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Operativo y masacre en Río: “Estos grupos se esparcen por distintos países de la región”, advirtió Corbacho

El especialista en relaciones internacionales, análisis político comparado, seguridad y defensa internacional, historia diplomática y militar, Alejandro Corbacho, analizó la sangrienta operación policial en Río de Janeiro contra la organización Comando Vermelho, así como las posibilidades de expansión o presencia de sus miembros en la región. En diálogo con el programa El Séptimo Día (Radio Plaza) este domingo, el director del Observatorio de Seguridad y Defensa de UCEMA (Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina) sostuvo, entre otras cosas, que “la ‘guerra contra la droga’ no se va a ganar simplemente con la fuerza, se debe utilizar la inteligencia criminal”, y que “estos grupos avanzan cuando el Estado retrocede”.

—¿Cómo explica qué está pasando en Brasil y cómo esto influye en la región y en Argentina?

—Es un evento enorme por la cantidad de víctimas fatales. Lo que decían los medios brasileños es que esto de que fuerzas policiales o del Estado nacional entren en favelas a controlar situaciones o combatir grupos o carteles ocurre regularmente, pero nunca en esta magnitud. Este es el primer elemento. El segundo, y esto hace que internacionalmente sea relevante, es por cómo se decidió, cómo se planificó, y por qué ocurrieron tantas víctimas. El tercer elemento es que en realidad esto es la punta del iceberg, porque ocurre en dos favelas, en dos asentamientos, pero Río de Janeiro tiene muchos más. Lo que nos pone en alerta es que el fenómeno de la existencia de organizaciones criminales que se dedican al tráfico de drogas y otras actividades no es solo un problema de la ciudad, sino un problema generalizado. Estos grupos tienen contactos, se esparcen por distintos países de la región: tienen contactos con Colombia, con Perú, con Paraguay. Y en Argentina también. Hace poco se desmantelaron elementos del Tren de Aragua, una organización criminal que estaba desembarcando en Buenos Aires y que hizo pie fuerte en Perú y en Chile. En el caso argentino tenemos Rosario, hablando de la región. En el caso del AMBA, en Buenos Aires, tenemos también zonas bastante complicadas. De hecho, tuvimos el asesinato de tres jóvenes por parte de una banda de narcotráfico que descubrimos que era internacional, que era peruana.

Alejandro Corbacho, especialista en relaciones internacionales y director del Observatorio de Seguridad y Defensa de UCEMA.

Son organizaciones que desarrollan lazos con capacidades de generar daño, no solo por la droga o el control de territorio, sino que, además, en el caso de Brasil, eran narcoterroristas. Ser narcoterroristas significa que utilizaban métodos de coacción y de aplicar técnicas de terror para enfrentar a las autoridades gubernamentales, en beneficio de poder controlar su negocio. Este es un problema gravísimo, no es un tema de “bueno, no pasa nada, que se arreglen”, sino que afecta fuertemente la vida de las personas. Sí estamos viendo el tema de los Derechos Humanos y del exceso del uso de la fuerza, el presidente Lula ordenó investigar si los procedimientos fueron correctos o no. Más allá de eso, Lula ordenó que se haga una tarea conjunta ahora para combatir este flagelo. Dice en su Twitter: "No podemos aceptar que el crimen organizado siga destruyendo familias, oprimiendo a los residentes y propagando drogas y violencia en las ciudades". Este es el problema, y es generalizado, así que hay que enfrentarlo.

—¿En qué medida este operativo no es también una especie de acto político propagandístico del sector bolsonarista o la derecha en Brasil, y que también eso se pueda utilizar o pueda llegar a pasar algo similar en Argentina?

