vez empiece a perfilarse en las próximas semanas, cuando se sepa que va a hacer con el debatido asunto del tipo de cambio. La teoría de Milei, Caputo y los suyos sostiene que los dólares se evaporaron por un problema que no tenía nada que ver con el diseño del programa económico, sino que estaba relacionado con el ruido preelectoral. Si realmente creen en eso no devaluarán y el dólar seguiría flotando entre las bandas actuales. En ese caso se verá si tiene razón Milei o los mandriles y econochantas que le advirtieron una y otra vez que comprara reservas porque si no tendría problemas. Si no tuviera razón, el subibaja seguiría.
Pero tiene margen incluso para eso. Porque el poder de Milei no se agota en los resultados electorales que ha obtenido en los últimos años. También tiene a su favor que integra un bloque internacional conducido por el norteamericano Donald Trump, que ha incidido en el resultado electoral de manera decisiva, al recibirlo dos veces, y gastar dinero contante y sonante para que dólar no fuera un barrilete antes de las elecciones. Sin el salvavidas de Trump, tal vez ayer no hubiera sido una noche de tantos festejos. Pero el salvavidas estuvo, y estará. Eso le da chances a Milei para realizar las reformas que necesite al programa económico y para errar, como ocurrió durante estos años, las veces que le parezca. Al final, parece que siempre habrá un recurso que ningún otro tuvo.
No hay elementos para saber si de esta victoria surgirá un Milei con agresividad redoblada —el que se peleaba con todo el mundo, desde Lali Espósito hasta Ian Moche—o uno más tranquilo, como el que ayer tendió puentes hacia los debilitados gobernadores. Seguramente habrá de una cosa y de la otra, como siempre ocurre. Porque nadie cambia de fondo, menos que menos en medio de una victoria.
La vida es un sube y baja, como la ruta de la peli de DiCaprio. O una montaña rusa. La suerte cambia, siempre. Pero qué lindo es estar arriba, ¿no? Sobre todo cuando el abismo estuvo tantas veces tan cerca.
El exótico presidente argentino tiene mucho para festejar. Definitivamente, es mucho más que un fenómeno barrial.
Fuente: Infobae



