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Repensarlo todo

Jaime Durán Barba

Entender los procesos electorales es comprender también la variabilidad de los comportamientos de los electores. Es una de las causas que explican la falla de las encuestas electorales. Las últimas elecciones en Argentina muestran que candidatos con carreras políticas brillantes tuvieron un desempeño magro. En la interpretación de lo sucedido el 26 de octubre deben tenerse en cuenta también el alto nivel de abstenciones. A eso hay que sumar que muchas personas consideran que votar al peronismo es una suerte de vuelta al pasado. La enseñanza de todo el proceso es que Milei no estaba acabado antes ni que ahora goza de total respaldo. Los cambios en política son absolutamente vertiginosos. Una aceleración que avanza, al compás de las nuevas tecnologías.

Nada es igual después de la cuarta revolución industrial. Cambió nuestra mente, y también la realidad. Aunque inventen el liquid paper más maravilloso, nadie cambiaría su celular por una máquina de escribir. Las normas antiguas tienen vigencia solo en la imaginación de algunas élites, mientras la mayoría de la gente está en otra dimensión. Hay que repensar todo.

En el campo de la comunicación política, las últimas elecciones de Argentina ratificaron lo que hemos encontrado en varios países en los últimos años.

Para empezar, otra vez fracasaron las encuestas, como instrumento para predecir el futuro. Nadie pronosticó que Milei tendría un éxito importante, ni siquiera los miembros del Gobierno o los candidatos de LLAC. Sucedió lo mismo en otros países en los que pudimos estudiar a fondo los procesos electorales en estos años. No es un problema metodológico, es imposible que todas fallen en la misma dirección en todos los países. Definitivamente, las encuestas no sirven para predecir los comportamientos humanos en la sociedad líquida, la opinión pública actual, simplemente no es previsible.

Al mismo tiempo, las encuestas son el principal instrumento para estudiar los comportamientos políticos. La galaxia más antigua, GN-z11, no se logra explicar de dónde salieron los elementos pesados que la conforman, que se supone aparecieron cuando estallaran las primeras supernovas. Sin embargo, no es sensato botar a la basura los telescopios del mundo y estudiar el universo mirándolo desde la terraza del edificio.

Más que fallar las encuestas, cambió el comportamiento de los electores. Esto pasa por los errores de las investigaciones en todos los países, ni a fenómenos locales. Hay algo internacional que cambió a todos, y eso es la nueva sociedad hiperconectada.

Estudios que hemos realizado en varios países, durante estos años, dicen que cada vez hay más electores que llegan indecisos a las urnas. Deciden por quién votar en el último momento. En Ecuador, el día anterior a las elecciones presidenciales de abril, el 32% dijo que no había decidido cómo votar, en agosto dijo lo mismo el 48% de los bolivianos, en octubre un 32% de los argentinos. Si tantos electores deciden su voto el día de la elección, ¿qué grado de previsibilidad pueden tener las encuestas?

“Nadie pronosticó que Milei tendría un éxito importante, ni siquiera los miembros del gobierno o los candidatos de LLA. Sucedió igual en otros países que se estudian electoralmente”

Entonces, ¿para qué sirven? Son una de las mejores herramientas para comprender esa realidad líquida, las actitudes de esos volubles seres humanos que existen, conectados entre sí permanentemente. Un grupo político que para tomar resoluciones se basa solo en la intuición de sus líderes fracasa si se enfrenta a otro que maneja herramientas modernas, que no son capaces de adivinar el futuro, pero sí de comprender el presente.

Todos cambiamos de opinión, y preferencias políticas vertiginosamente. Las militancias vitalicias han sido reemplazadas por adhesiones estridentes y efímeras. Los partidos que orientaban la historia desaparecieron o se encuentran en una crisis sin retorno. Pasó con el PCUS, que controlaba buena parte del mundo hasta hace treinta años, el Partido Comunista en Francia, la Democracia Cristiana italiana, el PRD, el PRI y el PAN en México, AD y Copei en Venezuela, el Partido Radical argentino y la mayoría de partidos latinoamericanos del siglo XX.

En las últimas elecciones intermedias, no fueron elegidos varios candidatos de todos los sectores, preparados, con brillante carrera política. Como está de moda en las democracias representativas, es más fácil que gane un candidato nuevo, llamativo, a veces estrafalario. El candidato con experiencia, que ha hecho carrera, rema en dulce de leche.

Todo fluye. Las nuevas organizaciones políticas deben atraer a ciudadanos que no están dispuestos a militar toda la vida, y no siguen cursos de formación ideológica. La adhesión a un movimiento se da más por sentimientos de admiración u odio que por coincidencias programáticas. Los sentimientos son efímeros.

En el mes de septiembre el peronismo triunfó ampliamente en la provincia de Buenos Aires, en octubre fue derrotado. Con la tendencia al análisis apocalíptico habitual, algunos decían, hasta hace poco que Milei estaba acabado, ahora que tiene segura la reelección. Nada de eso es cierto, ni llegó al 5% hace un mes, ni obtuvo el 90% ahora. Si se produce una nueva elección en diciembre podría ganar un tercero, por ahora desconocido.

En estas elecciones se produjo el mayor porcentaje de abstención desde la vuelta a la democracia, votó blanco el 2.74%, nulo el 2,46%. 12.980.992 de empadronados no votaron por ningún candidato, más de los que respaldaron al peronismo (7.741.775), y a la alianza LLA-PRO (9.341.789).

Entre los que votaron por las dos grandes opciones hubo mucho voto negativo. Bastantes votaron por Milei porque odian a Cristina y no quieren volver al pasado, o al peronismo porque les enoja el gobierno y temen por su futuro. Más de un tercio de los votos de ambos vencedores podría irse fácilmente a una tercera opción si es novedosa y ofrece esperanza.

(*) Esta columna de Opinión de Jaime Durán Barba fue publicada originalmente en el portal de Perfil.

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