—El tema es que la seguridad puede llegar a ser un tema. La inseguridad (no poder ir a la calle) es una situación a la que no se puede someter a los ciudadanos. En el caso argentino, el tema de la inseguridad no aparece en la agenda. La existencia del problema tienta a los distintos grupos políticos a buscar una solución. Uno de los argumentos es que el gobierno actual o los gobiernos de centro izquierda o progresistas son muy laxos, muy generosos, permiten que esta actividad se desarrolle y no enfrentan el problema con mano dura. Hay que buscar un término medio, pero el tema existe y hay que enfrentarlo. Es cierto que posiblemente este es un tema importante. Miremos ahora a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que ganó con un 50% de los votos, y la clave y la carta que tiene es el tema de la seguridad. Esto tiene efectos políticos para decir: "Yo me ocupo del tema, esto es importante y quiero resolverle a la gente este problema". Por supuesto que el gobierno de Lula responde diciendo: "Para mí también este es un problema y lo quiero resolver". La discusión va a ser de qué modo. Pero sí es un tema que obviamente tiene un tinte político y va a ser usado electoralmente.

—¿Qué chance tienen los gobiernos de la región de ganar esta “guerra” de esta forma, a fuego?

—La idea es que esto no se resuelve a fuego y bala. Me preguntaban si había posibilidad de que esto se pareciera a México. No, todavía estamos lejos de parecernos a México. México es un caso muy especial porque los carteles controlan grandes territorios y grandes zonas. Los alcaldes y los gobiernos locales están todos sometidos, y quien no se porte bien es asesinado. Eso se mide por el número de muertos y por el tipo de armamento que tienen, que es armamento estatal.

En nuestro caso, la guerra contra la droga no se va a ganar simplemente con la fuerza. Se tiene que hacer usando inteligencia criminal, combatiendo más los focos y, sobre todo, generando oportunidades para que la gente haga otra cosa. No puede ser que los gobiernos sean benignos ante la idea de 'el narcomenudeo' y dejar que el pibe venda algo para hacerse unos pesitos. El narcomenudeo, el 'soldadito' que vende algo, es la punta del iceberg; primero está la organización detrás, que mueve millones. Pero a esta persona que vende o que consume, hay que darle una solución, hay que mejorar la calidad de vida de esa gente y a la gente de los barrios y las zonas controladas por estos grupos hay que darles alternativas. Estos grupos avanzan cuando el Estado retrocede. Hay que tener presencia, pero no solo presencia de policías que caminen. Tiene que estar presente el hospital, la escuela, las iglesias, y hay que defenderlas. Es un tema integral.

Hay una cultura del consumo que se la hace ver como recreativa, pero destruye personas. No está claro el límite. Hay una separación entre el narcotráfico (cuestión criminal, policial y penal) y el problema de la droga como salud pública. Son dos partes de un mismo problema, pero se relativiza el tema. Hay que ir a la demanda. ¿Por qué la gente demanda estas situaciones? Porque no tiene otro sustento. La gente que trabaja con los chicos, gente que consume paco, entiende por qué un joven o un niño va a terminar tirado en una esquina o con una pandillita drogándose. Mi opinión es que vivir en una villa de emergencia, en uno de estos barrios carenciados, no es digno, ni es bueno. Es una situación terrible, no es digno para las personas vivir así. Me pone muy mal que se celebre el Día de la Dignidad Villera. Se lo normaliza y se le dice a la gente que, aunque vivas mal y tengas problemas, sos gente maravillosa y son dignos. El problema es que se lo somete a vivir una vida indigna diciéndosele que esto está fenómeno. El abordaje debe ser completo. Hay una parte de control, de represión y de combatir, pero hay una parte de crear un ambiente alternativo. ¿Qué oportunidades tenés? Yo soy profesor de la universidad, he sido maestro y profesor de colegio secundario. Uno tiene cuando es joven la pregunta: “¿Qué querés hacer cuando seas grande?”. Si a los jóvenes hoy no les podemos presentar un futuro que valga la pena, el futuro va a ser “te ponés a cantar rap, y si tenés suerte, te dedicas a la música y vas a sobrevivir”, o la otra es “termino en una esquina no haciendo nada”.

Los gobiernos de Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Perú tienen que tomar las medidas. Primero, de coordinación para combatir el establecimiento de estas redes y controlar los vuelos clandestinos que arrojan drogas. Por otro lado, la Justicia tiene que funcionar, aplicar la pena que corresponda y que los jueces no sean amenazados. Y después la parte social y la parte cultural. Lo que le estoy señalando es que esto es la punta de lanza de un problema importante y complejo. No tiene solo la decisión policial, pero la decisión policial es muy importante tenerla.

¿Qué reflexión se puede hacer de la política que impuso Uruguay en el tema de la marihuana?

—Veamos cómo se desarrolla en el futuro. Estuve viajando al extranjero en una ciudad muy abierta y me cansé de oler marihuana, y me parece muy preocupante porque empezamos con eso de nuevo: “Eso es divertido” y puede abrir el camino a otra cosa. Hay un debate de si la droga aumenta su valor porque está prohibida, entonces lo prohibido aumenta el valor de mercado, y “habría que dejarla libre”. En sociedades como Suiza y Holanda se han permitido zonas en las que la gente puede ir a drogarse y no se hacen preguntas. Inicialmente era un campo libre donde hacías lo que querías, pero se transformó en muy problemáticos, y tuvieron que restringirlo para extranjeros y para ciertas características. Ahora, el costo a la sociedad de eso es que, además de permitirte a vos que te vayas a drogar, tengo la obligación de poner una ambulancia, un servicio médico, una asistencia médica, y eso consume recursos de la sociedad. ¿Por qué tengo que gastar recursos de la sociedad en gente que se quiere ir a drogar, cuando tengo gente que necesita un trasplante o tratamientos de enfermedades realmente complicadas y costosísimos? Es un tema de debate. Uruguay experimentará y veremos qué es lo que le va a pasar.

—En Entre Ríos se han detectado rastros del Primer Comando Capital, con algunos ladrillos de cocaína con su sello. Esta semana la Policía provincial, en los puestos camineros de las rutas, bajó la orden de controlar vehículos, colectivos, camiones y autos con chapa brasileña. ¿Qué posibilidades hay de que en este caso el Comando Vermelho o los que están buscando allí en Brasil tengan vías de escape o se radiquen en esta zona?

—Las posibilidades pueden ser enormes o pueden ser muy pocas. Hace poco estaba en un programa y el periodista estaba mostrando el refuerzo de los pasos fronterizos. Si vos vivís en la costa del río Uruguay, todo el mundo sabe dónde están los pasos de los bagalleros. Es importante el refuerzo de esos pasos y mirar la vigilancia. Es importante que revisen si venís con un auto y traés un bolso lleno de ladrillos, pero también existen los otros (pasos no controlados). Pueden utilizar eso. Segundo, pueden ir a lugares para esconderse.

Combatir y frenar esto requiere algo que se llama inteligencia criminal. La inteligencia criminal es una especialidad de las ciencias policiales de evitar o frenar el hecho delictivo. El problema es que, en el caso argentino, en el gobierno anterior desmantelaron esta organización porque es represiva, vigilante, es estigmatizante. En una comunidad que está dispuesta a recibirlos, puede haber redes o grupos que pueden operar. Esta gente podría refugiarse. Si sienten que hay vigilancia, que hay atención, que se van haciendo preguntas, si informan que hay alguien nuevo o raro, ahí se les hace más complicado. Pueden estar. Aquí hemos tenido casos que se encontró gente viviendo adentro de un country. Se cruzó la General Paz y llegó al country y ahí se quedó. En ese sentido, pueden pasar muchas cosas.

Lo importante es que se aumente la vigilancia, eso es cierto, y que la frontera no sea la experiencia de pasar, por ejemplo, de Argentina a Uruguay. De noche usted puede llevar un elefante, un misil nuclear, y a veces no miran nada. Hay que estar vigilante. Yo creo que estos operativos tienen éxito cuando las fuerzas de seguridad tienen información. El tema hay que tomárselo en serio y tiene que ser un tema de política. Hay que entender que la seguridad, la vida de la gente rica o pobre, es la misma. Tienen derecho a vivir seguros, a no sentirse amenazados.

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